jueves, 27 de mayo de 2010

LAS GALLINAS


Tengo un vecino que está “majara”. Ya sé que “majara” no es un término preciso, y que una escritora no lo debería emplear jamás, pero es que no soy psicóloga, y no tengo ni idea que enfermedad es la de aquellos que mientras hablan y sin venir a cuento, se empiezan a enfadar y parece que te van a dar una bofetada, aquellos que dicen que la culpa de todo lo que sucede en el mundo la tienen los que mantienen en un corral a las gallinas con la luz encendida para que pongan huevos a toda hora, que también tienen la culpa los albanocosobares o los astrohúngaros o los greco-romanos. No sé, algunos de esos. Los que ven confabulaciones a gran escala hasta cuando cambian de sitio la estatua de Colón o el oso y el madroño.
Sin embargo he comprobado que dentro de su desconcierto cerebral, se produce cuando menos te lo esperas, una lucidez extraordinaria. Como si un rayo de luz cruzara el universo de su mente, y fueran capaces de ver lo que no vemos el común de los mortales. Por eso, y no por otra cosa, cuando me lo encuentro, le pregunto por cuestiones del momento. A ver cómo ves tú esto o aquello, o lo de más allá. Entraña un riesgo, pero merece la pena
Ayer me lo encontré en el metro, y aproveché la coyuntura para que me explicara qué piensa él de la crisis económica. Esperábamos en el andén y casi me empuja en uno de sus ataques de furia. Hubo un momento de gran indignación por su parte en la que temí por mi vida: hablaba como siempre, muy deprisa, atragantándose con las palabras, intercalando incoherencias, y de pronto, lo dijo, lo escuché claramente. La culpa esta vez no la tenían los alvanocosobares ni los greco/romanos, no. Ninguno de ellos había propiciado esta crisis, ni tenía ningún beneficio sobre ella. Eran los bancos, por supuesto, los responsables. El mundo financiero, Carmen, que ha matado a la gallina de los huevos de oro. Pero esos caerán, como todos, por su desenfrenada avaricia. Ya es hora de que te enteres de cómo está montado el tinglado:
Solo se salvarán los chinos. Nos van a invadir, tía. Ya se han quedado con el mercado africano. Han pactado con Argentina. ¿No te das cuenta de que todo lo que se fabrica en occidente, lo fabrican ellos y a más bajo costo? Fabrican los zapatos de Elda, los polvorones de Astorga, las yemas de Santa Teresa, los coches, los electrodomésticos... Todo, absolutamente todo lo consiguen más barato. Se hacen con el mercado. El mundo occidental se muere. El capitalismo se los ha comido a todos, y las vacas a las que ordeñaban están ya demasiado flacas parea alimentar a nadie. Los chinos, Carmen, los chinos, ha repetido. Luego se ha subido al vagón hablando solo, y lo he visto alejarse indignado.
Esta mañana lo he confirmado. Ha sido nada más abrir el periódico ADN.
"Pekín. Los trabajadores de la empresa taiwandesa fax com., tendrán que firmar un documento prometiendo que no se quitaran la vida”. Por lo que se ve en 2009 se la quitaron nueve empleados. La compañía fabrica componentes electrónicos para Sony, Nokia, Appel.
Tenía razón mi vecino, tratan a los empleados como a las gallinas, todo el día trabajando para que el beneficio sea mayor. Se acabarán los logros sociales que tanto costó alcanzar. Y me he imaginado a mi misma, sin siquiera poderme suicidar porque lo he prometido. Me ha entrado un canguelo enorme.
No pienso volver a hablar con mi vecino jamás. A ver, qué necesidad tengo yo de soñar con que pongo huevos a toda hora.

martes, 18 de mayo de 2010

CRISIS BASURA


Desde que me he enterado que me bajan el sueldo, recibo cada día mil correos en el que me explican con pelos y señales en qué se gastan el dinero los políticos. La verdad, lo paso fatal. He tenido que tomar pastillitas para poder dormir, tila para no hacer vudu, placa de descarga para no apretar los dientes y quedarme sin dentadura.
Antes, por lo menos, no lo sabía. Quiero decir que vivía en la inopia, y eso me lo ganaba en salud. Ahora sé lo que ha costado la reunión de la cumbre europea, euro a euro, miembros de seguridad a miembro de seguridad. Lo que cuesta traducir a Montilla del catalán al español, que el pobre se trabuca. Las subvenciones a los sindicatos. Las embajadas andaluzas y catalanas que se han montado allende el mar. Lo que cuesta diseñar el mapa del clítoris, y lo que cobran todos y cada uno de los políticos de este país, autonómicos y estatales. Me lo sé como me sabía la lista de los reyes godos. Pregunten, pregunten. También me he enterado de lo que pagan a Hacienda los gerentes, gestores, directores, asesores, enchufado y demás hierbas.
Para qué seguir, un dolor de cabeza tras otro. Me levanto con extrasístoles y me acuesto hecha unos zorros. Sueño con piratas de parches en el ojo, con tesoros escondidos en despachos de abogados, con dinero negro en islas Caimán o Mauricio, en paralelas, en sanciones, en multas, en pérdida de puntos por toser.
Y eso no es nada, me dicen, porque van a subir los impuestos. Prepárate, funcionaria vaga y maleante, que no eres solidaria, que deberías darte con un canto en los dientes por tener trabajo. Y yo me pregunto, en el más puro estilo Leopoldo Abadía. Si yo, pongo por caso, ingreso cien euros en la cuenta de mi banco, ellos me cobran por dejarles mi dinero, por no tenerlo debajo el colchón. Luego cogen mis cien euros y compran lo primero que les viene a la cabeza, que da la casualidad que son bonos basura, que les han vendido los americanos, por cierto. Pierden mis cien euros y el estado les da mis cien euros para que no me cabree al ver mi cuenta a cero, pero como le han dado mis cien euros al banco, se han quedado sin dinero, y me lo tiene que volver a pedir, pero con más gracia, lavándome el cerebro y diciéndome que debo ser solidaria. Y lo que es peor, lo hacen vía bajada de sueldo y subida de impuestos. Los bancos siguen tan ilusionado con mis cien euros, porque a ellos no les puede faltar. Los americanos que nos vendieron la burra de los bonos basura, ahora van y nos pegan la bronca por no ajustar, por no reponer el dinero del estado, que era mío y ahora es de ellos.
¿De quién? Pues ya no lo sé. Creo que me he vuelto a liar.