domingo, 24 de septiembre de 2017

LA SABIDURÍA DE LOS MAYORES







Siempre había escuchado hablar sobre la sabiduría de los mayores, su experiencia y sesudez. La verdad, eran las únicas cosas que me consolaban de cumplir años. En cuanto encontraba una cana en mi cabeza, mi imaginación marchaba a ese futuro idílico, percibiéndome ante una tienda de campaña con una pipa muy larga,  pelos grises y ralos, hablando a las generaciones venideras sobre la guerra, la paz y vicisitudes humanas. ¡Qué placida vejez! Y ahora que se acerca el momento, se me acaban de romper todos los esquemas. En primer lugar, ya nadie de acerca a un mayor sino es para llamarle viejo y atacarle cruelmente. Y si algún empanado se le ocurriese acercar su oído a mis labios, me quedaría catatónica, no podría aportar mis experiencias sobre los asuntos vividos, porque ahora se solventan de otra forma. Cómo voy a hablarle a alguien sobre la guerra fría, el miedo y la contención que mantenía a los dos bloques tratando de no dar pasos en falso, para evitar que la tierra en la que vivimos se fuera a freír monas. Ese ir y venir de los espías, dobles o sencillos, de norte a sur, de este a oeste, con sus portafolios llenos de información y unas gabardinas con cinturón, han quedado en el olvido. Las películas sobre el entramado político y social, los grises en la universidad y la consiguiente detención por tener el carnet de Físicas y encontrarte en Medicina porque te gustaba el “potente” de tercero. Madre mía, si eso sucedía, te metían en chirona y hasta te quitaban los cordones de los zapatos (oye, ellos eran así). Aquello era un interrogatorio en condiciones. Los grises eran seres muy respetados que no se andaban con chiquitas. Y ya no digamos los de la guardia civil, que solo bastaba detenerte en el arcén para que te declararas culpable hasta de las tormentas tropicales.
Ahora no. Si saco mi pipa y cuento esto, me escupen y pisotean. Por eso me tiño el pelo de rojo, me hago un lifting, me disfrazo de extraterrestres con mofletes y botox, para pasar desapercibida, no vayan a confundirme con una de esas jurásicas que hablan de respeto, guerra fría, gente seria y espías paraguayos. Cómo podría explicar y con qué palabras, que dos líderes mundiales que poseen bombas químicas y mortales se dediquen a insultarse por twitter como colegiales, en plan “Me voy a ocupar personalmente del pequeño hombre cohete” “Responderemos con fuego y furia a las amenazas de Kim Jong-un” “Domesticaré con fuego al viejo chocho estadounidense”. Así las cosas, con la humanidad hecha un flan, ha tenido que venir el Kremlin, nada menos, para decir que dejen los dos líderes de decir idioteces (porque esto ya no se llama tragedia mundial sino idiotez)
Así que me marcho a Benidorm a bailar “El Despacito” mientras el mundo se viene abajo. No imagino mayor sabiduría dadas las circunstancias.


martes, 19 de septiembre de 2017

ME DUELES EN EL RECUERDO



                                               



Me dueles en el recuerdo, tu marcha ha herido algún lugar de mi pasado. Me dueles en la juventud con discos, en la música de Elvis Presley. Me enseñaste King Creole, la primera canción que conocí en mi infancia y que sonaba noche y día en vuestro dormitorio. Me dueles en aquellas tardes tórrida de agosto, en el balcón del paseíto, en los acordes de Suspiros de España en la Explanada, en los bailes agarrando la cintura de la tata cuando sonaba un pasodoble. Me dueles en el seiscientos verde que compraste con tu primer sueldo, con ese tono ni verde ni azul que me gustaba tanto, en las luces del comedor relucientes durante el verano, en las llamadas al sereno. Eras el recuerdo de una infancia alegre y perdida. Me dueles en el ayer, porque tú, Luis, no eras solo el hombre mayor que descansaba inane en aquel lugar frio de ventanas cerradas. Eras el pasado, los ojos profundamente azules, la belleza de la juventud en todo su esplendor. Eras el hermano que se escondía bajo la mesa camilla para asustarme, el que inclinaba hacia abajo la nariz cuando reía, el que vigilaba con prismáticos a los chicos que se me acercaban, el que quería saberlo todo y husmeaba mis conversaciones camuflado bajo el agua.
Me dueles en tus risas y en tus bromas. Me dueles en esas disparatadas historias que contabas y que al final eran verdad. Me dueles en ese amor por Carmina, en cómo me lo explicabas, en ese arrugar el ceño si te discutía.
Tu gorra de plato en la entrega de despachos, el sable en las ceremonias, la Salve Marinera el día de mi santo. Me dueles tanto que no puedo recordarte con sosiego. ¡Estás tan lejos! Te has refugiado en ese lugar al que también fueron ellos, los que quisimos tanto. Te recuerdo en el sofá diciendo que el mejor padre era el nuestro, aunque ahora tus hijos dicen que no, que era el suyo. Qué lio, Luis, quizá todos los padres son los mejores. Quizá ahora ya lo entiendas todo, quizá ya no discutas. Te has marchado con un cigarro en la mano, una copa en los labios y lleno de historias para contar, como entonces, cuando mirábamos las ranas en el balcón del laboratorio mientras papá contaba leucocitos. Me has dejado los recuerdos de aquellas cartas que me contestabas cuando te escribía al marchaste a la Escuela, porque no quería que nos olvidaras. Me has dejado un poco más huérfana, un poco más sola, bastante más mayor. Son muchos los huecos, demasiado los recuerdos. Y ahora, tan triste, me consuelo con un ayer de música roquera, de historias de El Cano, de las sonrisas cómplices del portero de Madrid que lo sabía todo de nosotros gracias a la palabrería de la tata, a la que pedías que diese la vuelta al ruedo cuando la paella le había salido de cine, mientras los demás sacábamos el pañuelo para solicitar las dos orejas y el rabo. Me quedo con tus recuerdos taurinos y con una rosa que cogí de tu ramo cuando te llevaban lejos, cuando te marchaste en silencio, sin tu copa de vino, sin tus cigarros, sin tus hijos y nietos, pero, sobre todo, sin Mina.
Te has marchado a buscarlos a ellos, a los que ya se fueron. Ya tantos en el otro lado, ya cada día menos en este.
Adiós, mi guapo hermano marino. Adiós a todos aquellos recuerdos.