sábado, 20 de diciembre de 2014

JAVIER MARÍAS. “TODAS LAS ALMAS”




                                   







Como en Babelia dicen que es de los autores más leído, como acumula premios sin parar, y como ando metida en un club de lectura y la propuesta  era este libro, me he decidido a hincarle el diente. 
Debo decir que voy por la página 100 y todavía no sé que es lo que pretende contarnos. Algunas veces porque las frases se me hacen indescifrables, como por ejemplo la siguiente: Fue poco antes de que conociera a Clare y Edward Bayes, y de hecho la interrupción y abandono del objetivo (si fue abandono) vino dado a buen seguro también por ese conocimiento de Clare Bayes y de su marido y no solamente porque el propósito se viera cumplido y a la vez frustrado una tarde de viento en Broad Street por las mismas fechas. 
Sin embargo, todavía me parece peor cuando pretende hacerse preguntas profundas y filosóficas del tipo. Aquí no hay ninguna persona que me haya conocido en mi infancia ni en mi juventud. Eso me resulta perturbador, dejar de estar en el mundo y no haber estado antes en este mundo.”(tengo más de treinta años y no me han conocido en mi juventud)  Le preocupa que no haya testigos de su continuidad vital. Y así pasa varios párrafos, que si está en el mundo, que si no conoce nadie su vida anterior… Pues, hombre,  que yo sepa, la mayoría de mis amigos no saben de mi infancia y yo me quedo tan pancha. Vamos, que no me derrumbo cada vez que encuentro a alguien que no conoce mis andanzas por el parvulario, aunque si eso me supusiese un gran problema, no dudaría en colgarme al cinto un álbum de fotos y un vídeo casero para mostrarlo por doquier. Faltaría más, con lo que unen los vídeos caseros.
Me llama la atención las disquisiciones que hace sobre los tipos de miradas que existen, que si continentales, insulares, despojadas de velos, las de lascivia feroz, las neutras, las tibias, las respetuosas. Continua con las que ven, y con las que no ven… En este caso pienso si se refiere a algún comensal con cataratas, pero a estas alturas ya solo busco la trama.
Es  entonces cuando se detiene en los horarios de trenes.  Ese tema le lleva y le trae, de verdad. Es como si mereciese dejarse a un lado la narración para dejar claro los horarios de trenes que circulan de acá para allá y de allá para acá.  A este hombre lo dejas en el intercambiador de Moncloa y te hace una trilogía.
También escenifica una cena que no me aclara para qué sirve, aunque puede que lo que pretenda sea que nos hagamos una idea de cómo son las high tables. cenas tipo en Oxford Colleg. Digo yo.
Utiliza en repetidas ocasiones “tenía a bien” y el pronombre “yo, yo, yo…” ¿Pues quién va a ser si habla en primera persona? Además también utiliza permanentemente paréntesis aclaratorios que para mí, sobran. En fin, que voy por la página cien, y ya estoy haciéndome preguntas sobre si me interesará saber más sobre trenes, cenas en el college, miradas continentales y de más profundidades, o lo dejo en plena estación agarrado a una guía de trenes y me voy a otro libro mas interesante.
Si él dice que Galdós tenía desfallecimientos estilísticos brutales por qué no puedo yo decir que Marías es poco ocurrente, su expresión es vulgar, y acumula frases hechas.
Es posible que si continuo con la lectura de “Todas las almas”, si me contengo y espero, acabe comprendiendo lo que nos quería decir con eso de que en Oxford no conocían los orígenes y problemática del prota. Quizá el meollo de los horarios de trenes tenga una doble lectura que más adelante comprenderé. Y es posible  que también acabaré entendiendo el problema del warden o director del colleg, que al presenciar  el prominente busto de una mujer,  entró en éxtasis y aporreó la mesa con un mazo hasta dejar los filetes sin guisantes.

Sí, seguro que todo tiene un por qué. Pero… ¿por qué, precisamente yo, tengo que perder mi tiempo en enterarme?

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