IMAGEN: JULIEN MALLAND
Tengo la sensación de que los españoles nos hemos jugado el porvenir al ajedrez.
Cuando surgió el movimiento 15 M, miles de ciudadanos estábamos esperanzados. Ya está bien, decíamos. No puede quedar impune tanta corrupción de un lado y de otro. Y surgieron movimientos revolucionarios que pugnaban por acabar con ese desmadre, y hablaban de la casta, de los aforados, de la imposibilidad de acabar con la avaricia de los poderosos. En fin, una esperanza. Pero llegaron los salvadores y descubrimos que, al igual que unas piezas de ajedrez, su lugar era el que habían ocupado hasta ese momento, el de la protesta, la rebeldía y el escandalo.
Protestaron por la mentira de las armas de Irak y nos gustó. Utilizaron cacerolas para hacerse escuchar y nos gustó, se vistieron de superman para evitar desahucios de viviendas hipotecadas por un valor muy superior al real, y nos gustó. El pueblo ilusionado cambió su voto, y llegaron al poder en muchos ayuntamientos, en comunidades autónomas. Fue entonces cuando descubrimos que no sabían hacer otra cosa que caceroladas, escraches, encadenarse al Ministerio de Defensa y protestar. Acabar con las fronteras en el mundo, declararse pacifistas para con los que tienen sus mismas ideas e implacables con los que no las tienen. Denunciaron que hubiese lugares de culto en recintos públicos, pero en vez de hacerlo con argumentos, de forma pacifica, lo hicieron, como lo habían hecho todo hasta entonces, a las bravas. Y ahora que una parte del pueblo les ha pedido que sean ellos los que gestionen todos esos temas que en su día criticaron tanto, resulta que no saben hacerlo de otra forma que como lo habían hecho siempre, insultando, escandalizando, agrediendo.
No deberían haber olvidado que iban a tener que gobernar para otros que no piensan igual que ellos, y en vez de acercar posturas, que es lo que se le pide a cualquier gobernante, como no saben hacerlo, se atrincheran más en lo suyo. Siguen como entonces, con sus consignas antisistemas. El pueblo no está compuesto de imberbes exaltados que quieren reventar el mundo. No quieren gritos ni posturas, quieren paz y pactos. Quieren justicia y cesiones. Ha pasado para ellos el tiempo de agredir a la policía y de encadenarse a los barrotes de ministerios, los que pueden decidir las leyes de educación sin escandalizar con posturas extremas, porque ahora son ellos los que pueden dirigir al ejercito y a los policías, aquellos a los que tantas veces apedrearon en las manifestaciones.
Hay que sentarse y coordinar a todo ese pueblo que tanto les ha pedido. Ha llegado el tiempo de la madurez política. Y lo único que se les ocurre es continuar con su vestimenta de revolucionarios adolescentes, con sus insultos y bravuconadas, con sus ofensas a creencias. Ahora se dicen que son jóvenes y como jóvenes deben escandalizar y oponerse. ¿Pero ellos qué saben de asambleas, de leyes, de elaboración de presupuestos, de pobreza, y de la huida de capitales? Ellos están demostrando que solo saben montar Semanas Santas paralela, Reyes Magos paralelos, cambiar el nombre de las calles a boleo y dar carnaza a las bases.
Es como si pusiéramos a los peones del ajedrez (con sus rítmicos movimientos hacia delante y comiendo de lado) como dueños del tablero. No saben hacer nada más, y nada más se puede esperar de ellos. Por la corrupción y el desenfreno de muchos políticos de este país, nos hemos quedado sin reina, alfiles, torres y caballos. Todos afanados en poner líneas rojas que los paralizan, que exaltan sus egos. Y como no se pongan de acuerdo, esos peones con movimientos tan repetitivos, nos darán el jaque mate a todo un país, patria o conjunto de naciones. porque ya no sé ni quienes somos.
domingo, 28 de febrero de 2016
sábado, 27 de febrero de 2016
EL HOMBRE BICOLOR (JAVIER TOMEO)
Acabo de terminar una novela póstuma de Javier Tomeo (1932-2013), uno de mis autores preferidos. Es tan poco conocido en España, o quizá tan poco nombrado que no sabía de su fallecimiento. A Javier Tomeo lo conocí por recomendación de un amigo. Cuando pedí alguna obra del autor en el Corte Inglés, la dependienta le gritó a un compañero “¿A ti te suena un tal Javier Tomeo?”
