lunes, 30 de marzo de 2020

FUTURO IMPERFECTO



                                               





Nuestro subconsciente es un gran oráculo. 
Si consideramos que esta pandemia fue objeto de múltiples canciones, libros de ciencia ficción, poemas…, podríamos llegar a la conclusión de que se hablaba de ella desde hace mucho, muchísimo tiempo, o de que los humanos lo teníamos en el subconsciente. Cualquier creador se deja llevar por ensoñaciones, ideas espontaneas, sueños, cualquier chispa que surge en nuestro cerebro cuando no lo controla la lógica. 
Cuando acudí hace muchos años a un taller de escritura y me propusieron un relato futurista, escribí “Futuro imperfecto”. Se trataba de que la humanidad había sucumbido a un virus letal; las casas, los autobuses y los comercios continuaban intactos. Solo habían quedado personalidades famosas que se habían refugiado para salir una vez que hubiese pasado la pandemia, a las que habían tenido que clonar para que no desapareciese la especie. Como los supervivientes eran personajes famosos o ricos de la época, trasladé esa idea a la novela infantil: “Gus contra Strogonov”, ya que trata sobre viajes en el tiempo. Pedí a los niños ideas sobre personajes sobrevivientes de su generación que les gustaran. Señalaron a Brad Pitt, a Marc Marquez, a Ronaldo, yo introduje a Putín, a Jordi Pujol… Todos ellos pululaban por ese futuro imperfecto como hologramas en diferentes etapas de su vida. 
Cuando comenzó la pandemia del coronavirus, traté de buscar a otros creadores que hubiesen trabajado en algo así, y me encontré tantos que llegué a la conclusión de que los sueños y los mensajes del subconsciente no son esotéricos sino percepciones subliminales que nuestro cerebro recibe, pero que no llegan a pasar por nuestra parte racional. Se encuentran allí, avisando, previniendo. A veces un gesto en algún ser querido que no percibimos, es captado por nuestra parte emocional y se manifiesta en sueños. 
El cantante del grupo R.E.M escribió lo que mejor define el momento que vivimos. Creó la letra basándose en un extraño sueño. Michel Stipe, líder del grupo, publicó en su cuenta oficial un mensaje en el que animaba a sus fans a mantener las formas durante la cuarentena.  El quinto álbum de la banda de Athens (Georgia) It´sthe end of de world as we know it, ha vuelto a ponerse de actualidad a causa de la pandemia. El mundo sirve a sus propias necesidades, no a las tuyas, dice.
¿Cual es el mensaje oculto de que Michael Stipe pretende hacernos llegar? Él no lo sabe, pero quizá su subconsciente sí. Lo que el psicólogo Carl Jung denominaba el inconsciente colectivo. A grandes rasgos Jung hace referencia a una dimensión que está más allá de la consciencia y que es común a la experiencia de todos los seres humanos. Él compositor de R.E.M dice que cuando escribe, las palabras le llegan de cualquier parte. Es cierto, las ideas llegan desestructuradas, de forma extraña, pero hay algo imperceptible en ellas que puede ser el germen de una idea. 
Hay muchas más predicciones en literatura, arte, música. En 1981 Dean Koontz se adelantó a la pandemia con un libro “En los ojos de la oscuridad”: un virus aparecía en Wuhan y lo sitúa en 2020. En la novela explica que fue creado en los laboratorios militares y eran controlados por el partido comunista. Esto ya es ciencia ficción, ¿o no?
¿Qué existe dentro de nosotros que ve claramente y en desorden lo que nuestra consciencia no es capaz de prever? 

sábado, 7 de marzo de 2020

FEMINISMO Y PIROPOS

                                  





 El otro día un señor me preguntó si sabía dónde se encontraba la embajada americana. Como vivo desubicada permanentemente, me hizo ilusión saberlo. Empecé con minuciosas explicaciones, pero el tío me soltó de pronto: Pues si se acerca por allí, la contratarán como artista de Hollywood. Me quedé un poco, ¿cómo diría yo? traspuesta. Reaccioné la mar de ilusionada debido a mi edad y lo invisible que me he vuelto desde hace tiempo. Casi me lo como a besos, pero como mi marido, perdón, pareja de hecho desde hace cuarenta años, estaba presente, me contuve. Al final, el rocambolesco piropo solo consiguió que cada vez que tomo patatas fritas, choricito o buñuelos de viento, aparezca la cabeza de mi pareja de hecho por la puerta, y me diga: Como sigas así, no te contratarán en Hollywood.
 Una desgracia, en serio. Lo que debería haber hecho cuando el galante caballero me soltó el piropo, era denunciarlo por acoso sexual, y a mi pareja de hecho, por acoso psicológico en lo endocrino.
Y es que los piropos nunca son inocentes. Por uno u otro lado siempre acaba perdiendo la mujer.
A nosotras nunca se nos permitió decir piropos. Siempre imaginé que si en vez de decir eso de “Hermoso wipi llevabas, llorona, que la Virgen te creí”, hubiéramos dicho: “Hermosa chupa llevabas, quejumbroso, que San José te creí”, nos hubiera caído encima, no ya la Santa Sede en su conjunto, sino el sambenito de buscona recalcitrante de por vida. Y es que la sociedad nunca fue justa con las mujeres. Sobre todo para las de mi generación, que esperábamos pacientemente sábado tras sábado que nos llamara el elegido, mientras aporreábamos el teléfono para que sonara. Cuánto grito desgarrado a aquel aparato macabro, cuánta espera inútil, cuánto escarnio. Resultaba tan desolador tener siempre que esperar a que el susodicho tuviese a bien llamarte, que me leí “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir de cabo a rabo una inútil tarde de sábado. Cuando llegué al capítulo en el que menciona que la labor de la mujer se limita a perpetuar el presente, se me levantaron los pelos y me hice feminista acérrima.
Ahora todo eso ha pasado, ya creía que se habían acabado los piropos hasta que me fui de compras con mi hija. Entonces quise uno para mí. Uno de esos piropos enrevesados como los que soltaba “el catedro” de civil, o bonitos, como el de compararte con la Virgen.
A casa no he vuelto nunca borracha porque mi madre me daba vino con agua en las comidas para que me acostumbrara al alcohol y ningún macho me emborrachara con pérfidas intenciones. Era tan hedionda la mezcla de agua con vino peleón que perdí la ilusión por el alcohol y no hubo caso.
Cuando saqué la ley de renta a un empleado de banca, porque quería abrir una cuenta vivienda y el pobre no sabía qué era eso. Me miró fijamente a los ojos y me dijo: Y tú te lees estas cosas...

Hemos cambiado, hemos evolucionado y agradezco al movimiento feminista lo mucho que ha luchado por ello, pero todo lo que se convierta en grotesco acaba con los logros, y ahora mismo, gracias a las nuevas perspectivas de... “con vulva o sin vulva”, estamos viviendo un verdadero esperpento.