Cuando
me piden en los colegios que hablé a los niños de mis libros y, ya de paso, les
trasmita los placeres de la lectura, los imagino entrando en la sala cargados
con sus juegos de ordenador, sus plays, sus drones, sus robots recién estrenados, y se me pone el
pelo tieso como alambre.
Sé
que debo ser escueta, directa, y con un lenguaje atractivo.
Lo
primero que les digo es que ni se les ocurra leer un libro que no les guste,
aunque los profesores me miren con cara de asesinos en serie (frustra mucho, de
verdad), luego les animo a que lean la reseña del libro, de qué va la historia,
si les interesa, y por último les incito a que lean un poquito del principio,
otro poquito de la parte central y algo del final (sin pasarse, claro)
Sin
embargo, después de leer la novela de
Rosa Grau: “Un puñado de amigos y dos cerezas” la que primero colgó en Amazón y
luego publicó la editorial Suma, he cambiado de criterio. Ahora les aconsejo
que pasen del tema y se centren en el tono, aunque trate de la fauna y la flora
en el antiguo Peloponeso. Y es que Rosa Grau
cuenta muy bien. Reconozco que me atrajo el tema desde el principio, que si una
panda de amigos precisamente en la playa de San Juan de Alicante, que si
reuniones por la noche tumbados sobre la arena fría … Oye, mi adolescencia.
“Trae pacá”, dije ilusionada Pero aunque
la panda de Crisita, la prota, está plagada de tíos cuadrados, de biceps y
tríceps, aunque yo en esa etapa de mi vida me pirraba por los tirillas con ojos
clarísimos que no hacía más que recitarme eso de “Me gustas cuando callas…” (aunque
quizá el asunto no iba de romanticismo sino de “¿por qué no te callas un
momento, rica?). Lo cierto es que los “culturetas” con ojos claros y piel
pálida me dejaban KO. Si además
sonaba en la disco una música romántica, ya caía plenamente enamorada hasta que
terminaba la canción, se encendían las luces y se me pasaba.
Su
panda, me refiero a la de Crisita, le daba al sexo, y la mía al confesonario de
tanto que nos alteraban los versos de Pablo Neruda, las canciones protesta, los
bailes agarrados y las sesiones de programa doble en el cine de verano. A mí, al contrario que a Crisita, en cuanto se me
acercaba un musculitos lo imaginaba venga a machacarse en el gimnasio para
ligar y me producía cierta compasión. No así, todo sea dicho de paso, si el músculo
lo había cogido jugando al balonmano. ¡Ay, los del equipo de balonmano! ¿Qué
habrá sido de ellos?
La vida de Crisita y la mía, a pesar de ser cercana,
nos distancia mucho, o quizá solo sus preferencias y las mías, pero a lo que
íbamos, eso no importa cuando se pone a contar, cuando su voz empieza a tomarte
suavemente de la mano y te transporta a su mundo; con gracia, con ternura, con
apasionamiento. Y es entonces cuando funciona la magia, y yo que soy facilona,
me enamoro del musculoso Jhon, y siento todos y cada uno de las sensaciones, inseguridades
y dudas de Crisita. Y todo lo logra la forma que tiene Rosa Grau de contar.
Leer nos transporta a otras mentes, a otros
siglos, a otros lugares. Nos permite ser espías o prisioneros, detectives o
perversos alienígenas, pero, sobre todo, nos hace conocer por dentro a seres
tan diferentes a nosotros que nos enriquece y completa.
Por
eso leemos, porque de esa forma no nos sentimos tan solos.
No
importa el tema aunque digan que se venden los libros por tema, que tienes que
escribir una novela con sexo, por lo menos dos capítulos, con amor no
correspondido, otros dos, final feliz, uno. Porque si no, no funciona. Quizá a Rosa Grau le funcionó el marketing
porque su novela reúne todos los ingredientes, pero a mí me funcionó su voz;
fresca, desenfadada, positiva. Me funcionó el ritmo, los tiempos, la intriga y
la fuerza. Me funcionó su calidad. ¿El tema?, bueno, puede que ese sea el
señuelo.
Felicito
a Rosa Grau y le pido que me cuente lo que le de la gana, pero siempre con esa misma voz, tan atrayente, tan suya y tan
carente de artificiosidad.
2 comentarios:
Muchísimas gracias, Carmen, por dejarte llevar por mi voz. Puede que esté plagada de bravuconearías, inseguridades y desafíos, pero es sincera y llena humor. Y bueno, no vayas a creer todo lo que cuento, mis chicos tampoco veían de serie con una serie de músculos bien definidos, como pueden ser los oblicuos, y que tan bien quedan en los jóvenes de ahora. Se ve que todavía no los habían inventado.
Gracias de nuevo por tu generosidad y tu tiempo. Y, por supuesto, por tan preciosa reseña.
De nada Rosa. me ha gustado mucho y ágora a por la gallina ponedora. No paras.
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