En la década de los ochenta se confirmó como una de los mejores y más personales narradores españoles contemporáneos. Muchos de sus libros están editados en Alemania, Holanda, Brasil, Francia, Italia, Portugal, Israel, Hungría, Polonia, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Gran Bretaña y Estados Unidos con excelente acogida de la critica. Sus libros están reeditados y la primera novela que leí de él fue “Amado monstruo”, una auténtica delicia. Pero, ya ves tú, en las grandes superficies españoles ni les sonaba. La primera obra que llegó a mis manos ya me impactó. Debo reconocer que el surrealismo me gusta mucho y que él lo lleva a las últimas consecuencias. De su lectura se desprendía una angustia y a la vez una ternura que me atrapó. Leí luego “El crimen del cine Oriente” y después ya todo lo que caía en mi mano de ese fantástico autor. “El cazador de leones”, como casi toda su obra, es pura sensibilidad. Intuía en el autor a un hombre solitario con una necesidad enorme de afecto, muy enganchado a la figura de la madre.
Hace ya bastante tiempo descubrí que impartía un taller de escritura en “El Circulo de Bellas artes” y me apunté. La verdad es que a distancias cortas no era lo mismo. Me llevé una gran desilusión. Y es que cuando lees algo que sale de lo más profundo, de lo más sincero de un ser humano, no puedes evitar emocionarte. Luego, conoces al hombre mondo y lirondo y no encuentras más que eso, a un hombre con escasa capacidad de empatía. No me acuerdo qué escritor decía que empeñarse en conocer a un autor es como querer conocer a la vaca que te estás comiendo. Y quizá tuviese razón; una cosa es la obra y otra el hombre. No es que fuese maleducado, era correcto y amable, pero no sabía conectar, era como si estuviese en una dimensión diferente a los demás. Nos habló de sus éxitos y de los lugares donde habían adaptado sus obras pero se quedaba en eso, en la anécdota. Cuando una amiga fue a que le dedicase su libro, aprovechó que era prima de un amigo suyo para ponerle. “Para la prima de mi amigo…” A ella se sentó fatal y yo comprendí que tenía una gran falta de empatía.
Hoy, cuando acabo de leer su obra póstuma, cuando sé que murió de una complicación de la diabetes que padecía, se me ha abierto un resquicio de comprensión humana. El libro se titula “El hombre bicolor” y trata de un recaudador de contribuciones con un ojo de cada color que llega a una ciudad en la que no hay nadie, solitaria,una especie de Comala de Juan Rulfo. El hombre bicolor conversa consigo mismo para no sentirse tan solo, para aclararse. Es una narración obsesiva, un personaje estrafalario y con un tono entre lo cómico y lo inquietante. Tomeo siempre asumió su condición de raro, de ahí sus personajes con seis dedos o monstruosos. Su lenguaje es justo, cortante, escueto. “Si puedo emplear cuatro palabras no emplearé jamás ocho” dijo para resumir su forma de escribir.
Por eso, después de leer esta obra póstuma de soledad y aislamiento, he recordado su incapacidad para conectar con el otro en el cara a cara y me he sentido cómplice de su tragedia, de su forma de estar en el mundo. Luego me he preguntado si no ocurrirá con todos los seres humanos algo parecido, que vemos el mundo de forma tan diferente, tan dispar a los que nos rodean, que nos ocultamos para que nadie sepa de nuestra infinita e irremediable rareza y soledad.
jueves, 18 de febrero de 2016
martes, 16 de febrero de 2016
MIENTRAS DORMIMOS
Estos
políticos me tienen muy preocupada. De pronto sale Esperanza Aguirre en la tele
diciendo que de quinientos puestos de confianza (pues si que confía) solo dos
le han salido rana. Oye, tan contenta con sus aciertos. Y al día siguiente va y
dimite. Así, sin más, porque de pronto se considera responsable de los
desafueros del PP de Madrid ¿?
