Es
difícil cambiar nuestros talentos. Recuerdo que a mi calle llegaba todas las
mañanas “el melonet”, un frutero que vendía melones. Mi padre lo adoraba porque le guardaba los
más pasados, los que estaban a punto de perderse. Él decía que eran los más
dulces y, como mi padre era goloso, no había quién comprara en mi casa melones
que no fueran de “el melonet”. Su llegada se anunciaba a bombo y platillo con
una pequeña trompeta, como la del afilador. Nos asomábamos ilusionados, y allí
estaba él, subido a su furgoneta del año
de maricastañas con los cristales rotos y un destornillador que le permitía
atrancar las ventanillas si refrescaba.
Un
día no vino. Nos enteramos de que le había tocado un buen pellizco en la lotería
y pensamos que ya nunca más lo volveríamos a ver. La verdad es que lo echábamos
mucho de menos, sobre todo mi padre, que se pasó a la sandía en señal de duelo.
Pero
no habían pasado ni dos meses cuando escuchamos de nuevo la trompeta que
anunciaba la llegada de “el melonet” Cuando salimos al balcón, vimos al frutero
subido en un BMV de gama alta, conducido por un chofer uniformado que le abrió
la puerta, mientras él, ceremonioso, abrió el maletero y sacó los melones
pochos con un gesto que fue aplaudido por el vecindario. Mi padre volvió a ser
feliz y “el melonet” continuó ejerciendo su profesión con entrega y dedicación,
aunque eso sí, en BMV.
Y
hoy, cuando he visto a las masas en la Autónoma arengadas por líderes con
representación parlamentaria, cuando he visto no una protesta estudiantil sino
unos revienta actos, promovida precisamente por profesores que deberían fomentar
el intercambio de ideas y el respeto a expresarse, cuando los he visto dejando
papelitos tipo pancartas en el parlamento, he recordado a “el melonet” con
mucha nostalgia. Porque así como el frutero era un hombre hecho a la fruta y su
venta, algunos lideres políticos actuales están hechos a la calle, a los
acosos, a las multitudes, a la rebeldía, a encadenarse en ministerios. No pintan
nada en un parlamento, no tiene ni idea de cómo se produce un debate, cómo se
respeta el turno o las ideas de otros, ni cómo se comportan en las democracias
sus líderes. Qué van a hacer en un lugar donde hay que currarse los
presupuestos, quitar de aquí y poner de allá, escuchar, pactar, pero, sobre
todo, hacer proposiciones de ley y no levantar pancartas ni arengas, porque ya
no están en la calle. Ahora pueden hacer algo, pero no es lo suyo, lo suyo es llamar
corrupto a todo el que pasa por allí, levantar pancartas y volver a casa con (el
chofer y el BMV versus acta de diputado), que le ha otorgado el destino y no
tienen ni idea de cómo se hace.
Ya
lo dice el refrán: “zapatero a tus zapatos”
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