sábado, 26 de enero de 2019

AL LORO



                                  





Se me ocurrió darme de alta en un grupo de Facebook del barrio, más que todo porque te ponen al corriente de los avatares del día a día. Así, mientras estoy de vacaciones, me entero de qué cafetería ha cerrado, que nuevo comercio ha abierto, los árboles que se caen, la cantidad de bancos innecesarios que colocan, las flores que se marchitan y lo mucho que sisa el de la tienda de la esquina. También me entero de que ponen muchos jardines, de que no limpian ninguno, de que lleva un folio blanco en el jardín de la avenida de Bruselas desde hace dos semanas sin que los equipos de limpieza den razón.
Me gusta estar al día, de otra forma viviría despistada, sin saber que el folio no lo retiran pero las cacas de perro van a ser localizadas gracias al ADN, y van  a poder pillar con las manos en la masa a todo amo de perro que no las recoja.
A ver cómo le dicen al empleado que “pasa” del folio, que se implique en la recogida de caca de perro para analizar.
Es todo surrealista pero enormemente informativo.
También te enteras a tiempo real de que ha llegado el Samur o los bomberos en tal o cual vivienda en plan ¿Qué ha pasado?, espera que me asomó. Según el portero ha sido un mareo, una caída o...
Lo malo es cuando te descubren hechos inquietantes ante los que no puedes hacer nada. Esta mañana, sin ir más lejos, he leído:
“Hola a todos. Os informo de que un individuo que se pasea por el barrio con 2 pitbull (cabeza rapada y tatuada) se ha dedicado en los últimos tiempos a extorsionar adolescentes (amenazándoles de muerte a ellos y a sus familias si no le daban dinero). Con este método ha robado a varios chicos, fotografiando además sus DNI para tener sus direcciones. Se le puede ver habitualmente por el barrio (parques, Carrefour, parroquia, calle Bruselas) paseándose impunemente con sus perros de presa a los que lleva sin bozal u probablemente sin licencia. Espero que la policía le ponga en su sitio. Pero si eso sucede será por poco tiempo, lamentablemente.”
Por lo visto es un tipo conocido, nativo del barrio de la Concepción, menudea y se ha rapado el pelo. La policía está harta de detenerlo para ser puesto en libertad a los pocas horas. En el foro animan al vecindario a que denuncien o que se reúnan varios y lo “inviten” a marcharse. Yo confío en que no recoja las cacas de los pitbull y lo pillen, aunque si no tiene licencia...
Tengo miedo porque él tiene cuchillo y yo tan solo tacones de aguja, que ahora me pongo hasta para hacer footing. Los vecinos nos animan a la acción, dicen que avisemos para pillarle in fraganti. 
Se ha colgado en el foro una foto de Juanillo con capucha para que podamos identificarle.
Ante esos hechos tan escalofriantes, he comprado un corcho para mi habitación, y con chinchetas de varios colores, según la importancia, he pegado la foto de Juanillo con o sin capucha, la del folio momificado, las cenizas y botellas de los jardines, dos de cacas de perro secas, y varias de obreros poniendo el barrio patas arriba para que no caigan más árboles pochos.

Hay que estar al loro.

jueves, 17 de enero de 2019

LOS EUROS NUBIOS



                                   




Vivir la época del timo por antonomasia y que te coja ya talludita, tiene sus ventajas. En primer lugar porque te arriesgas menos y en segundo, porque los ves venir, aunque no siempre.
Compré dos entradas en Atrápalo para el teatro y, por si las moscas, pagué un seguro que me ofrecían, ya que nunca se sabe. El caso es que las moscas hicieron su aparición y, como  la gripe está que arde, pilló a mi amiga con fiereza. Traté de hacer uso de mi seguro para anularlas, pero no había modo ni posibilidad de hacerlo. La respuesta en la red era siempre la misma, que no era su culpa, que a quién Dios se la de, San Pedro se la bendiga... Traté de llamar por teléfono para ver si me daban razón y esperé, escuche música, interrupciones y palmaditas en la espalda para que continuara en línea que ya venían, mujer. Y por fin el clic de colgar. Como soy de resistir, lo intenté hasta en tres ocasiones. Unos días más tarde recibí un correo la mar de cariñoso de Atrápalo, interesándose por la función y preguntándome si me había gustado. Les pedí que me explicaran para qué había pagado yo un seguro. La contestación fue más esotérica si cabe. Me enviaban un enlace que se supone era la piedra filosofal que daba respuesta a mi pregunta y a todas las preguntas sobre el universo, porque al abrirlo la pantalla se quedaba negra como boca de lobo.
Me dediqué a buscar en “opiniones” la valoración que se hacía de dicha empresa en las redes. Los ponían, como imaginaba, a caer de un burro, pero la opinión que más me gustó fue la de los billetes de avión, porque todos hemos sufrido ese atraco alguna vez. Te muestran el precio de un billete para viajar a un precio asequible, pongamos 60 euros, pero ese precio solo es si pagas con tarjeta mastercard. Rellenas mil preguntas, das veinte mil datos, te intentan colar un seguro, dos maletas facturadas, un coche alquilado y varias ruedas de repuesto. Tú, que te crees un lince, mantienes la concentración para no caer en el engaño. Logras continuar el proceso en los sesenta euros, hasta que le das a confirmar. Y es en ese instante, justo ahí, cuando los sesenta euros se convierten por arte de birlibirloque en cien o más. Ya no tienes vuelta atrás. Llamas y escuchas música sin cesar, todos los operadores están ocupados. Según el timado que lo explicaba en la red, cuando dicen mastercard se refieren a tarjeta ¿Maestra? que ni sé lo que es ni creo que la tenga nadie. Así que te fastidias con el importe.
A mí me recuerda al crucero por el Nilo en el que unos chicos te enviaban mercancía desde una faluca a precios increíble, y cuando decías que sí, que te la quedabas, te doblaban el precio, porque según ellos se estaban refiriendo a euros nubios. En el Nilo te hacía gracia, porque era poca cantidad y los chicos estaban en malas condiciones, pero que Atrápalo nos engañe con el truco de los euros nubios, ya es de circo.