Hace
unos días escuché a Borrell decir que Pedro Sánchez tendría que escuchar a los
miembros del comité federal para tomar decisiones y que de pactar con Podemos el
referéndum catalán, nada de nada. Ayer volvió a salir y donde dije digo, digo diego.
Que si el secretario General del partido era Sánchez y él era el que tenia que
decidir sus pactos y los caminos a seguir.
Luego
vi a Rajoy abrochándose el chaleco para no tener que dar la mano a Sánchez, y a
éste diciendo que no, que lo hemos visto mal, que fue sin querer, que ellos
están la mar de bien y que cuando nadie los veía se dieron la mano una y mil
veces, faltaría más.
Los
jóvenes del PP un día se ponen de parte del partido caiga quien caiga, y otro dicen
que si hay que dimitir por responsabilidad y dejar a otros, pues que qué se le
va a hacer.
Susana Diaz, parece que se viene a Madrid,
pero no. Y así hasta ciento.
El
único que lo tiene clarísimo es Pablo Iglesias, con gobierno al completo,
impuestos decididos, referéndum inapelable… Todo un ganador con 69 escaños
mondos y lirondos (y algunos en el aire). Dicen los libros de autoayuda que lo
importante no es lo que eres sino lo que crees que eres. Que una buena actitud
en la vida te hace triunfar, y que creerte la pera limonera te convierte en ganador.
Será por eso.
Cuando
vi tan dividido el resultado en las elecciones pensé que esto iba de ponerse de acuerdo por temas, que como no
había tenido nadie la mayoría absoluta, pues que gobernaría el que más votos
sacara y que luego no tendría más remedio que pactar tema a tema, someterse al
veredicto de los otros, soportar el control económico de su gestión, y llevarse
de miedo con todos porque para eso cada partido representa a una parte de la
sociedad española.
Pensaba
que ya no habría rodillo y que los políticos se pensarían mucho los pasos a
seguir porque se había terminado la impunidad, pero parece ser que no, que aquí
el que manda es Pablo Iglesias y los independentistas, que Rajoy se permite el
lujo de retirar la mano a millones de ciudadanos de este país que votaron a
PSOE. Que Sánchez no va a ser más que un presidente que preside un gobierno
impuesto. Y, sobre todo, que cada día salen diciendo una cosa. Debe ser que
conspiran por la noche, cuando no los vemos. Se dan esa a mano que se niegan
con luz y taquígrafos y deciden mientras dormimos,.
A
ver con qué nos salen mañana.
lunes, 15 de febrero de 2016
ENGAÑOS
Me
gustaría sentirme protegida por algún ministerio, organismo u oficina de
defensa al consumidor. Me gustaría que hubiera un control exhaustivo sobre los
anuncios. Me refiero a que si te dicen que una crema te deja sin arrugas,
hubiera “un propio” comprobando la veracidad del producto, y si no es así, no
solo obligaran a devolver el dinero al estafador, sino que su nombre ocupara
lugar prominente en una lista de embaucadores oficiales.
Luego
me pongo a pensar en la cantidad de estafas a las que nos hemos visto sometidos en este país por aquellos que se
encargaban de administrar nuestros impuestos, pienso en mi petición y me
derrumbo. Porque entre que se queden familias enteras sin recursos y en el paro
por mala administración, y que las cremas no te engañen prometiéndote que te
van a quitar cuatro patas de gayo, pues como que mejor empezar por lo otro.
