domingo, 5 de febrero de 2012

PODAR UN TEXTO









Ronaldo Albadalejo Castaños era un hombre ampuloso, se lo habían dicho en la editorial donde había llevado algunos de sus relatos, se lo habían dicho en el taller de escritura al que acudía los sábados, se lo habían repetido en la tertulia literaria de los viernes.
-Alba, ¿es que no te das cuenta de que de tanto contar, de tanta información y de tanto rodeo, se pierde la historia?
Ronaldo sufría por no encontrar la palabra adecuada que limpiara el texto de adjetivos, complementos directos y predicados.
Trataba inútilmente de centrar sus ideas, encontrar el término exacto, la frase contundente, la metáfora de situación rotunda que lo dijera todo y que además no lo dijera, y que insinuara lo que no se decía, y lo que se hubiera dicho de haberlo querido decir
-Lo implícito, señor Albadalejo,
-Lo sugerido, Ronni.
-Decir en el no decir, como si un hombre en silencio te guiñara un ojo.
Albadalejo soñaba con guiñar un ojo de forma tan sugerente que todo el mundo asintiera cómplice a sus discursos.
Pero ese era el problema, que cuando leía lo que sus contertulios habían escrito no entendía nada. No tenía ni idea de qué iba la historia que tan escuetamente contaban. Sin embargo, al ver al resto asentir satisfechos, incluso aplaudir, él también aprobaba.
-Muy bueno, si señor. Buenísimo.
-Es lo último, desengáñate.
Los escritores de su generación sabían qué era lo que se esperaba de ellos; ser Carver, pensar como Carver, soñar como Carver.
Leyó en una revista de divulgación que Carver había sido, como él, un hombre exhaustivo que había tenido la suerte de encontrar al editor Gordon Lish, el que había podado el cincuenta por ciento de su obra. El artífice del estilo que había hecho de Carver el escritor más leído en los talleres de escritura, y más aclamado por los jurados de premios literarios
Se habían hecho mil y una versión del relato más copiado de la historia: “Conservación”.
Y sin embargo, él, Ronaldo Albadalejo Castaños no era capaz de cortar, triturar, depurar, y sacar la miga al pan.
Hombre meticuloso y luchador que había logrado encontrar tema, voz y hasta la forma para un relato, no había logrado encontrar el modo de podar un texto.
Lo había escuchado infinidad de veces, escritores prestigiosos que pasaban las noches y los días buscando un adjetivo. Pero él no se conformaba con un adjetivo, quería “el adjetivo”; único capaz de describir su presentación, su nudo, su desenlace.
A las dos de la madrugada escribía su texto que constaba de tres folios, a las siete, de uno, a las doce del medio día había conseguido tachar y sustituir hasta dejar el texto reducido a diez líneas. A las seis de la tarde solo quedaban tres, y a las diez de la noche lo envió al concursos de microrelatos.
Fue rechazado por extenso y farragoso.
Murió del disgusto tres días más tarde.
Sin embargo tuvo la suerte de que cerca de él, cuando exhalaba el último suspiro, se encontrara un profesor emérito de literatura. Y entonces parece que sí, sí había dicho la frase concisa que abarcaba el universo en sí misma.
No se habló de otra cosa en los siguientes treinta años. Su frase fue traducida a diferentes idiomas. Su último estertor se estudia en las universidades de todo el mundo.
Aunque Ronaldo Albadalejo Castaños tenía memorizada una frase para decir en sus últimos momentos de vida, dicha frase salió de su boca distorsionada e intraducible por la cánula del oxigeno.
Y ahora, en las tertulias literarias, en los concursos, en las editoriales y en los círculos literarios, todo el mundo trata de repetirla, o imitarla, aunque nadie, ni siquiera el profesor emérito de la universidad, tienen muy claro qué quiso decir, pero se guardan muy mucho de reconocerlo.

9 comentarios:

leo dijo...

Me ha encantado, Carmencita. Pobre Ronni. Más le valiera haberse dedicado al fútbol...

Unknown dijo...

Ja, qué bueno, Carmen. A mí me gusta lo sugerido más que lo explícito. Pero es verdad que se ha creado un halo de adoración a ciertos escritores que resulta ridículo. Aplaudir un texto, sin más, porque es de Carver o de Salinger, o de Borges, es de horteras, y hay magnífica literatura que no tiene nada que ver con ellos.
De todas formas, a mí me parece que lo mejor de la novela es la intuición y no el entendimiento. Pero aquí cada uno se defiende como puede :-)

Sir John More dijo...

En literatura, como en el amor, buscar es garantía de no encontrar. Se trata de poner las condiciones, y luego que la cosa funcione naturalmente. Si se pretende lo excelso, se encuentra el ridículo. Y si no se pretende nada más que soltar lo que no puede quedarse dentro, igual aparece lo excelso... o no. En literatura, como en el amor, la cuestión es disfrutar de lo que uno trabaja y vive... Muy linda la historia. ¿No estáis rodeados de gente que sueña con lo excelso desde los talleres de literatura? A mí siempre me parecieron como academias para enamorarse... Y es curioso porque varios amigos, alumnos de esos talleres, me dijeron que me mandarían algo para que les diera mi opinión, y nunca, nunca, me mandaron nada... Como yo con el amor de jovencito, venga a darle vueltas y vueltas, y hasta que no me cansé y dejé de pensar en él, no llegó el muy jodido... Besos.

Miguel Pasquau dijo...

En cambio, Raúl Antúnez Castañeda, cansado de su absoluta incapacidad, compró a doce escritores de éxito las palabras tiradas a la papelera; y con los restos secos de las podas, reciclando tanta literatura frustrada, levantó un edificio sin formas lineales, sin estructura definida, más bien una amalgama de habitáculos, un hogar hecho de retazos y adjetivos donde crecieron raíces, se entrelazaron tallos, y brotaron hojas selváticas.

carmen dijo...

Gracias por tu ánimo Leo.
Creo que por mucho dinero que gane Ronaldo, sus últimas palabras no se repetirán en universidades. Eso es lo que algunos quieren; dinero, o fama, o una buena pensión, o amores, o aventuras. ¿Por qué van a querer todos lo mismo y escribir de la misma forma?

carmen dijo...

A mi también me gusta lo sugerido, Angel. Pero, sobre todo, la diversidad y la originalidad. Y si leo que un nuevo relato parecido a "Conservación" ha ganado un premio literario, me cortaré la coleta como Lucía Echevarría para que se muera todo el mundo de pena y desaliento.
Ja,ja ja

carmen dijo...

Sir, creo que has dado en el clavo. Se busca lo excelso y se acaba haciendo el ridículo, pero sobre todo los miembros de jurados de pacotilla que no tienen ni idea de lo que es la originalidad.

Sir John More dijo...

Uy, hace años que dejé de presentarme a concursos de cuentos, no porque creyera que los míos eran buenos, sino porque luego veía los premiados y ¡madre mía del amor hermoso! Creo que ni siquiera había tongo, era una cuestión pura de ignorancia del jurado...

carmen dijo...

Miguel, por lo que cuentas, el incapaz no era Raúl Antunez Castañeda, sino los depredadores que arrojaban perlas a la basura como si tal cosa, o mejor, que él convertía en perlas. Qué tío, eso es lo que yo busco cuando leo.
Gracias por visitame.