miércoles, 29 de abril de 2015
martes, 28 de abril de 2015
“GUS Y LA CASA VOLADORA” EN MARISTAS, ALICANTE
No
se puede mover, dice el oculista. Y yo erre que erre. Pues he quedado en
Alicante con los alumnos de cuarto de Maristas y no los pienso dejar
empantanados. Me mira por encima de las gafas. No sabe acaso que se le puede
desprender la retina y eso es gravísimo. Eso se quita con alegrías, le contesto. Prometo ir en Ave. El lunes le daré una
respuesta, dice y se marcha tan
campante. Me paso el fin de semana escuchando audio libros: “Crimen y castigo”
e “Historia de dos ciudades” novelas que todavía no había leído y aprovecho mi invidencia para escucharlas mientras mantengo el ojo cerrado.
“No
se preocupe que el AVE no tienen cigüeñales, ni tapa del delco, ni correa del
ventilador” le digo el lunes nada más entrar en consulta. No tengo ni idea de
qué van esos artilugios, pero se los escuchaba nombrar a mi padre cada vez que el coche pegaba saltos o se paraba. El AVE es otra cosa, no traquetea, se deslizan como si volara…
Se rinde y me deja marchar.
Tenía
cita en Maristas de Alicante para el día del libro desde el mes de octubre. Era consciente de que José
Carlos, el tutor, se había trabajado “Gus y la casa voladora” con los alumnos y
con los otros profesores.
No
podía fallarles, y el ojo, como si se diera cuenta de todo, se clarificó lo
suficiente como para no tener que permanecer todo el encuentro con gafas de
sol.
Vi
entrar a los alumnos en fila, silenciosos, expectantes. Ocupaban sus asientos
en el salón de actos y me fui poniendo nerviosa. Me miraban y se sentaban.
Algunos cuchicheaban. Cada vez entraban más y más. No podía imaginar que tanto
niño hubiese leído y trabajado a Gus.
El
día de la presentación de esa, mi primera novela infantil, cogí el libro en la
mano y soplé como se sopla a un vilano, pidiendo que volara muy, pero que muy
alto. Y mientras iba viendo que los niños ocupaban su asiento, comprendí que
era cierto, que mi deseo se había cumplido, que Gus había volado alto gracias a Jose Carlos, a Maristas, a Salesianas, a las Esclavas del Sagrado Corazón.
Tengo
claro que los niños dicen lo que piensan, que cuando se aburren, desconectan,
que si te pones muy pesada, hablan por los codos. No en vano he sido niña y con
muy poco aguante para los pesados.
Comienza el acto y se inician las preguntas. Son preguntas estupendas, propias de quien se ha leído el libro y quiere saber. Les preocupa que un personaje diga tacos. Les explico que los malos actúan así, son prepotentes, avasalladores y malhablados. Quieren saber por qué se me ocurrió la historia de una familia tan numerosa, por qué vuela el sillón, por qué “La armada invencible”, por qué Clarita es gafe, y por qué los neandertales pintaban en las cuevas con las pinturas que les prestó Clarita.
Comienza el acto y se inician las preguntas. Son preguntas estupendas, propias de quien se ha leído el libro y quiere saber. Les preocupa que un personaje diga tacos. Les explico que los malos actúan así, son prepotentes, avasalladores y malhablados. Quieren saber por qué se me ocurrió la historia de una familia tan numerosa, por qué vuela el sillón, por qué “La armada invencible”, por qué Clarita es gafe, y por qué los neandertales pintaban en las cuevas con las pinturas que les prestó Clarita.
Y
por fin me leen el trabajo que han preparado por grupos. Un comienzo original,
una alternativa al nudo, un final diferente y otros personajes. Me gusta tanto la creatividad que desbordan
que me animo y les digo que voy a escribir una segunda parte, que se me llena la cabeza de ideas solo de escucharlos.
Termina
el acto con la dedicatoria del libro. Voy muy rápido, demasiado. Son muchos niños
y el autobús espera. Mientras firmo, alguno me anima a seguir, a escribir una
segunda parte. Sí, escríbela, me sugiere otro en voz muy baja. Les prometo que
si lo hago tomaré en cuenta sus sugerencias y que los nombraré en el libro. Una niña me dice que las ilustraciones son
demasiado pequeñas. Estoy de acuerdo con ella. Valentí Ponsa se merecía más espacio en el libro.