Sin
embargo no entiendo por qué continúan engañándonos de forma tan pueril. Acabo
de leer un anuncio que me ha dejado los pelos de punta. Comienza con una señora
que se queja de envejecer de esa forma tan desaforada con la que suele envejecer
uno. Cito textualmente sus desasosiegos:
“Las arrugas aparecieron en mi piel. Me veía
miserable y avergonzada... Cuando salía con mis amigos, me sentía
constantemente insegura y corría al baño a ponerme más maquillaje. No me gustaba
ver mi propio reflejo y comencé a evitar los espejos. Un día escuché a mi
esposo referirse a mí como “vieja ciruela arrugada.” Cuando lo confronté, llegó
demasiado lejos diciéndome “¡Te fui INFIEL porque eres demasiado vieja!” y
después ¡se divorció de mi! Esto fue un choque muy doloroso y humillante. Hasta
ese punto, nadie había abordado el tema de que mi cara se había arrugado y
envejecido, y yo estaba en negación”.
Hasta aquí
el aterrador relato de la señora, los espejos, las arrugas invadiendo su cara
como hormigas nauseabundas que se apoderan de su piel, ella negándolo todo y embadurnándose
la cara con maquillaje, el marido llamándola: “ciruela arrugada”, que ya es ser
cruel. Pero gracias a la crema del anuncio, la vida le dio un giro de ciento ochenta
grados y ríete tú de las ondas gravitacionales de Einstein. Volvió a la
adolescencia en un abrir y cerrar de ojos. Se acabaron las arrugas, la ciruela,
y el espejo traicionero. La señora, emocionada y hecha una flor, escribió a los
fabricantes de la crema agradeciendo su nuevo aspecto con estas palabras:
(y vuelvo a
citar textualmente)
"Eventualmente el rumor de mi juvenil
transformación llegó a mi ex marido quien se había divorciado de mi por ser
"demasiado vieja". Llegó arrastrándose y pidiendo llevarme a cenar en
uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad, el mismo restaurante al que
solía llevarme cuando salíamos hace décadas. Me dijo que había "cometido
un gran error" y que él se había dado cuenta de que "no puede vivir
sin mí". Llamó, envió mensajes y me envió correos día y noche. Al final
tuve que cambiar mi número de teléfono y dirección. Finalmente, un día, ¡tuvo
la desfachatez de venir directamente a mi casa para tratar de convencerme de
darle una oportunidad! Esto es lo que yo había estado esperando. Yo había
pensado sobre esta conversación en mi mente una y mil veces y le dije
exactamente cómo me sentía, "Me alegro de haberme divorciado y NUNCA
regresaré contigo, eres demasiado viejo y aburrido para mí ahora.”
La
verdad es que lo del marido no tiene nombre, arrastrándose como serpiente para
invitar a la ciruela, antes pocha y ahora reventona, al restaurante de antaño.
La venganza se sirve fría y la buena señora lo logró gracias al veneno de
serpiente.
Así me gustaría vengarme a mí de todos esos
corruptos y mafiosos que nos han robado nuestro bienestar, nuestro sueño y
nuestro porvenir. “Nunca regresaré contigo, eres demasiado viejo y aburrido
para mí ahora”. Je, je.
¿Para
cuando las nuevas elecciones?
martes, 9 de febrero de 2016
LA DOCTRINA BOTÍN Y LAS TABLAS DE LA LEY
Debe
ser que como estoy viendo la serie de Pablo Escobar se me está reblandeciendo
el cerebro. Pero el hecho de que cuando a unos cuantos se les entreguan las
llaves de la caja del tesoro, tiendan a pillar todo lo que hay dentro, si uno
lo piensa bien, es casi natural. Para evitar esos desmanes es por lo que se
estableció la educación, pero no ahora sino desde el origen de los tiempos. Si
el hombre no puede vivir solo, si necesita a la comunidad para defenderse, si
requiere un tejido social que le permita vivir con cierta paz, habrá que
controlar sus instintos desde la cuna. Enseñarle a respetar lo ajeno, la
dignidad de los otros etc. Y por si la cosa no funciona, poner órganos
represivos para castigar al que no cumpla con las normas básica de convivencia.