Da pena que la administración no ponga límite a esos desmanes, y como son lentejas, ha salido un portal que te avisa de las males artes de algunas empresas, se llama Scamadviser. Lo digo por si a alguien le sirve.  Yo por si esa empresa también tiene gestores ocupados y música de baile, me he encerrado en casa para que no entre ni un euro nubio más en mi vida.

jueves, 3 de enero de 2019

                                              




LA LITERATURA Y EL MARKETING









La tarea de leer se ha convertido últimamente en una prueba de obstáculos, y eso hace que cada día me cueste más hacerlo. Dejo un libro tras otro, un más vendido de esos, abandonado en la estantería de bodrios.  Y es que “el más de lo más” y el premio prestigioso donde los haya, ya no significa nada.
Hace años me presenté a un concurso de cuentos en el que tenían que votar los otros concursantes. El que más votos consiguiese, ganaba. Lo de la calidad y esas nimiedades eran lo de menos. Eso sí, fue un no vivir. Había algunos expertos que nada más ver tu escrito, te ponían por las nubes y te pedían que leyeras el suyo. Como soy facilona, los leía y me sabía mal no puntuarles. Así, a toda hora. Uno tras otro. La mayoría de los cuentos eran más malos que un dolor, pero no lo ibas a decir después de su esfuerzo en leerse todo lo que se colgaba en la red. A las doce de la noche estaba agotada de tanto leer, de tanto valorar y de tanto trasiego. Fue una auténtica lucha a muerte, hasta que me di cuenta del juego y abandoné a los autores y a mi relato a su suerte. Fueron días agotadores. Por supuesto ganó la más víctima, la que te contaba la historia más desgarradora, no de ficción sino de su propia vida, cuando respondía a los comentarios de otros. Quería infligirte un dolor “tremebundo” y un deseo “inenarrable” de que la votaras a ella o “fenecería” en breve. Decidí que nunca más volvería a presentarme a un concurso de resistencia. Aquello ni era literatura ni era nada.
Empezó a bajar mi moral y cada vez me daba más pereza leer. Luego me enteré de que a los conocidos de toda la vida les publican editoriales fuertes y de que la historia está tan retocada por los lectores de la editorial, que ni el propio autor reconoce su obra. Cantantes, actores, presentadores, contertulios y periodistas llegados de los confines del mundo llenan la Feria del libro con colas que dan varias vueltas al ángel caído y desembocan en la caseta.  Eso no debe ser nuevo, pero sí más normal ahora que antes. Se cuenta que sir Conan Doyle preguntó un día a su hijo si había leído su última novela, a lo que él contestó. “Y tú, ¿la has leído?” En cualquier caso, primero se hizo famoso y luego pagó negros para que la literatura le continuara aportando pingües beneficios.  Ahora por lo que se ve, o vendes que te las pelas habiéndote editado tú mismo en Amazon, o te quedas con las ganas de que una editorial apueste por ti.
En la feria del libro de Fráncfort, se apuntó un dato esclarecedor. Los escritores ya sean editados por ellos mismos o por editoriales, dedican el 59% de su tiempo a tareas de marketing y comunicación de sus libros, especialmente en internet.  Un escritor hoy no puede dedicarse tan solo a escribir. La diferencia de escribir en la era de internet, es que un autor no puede permitirse desconocer todo sobre el mercado donde va a vender su obra. Debería conocer antes la situación y las mejores estrategias para crear lectores. Ya no es la editorial la que se encarga de ello, menuda pereza y riesgo. Al fin y al cabo es un negocio, dicen. Y ¿la calidad, la originalidad y la creatividad? Desengáñate; un negocio. Y así les va a las pobres librerías que luchan a brazo partido para sacar adelante su negocio, sus descubrimientos, sus apuestas.
La crisis pudo con el mercado y hoy tenemos treding topic, influencer y demás fanfarria, pero de literatura, un poco menos.