Les
preguntó con mucho miedo si les ha gustado la historia. Jamás hago esa pregunta
a los adultos, pero los niños dicen la verdad. Ellos contestan al unísono.
Siiiii. Y a mí, de pronto, por arte de magia, se me cura del ojo.
Lo sabía, las alegrías lo curan todo.
Estará
contenta, me dice el oculista cuando regreso el lunes a revisión. El ojo está
casi curado. Y yo no le cuento por qué ha sido, pero fue aquel siiii, tan
espontaneo con los brazos en alto el que me curó. No hay duda.
Gracias
a José Carlos, al resto de los tutores
de cuarto. Gracias a Amelia de 4ºB, a Irene Costa de 4º A, a Inés L, Julen,
Inés V, Carlota de 4ºD, a Ismael de 4ºC por encargarse de hacerme las preguntas.
Y, por supuesto, a Elena Hernández de 4B
por leerme ese nuevo principio que entre varios habían organizado, lleno de
patitos y patazos. A Irene de 4ºC por ser la que leyó un cambio en el nudo con
un Pipitono extraterrestre enamorado de Clarita, a Roberto por ser el que me
contó lo que había tramado con Guille, Guille E y Germán de 4º D para pillar al
tramposo de Strogonof, y a Javier Sánchez por trasmitirme las ocurrencias de
4ºA con la visita a los faraones, a Moisés y por la sugerencia de que no nos
asustemos si algún día vemos un sillón volador. Al fin y al cabo no son más que
ellos, los personajes de la casa voladora.
Gracias
a todos los que participasteis y me curasteis con vuestra atención y cariño. Y
por favor, no dejéis nunca de inventar historias como las de Pipitono y los
patitos, porque se curarán todas vuestras enfermedades y disgustos.
viernes, 17 de abril de 2015
LAS CADENAS
Ayer
por la mañana recibí un WhatsApp en el
que me decían que si rezo una novena a San Pancracio, se me pasarán todos los
males y se cumplirán todos mis deseos, pero que luego lo debo reenviar a 10
personas, y que de nos ser así, multiplicarán mis desgracias al mil por uno.
Por
la tarde noté un ojo borroso y me fui a urgencias. En el Hospital me dijeron
que tenía un derrame interno, que podría ser grave por si se me desprendía la
retina, y me recomendaban reposo absoluto. Bueno, pues fue salir del hospital y
caer cual rana en plena calzada. No solo me preocupó que habría sido de mi ojo
ante tamaño trompazo, sino que no se me acercara nadie. Deduje, como ya he colgado
en otra entrada, que estaría la calle hasta la bandera, ya que según estudios
psicológicos muy cotejados, cuanta más gente haya a tu alrededor, menos te
atienden. Por fin se acercó un grupo de tres ancianos, pero para mí sorpresa,
no lo hicieron para socorrerme sino para contarme cómo se habían caído
ellos en diferentes etapas de su vida.
Me apoyé en un coche y traté de incorporarme, mientras uno me señalaba, estirando
el brazo y haciendo crecer su dedo índice hasta alcanzar dimensiones
extraordinarias, una esquina para que me hiciera una idea del lugar exacto de
su último percance. Intenté andar y poco
a poco lo logré, cosa que regocijó una
barbaridad a los ancianos. Después de lo cual me despedí y los dejé
ilusionadísimos contándose sus desgracias y la ubicación de las mismas.
Decidí
regresar en un taxi a casa porque lo que me seguía preocupando no era haberme
roto el hueso del pie, ni haberme llenado de heridas la rodilla, sino que se me
hubiera desprendido la retina, esa que andaba renqueante con el derrame de las
narices. En cuanto el taxista vio mi pantalón desgarrado y mi cojera, se le
soltó la lengua y me contó con todo lujo de detalles, que su cuñado, ya ve
usted, había fallecido de un infarto
encima de un plato de fideos. “Es que no somos nada.”
La
verdad, no veía la hora de llegar a casa. Desde entonces estoy encerrada e
inmóvil. No he salido de casa, ni siquiera para que me venden el tobillo.