No
sería normal que invitaras a cenar a alguien a tu casa y el tío saliera con la
cubertería de plata, una pulsera de oro y el anillo de compromiso aprovechando un
descuido. No, no sería normal, y en esos parámetros de conducta nos movemos (unos
más que otros) Tampoco sería lógico que si los tacones de tu vecina no te dejasen
dormir, cogieras la recortada y te liaras a tiros en busca del silencio (ya
digo que estoy viendo la serie de Pablo Escobar y mira que les resulta sencillo
a los del cartel dirimir sus cuitas). Hasta ahí todo parece claro.
Y
una vez planteado el problema, entro en los resortes sociales para evitar el
robo, crimen, extorsión y trapacería. Pero me encuentro, sin ir más lejos, con
la “Doctrina Botín” mira tú por dónde. Una doctrina que nos la hacen ver, poco
más o menos, como la “Ética a Nicómaco”. Una doctrina que creó jurisprudencia,
respeto y seguimiento como si fuera extraída de las tablas de la Ley: La Santa
Alianza.
El
asunto fue de lo siguiente: El Banco de Santander vendió Cesiones de Crédito a
sus clientes prometiéndoles que estaban exentos de tributación fiscal. Se
llenaron los caminos de peregrinos salidos de los confines de la tierra en
busca de las dichosas cesiones, sobre todo ancianitos que guardaban sus ahorros
de toda la vida, y no ancianitos, que tampoco hay que ponerse trágico. Cuando
Hacienda vio el enjuague, llamó a inversor tras inversor y les metió un palo de
los gordos por no pagar sus impuestos reglamentarios. Fue entonces cuando se
llamó a los representantes principales del banco para que respondieran del engaño.
Y fue entonces cuando no ejerció la acusación ni el fiscal, que se supone
defiende al débil, ni el abogado del Estado, que se supone defiende al estado,
o sea a nosotros. Los engañados o no se enteraron o declinaron hacer uso de sus
derechos, y como nadie dijo nada, tan solo lo hicieron unos cuantos que no eran damnificados
pero que querían que se hiciera justicia, pues se sobreseyó la causa aprovechando el
art 782.1 de la LEC y aquí paz y después gloria. Y no solo quedó la cosa así,
sino que creó jurisprudencia del Alto Tribunal, y ahora ya te pueden engañar que
si el fiscal y el abogado del estado se inhiben, archivan la causa y no hay responsabilidad
que valga pese a todas las manos limpias que clamen justicia.
Con
este panorama ¿se extraña alguien de las tramas que salen cada día en la
prensa, de que no haya defensa para los ciudadanos porque los encargados de
defenderte silben? ¿Se extraña alguien de que los procedimientos duren once o
más años, que prescriban, que todo quede en una mera imputación, ahora
investigación? ¿Se extraña alguien de que no condenen a los que roban por robar
sino por no pagar impuestos sobre lo robado (un mero tanto por ciento de lo
molar, perdón, robado)? ¿Se extraña alguien de que ya estén en la cárcel unos
titiriteros que violaron con su patética representación los valores de una
sociedad sin valores?
No
defiendo a los titiriteros, cuidado, defiendo la igualdad de la prontitud en la
aplicación de las medidas disuasorias para todos. Siempre y cuando la “Doctrina
Botín” lo tenga a bien, claro.
