imagen: Rafal Olbinski
Las ausencias son agujeros que se insertan en tu vida. Pertenecen a otra dimensión, como si un aspirador gigante las absorbiera por la noche, cuando el guión dice que deben marcharse. Y lo más extraño es que jamás regresan. No sabes qué fue de ellas, si están bien o no. Son como ese polvo rojo que viene del desierto y deja los balcones sucios.
No son amigos que se marchan, añoras y te dejan una tristeza inmensa. No son aquellos que buscas en el recuerdo. No, no son ese tipo de gente. Las ausencias indoloras, no las buscas, no te importa su destino. Ocuparon un lugar en tu vida, dejaron su veneno y se marcharon o los despediste tú de forma tan tajante que no se atrevieron a volver.
Si te pones a recordarlos, incluso sonríes por la nostalgia del ayer, como recuerdas la lluvia de entonces, las plantas de los parterres o el olor a césped recién cortado, pero jamás por ellas. Su imagen se ha diluido por las inconveniencias, por las traiciones o por los desprecios.
Fueron momentos que iluminaron un ayer idealizado. En algún instante, por algun motivo, una luz iluminó la realidad de sus ataques. Los miraste a la cara y no volvieron. Se fueron despacio, sigilosos y, cuando los recuerdas, te das cuenta de que sin embargo, tu vida sin ellos no hubiese sido lo mismo. Fueron la otra cara de la moneda; amistad / dolor. Sin embargo en el momento de su desaparición fue tan necesaria su ausencia como su presencia en el ayer.
Paseo por mis recuerdos felices, por las desapariciones que me dejaron paz, sin extrañeza. Es algo así como si la vida te hubiese avisado de que ya están de más, de que cumplieron su misión y de que si prolongas su estancia sufrirás mucho.
No los vuelves a ver, porque en la dimensión en la que te encuentras, no existen, desaparecieron absorbidas por el aspirador. Pueden vivir cerca de tu casa, de tu trabajo, pero una invisibilidad extraña los envuelve, para que resistas, para que no hagan más daño. Y a pesar de todo, cuando miras hacia atrás comprendes que estuvieron por algún motivo, que si te pusieras a pensar en el motivo de su presencia y de su ausencia lo encontrarías, pero te da pereza.
La vida tiene agujeros por los que transitan seres que dejan huella y seres que dejan desolación, pero que cumplieron su misión como en una obra de teatro para salir por el foro y no regresar. No merecen un aplauso a pesar de haber estado en el momento apropiado. La dimensión a la que se han marchado está ya muy lejos.
Adiós a todas aquellas personas que estuvieron y ya no, porque dejaron la paz que necesitabas, de la misma forma que dejaron su huella cuando era necesarias.