¿Será
por no haber reenviado el correo en tiempo y hora? ¿Habrá sido San Pancracio
por lo de la novena? ¿Por qué no dejaran de una vez de mandar esos correos tan
apocalípticos?
martes, 14 de abril de 2015
CAMPAÑA ELECTORAL
Empezamos
la campaña electoral y ya no hay quién los pare. Ahora nos quieren convencer,
como siempre, de que lo que no han hecho hasta ahora lo van a hacer ya, pero ya
mismo. El problema del que aún no se han dado cuenta es que la fuga de votos no
se va a producir porque hayan salido corruptos hasta de debajo de las piedras. Porque
eso, como ellos dicen, le puede pasar a cualquiera, sino que durante todo el
tiempo que se han mantenido en el poder, unos y otros, no han hecho nada,
absolutamente nada, para evitarlo.
¿Que
los nuevos partidos serán igual?, pues es posible, pero lo que sabemos, lo que
tenemos clarísimo, es que los que estaban no movían un dedo para evitar las
puertas giratorias, los masificados aforamientos, las dietas desmesuradas e
inútiles, los miles de asesores, las obras faraónicas, los no funcionarios que
copaban la administración por arte de birlibirloque, la falta de apoyo a la justicia, la utilización de la
enseñanza para sus propios fines. Se puede conseguir votos de los católicos
hablando de que acabarán con la ley del aborto y luego dejarla empantanada para
no perder votos de los otros y luego volver a decir… Se puede hablar del
trasvase y luego olvidarlo para no perder votos de aquí y de allá. Se puede pedir
respeto para los trabajadores y quedarse con su dinero, se pueden montar cursos
para parados y robar. Se pueden haber hecho la vista gorda para tantas cosas y
luego decir que no lo harán más, que van a promulgar leyes estrictas. Demasiado
tarde, ya no hay quién se lo crea. Porque el problema no está en los corruptos
sino en las leyes que los amparaban y contra las que ninguno de los partidos tradicionales,
movieron un dedo para acabar.
Es por
pura salud democrática que esto cambie, o que, por lo menos, el pueblo pida un
cambio. Ya no cuela lo de los corruptos, ni lo de que los nuevos también lo
serán. Lo importante es que el pueblo no perdone el incumplimiento, ni la
chalanería. Y eso ha durado años y años, con un partido y con el otro (el tú
más, da hasta nauseas)
Nadie
cree a estas alturas que un determinado político les haya salido rana por
sorpresa, cuando ya fue denunciado hace muchísimos años en su parlamento. Hemos
presenciado tantos desmanes, que si no hay un cambio, estamos perdidos. No
importan las ideas, pueden ser de izquierdas o de derechas, pero hay que
mojarse. Se puede decir que se parará la construcción del AVE, o que la
Seguridad Social será solo para los españoles. Se puede anunciar una subida de
impuestos para apoyar a los más desfavorecidos y arriesgar votos, o proponer la
ayuda a la empresa para crear puestos de trabajo. Se podrá estar de acuerdo con
eso o no, perderán votos por ser sinceros o los ganarán. Pero hay que
arriesgarse con programas en los que de verdad crean, porque al decir lo que
piensan hacer con tu voto, están demostrando una valentía que necesitamos. Pero engañar,
conseguir apoyos a consta de lo que sea para luego hacer mangas y capirotes con
ellos, huele rematadamente mal, es imperdonables y los españoles no nos lo
merecemos.
sábado, 11 de abril de 2015
¿POR QUÉ SER EL MEJOR?
¿Por
qué ser el mejor si se puede ser normal? Actualmente hay una obsesión en hacer
de los chicos una especie de superhombres en pequeñito, de prepararlos para la
lucha encarnizada. Los llenan de actividades al salir de clase, les apuntan a
deportes, a saltos de altura, patinaje artístico, qué se yo. Les obligan a
competir, a ganar por encima de todo y, sin embargo, olvidan enseñarles a ser
auténticos amigos, a comunicarse, a respetar otras formas de ser y actuar. Se
olvidan de enseñarles lealtad, a levantarse cuando caen, a ponerse en el lugar
del otro, a perder, a ayudar a personas mayores o enfermas. No les
enseñan a hacer un alto en el camino para recoger al otro. Pero, sobre todo, no
les enseñan a reír como locos, a jugar como locos, a inventar como locos, a
atreverse, a vivir un mundo lleno de fantasías y esperanzas. La vida que les
espera, dicen los padres, es demasiado
dura para perder el tiempo en imaginar, comprender, jugar, reír. Y a esos
héroes pequeñitos se les enseña sobre todo a odiar, unas veces a ese progenitor que, aunque se marchara, los continua
queriendo más que a nada en el mundo, a los que no hablan su idioma, a los que
hicieron daño a su abuelo materno o paterno allá en por el año… Enfrentamiento,
lucha, principios impuestos y dolor; muchísimo dolor.