domingo, 7 de febrero de 2016
LOS VIEJOS MARINEROS
Reconozco
que soy ahora mucho más selectiva para la lectura de lo que fui. Y eso trato de
aconsejar a los niños cuando tengo encuentros sobre libros y lecturas. Ya no me
importa que un autor sea reconocido mundialmente, agasajado o vituperado. Ahora
me permito el lujo de despreciar a los que otros llaman grandes, me engancho a
la prosa, a la forma de narrar, a los escenarios genialmente escogidos, a la
inteligente pluma, y me entrego, como en mis años de lectora impenitente, con
pasión. Reconozco que hay autores buenos a los que no me engancho y otros que no
tienen tanta fama, que me emboban. Todo depende de nuestro yo más interno, de
nuestras formas de estar en el mundo. Por eso, siempre que hablo de un libro
que me ha gustado, noto a mi alrededor cómo se afilan las uñas, se alargan los
colmillos. "¿Te atreves a decirme que fulanito es algo pesado? ¿Acaso es eso
lo que me estás queriendo decir?" Y yo, un poco encogida, me subo la capucha del
anorak como si lloviera, y muy bajito contesto. “Pues sí, chico, ¿qué quieres
que te diga? A mí me aburre soberanamente tal o cual autor, me parece un fatuo,
un insoportable y un juntapalabras cultas sin más intención que sentirse
importante mientras le hacen la ola”. "¿Y tú quién eres para opinar, si no eres
filóloga, ni licenciada en literatura, ni nada de nada?" “Pues por eso, porque soy
lectora compulsiva y con suficientes libros a mi espalda para decir lo que
siento sin ponerme colorada”.
Y
todo este rollo lo suelto porque ha caído e mis manos una novela de las de entonces,
de las que me hacían no poder dejarla, una novela que me ha hecho disfrutar como
lo hago con García Márquez, con Rulfo, con Mark Twain y con tantos otros, a lo
grande. Se trata de “Los viejos marineros” de Jorge Amado. Y llegué a él por un
comentario que me hicieron en el blog cuando hablé de “El humor en la
literatura”. Gracias, Sir, por una recomendación que tardé tanto en seguir.
No
entiendo como existen tantos autores geniales que no conozco o nunca conoceré,
mientras pierdo el tiempo con premiados y nominados soporíferos. Pero a lo que
íbamos: Jorge Amado fue un escritor brasileño. En 1945 fue elegido miembro de
la Asamblea Nacional Constituyente por el Partido Comunista Brasileño (PCB),
siendo el diputado más votado del estado de São
Paulo. Como diputado fue autor de la ley que asegura la libertad de
culto religioso. Nació en 1912 y murió en 2001. Fue reconocido como otros, por
el realismo mágico. La primera novela que he leído de este autor, “Los viejos
marineros” trata sobre la vida de Vasco Moscoso. Está estructurada en tres
partes: la primera habla de su llegada a Beriberi, un barrio habitado por
jubilados a los que encandila con el relato real o inventado de sus hazañas
como Capitán de Altura. La segunda trata de su juventud, sus antecedentes personales:
joven, guapo, rico y elegante, un crápula divertido y con encanto para
amistades y mujeres, al que le falta algo, un titulo que lo identifique y de sentido a su vida. Lucha
denodadamente por conseguirlo, hasta que logra por fin el diploma que colmará
sus deseos. La tercera parte pone en vilo al protagonista porque tiene que
comandar un barco de verdad y resolver problemas reales para los que no parece estar
preparado.
Habla
de la vanidad, de las fatuas apariencias del ser humano capaces de cambiar la
realidad cotidiana o las fantasías personales. Nos hace ver que deberíamos realizar sinceramente
y más a menudo ejercicios de autocrítica y aceptarnos como somos, cada uno con nuestras
virtudes, defectos y limitaciones, intentar dejar de lado la estúpida vanidad y
tomar como lema personal uno muy conocido y antiguo, pero no por ello menos
cierto y apropiado: Carpe diem.
La
novela nos hace reír y a la vez reflexionar, apasionada y con un desenlace
genial e imaginativo. En ella encontramos ironía, inteligencia, humor. ¿Quién
da más?
Voy
a buscar todo lo que encuentre de este genial escritor del que me avergüenzo no
haber leído antes.
Cuánto
me queda por leer y cuánto tiempo perdemos tragando lo que algunas editoriales y
librerías de grandes espacios nos embuchan para crear adictos.
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