Un
psicólogo me comentaba que es tan baja la capacidad para superar adversidades
de algunos adolescentes, que se suicidan por algo tan simple como que les den
calabazas, les suspendan, no ser seleccionados para el equipo... Es el primer
rechazo que han sufrido en su vida, me decía. Ni un límite hasta el día que se
enamoran. El superhombre cae derrumbado al tropezar con la primera piedra de su
camino. Como si no supieran los padres todas a las que se van a enfrentar. ¿Qué
ocurre entonces? ¿Acaso solo queremos triunfadores a costa de su humanidad, de
sus principios, de su felicidad?
miércoles, 8 de abril de 2015
DELITOS CONTINUADOS
Tenía
un profesor de Derecho Penal que era un auténtico comunicador. Nos mantenía al
borde de la silla desde que empezaba la clase hasta que se marchaba. Todavía recuerdo cómo nos hablaba de los
delitos y las penas mientras paseaba de
un lado para otro del aula. Lo hacía con altibajos de voz y elevación de brazos
para crear más impacto. “Piensen ustedes en el caso de la asistenta que hoy
roba una cuenta de collar; mañana, otra, pasado, otra… hasta acabar quedándose con
el collar entero.” “¿Qué tenemos?” preguntaba, y proseguía su deambular por el
aula sin esperar respuesta. “Un delito continuado tipificado en el artículo 74
del Código penal.” “¿Y que pena se aplica?” Entonces se hacía el silencio, solo
se escuchaban sus pasos lentos, algún estornudo, nuestra respiración expectante,
hasta que de pronto se paraba en seco, miraba a su alrededor y gritaba como si
acabara de descubrir la piedra filosofal: “¡La pena máxima en su grado mínimo!”
Es absolutamente imposible olvidar el delito continuado cuando te lo explican de
una forma tan didáctica. La verdad es que “el penal uno” lo suspendían muy
pocos, no porque el catedrático fuese un
blandengue, sino porque no nos perdíamos ni una sola de sus clases. Y al
terminar el curso éramos unos auténticos expertos en valorar las penas según
los delitos o faltas cometidas.
Hoy,
después de tantos años, y no habiéndome dedicado al Derecho Penal, todavía me
aventuro a valorar el tratamiento dado a algunos delitos, los que continúan,
claro.
Por
eso, cuando leí en la prensa lo de las tarjetas black, recordé a mi profe
paseándose de un lado para otro del aula, su brazo levantado, sus silencios, pensé;
hoy una cena, mañana, otra, pasado, un coche, al otro, un viaje… Ya está, grité
emocionada: como la asistenta y el collar. ¡La pena máxima en su grado mínimo!
Pero
en estos tiempos ha debido cambiar mucho el Código penal porque no solo no han
aplicado la pena, sino que casi meten en la cárcel al juez que quiso tomar
cartas en el asunto. Por de pronto, lo apartaron de la carrera judicial. Luego
dijeron que era una mala persona y un dictador y un … pero lo cierto es que
hasta que no se cometió el delito continuado, nadie había movido un dedo contra
el mala persona, y dictador, y mal juez, y…
Por otro lado, en vez de dedicarme al penal,
me dediqué al fiscal. Y no recuerdo en todos los años que pasé por la carrera,
que las asignaturas estuviesen tan unidas como para que la asistenta que robaba
una cuenta de collar, mañana otra…, además tuviera que pagar impuestos por
habérsela llevado. ¿A qué tipo iría la cuenta?, ¿al reducido o al normal?
Menudo lío tienen ahora los ladrones, no se les condena por el delito cometido sino
por el IVA e IRPF que debió ingresar en las arcas públicas. Y como una cuenta de
collar por sí sola, no alcanza el valor para que sea delito fiscal, pues aquí
paz y después gloria.
Que
difícil se hace comprender el mundo cuando te vas haciendo mayor. Y luego hablan
de lo complicado que es el whatsApp o twitter, o likedin. Si eso es pan comido
en comparación a cómo nos venden la moto, ¿digo moto? ¡La motosierra!
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