sábado, 28 de mayo de 2022

ESPIGÓN, CONSTRUCCIÓN

                                   




 

 

 

 

 

Hace muchos años que la Albufereta está abandonada, dejada al capricho de las mareas, las olas y los huracanes.  

Esta mañana me he manifestado. Era una manifestación lúdica, amable, con tambores y estribillo pegadizo. Se trataba de que el Ayuntamiento de Alicante asumiera los desperfectos que dejó el huracán Gloria, allá por el año 2019, en la zona de la Avenida de Villajoyosa. Aquel huracán destrozó las balaustradas de los paseos, destrozó los cobertores de las tuberías que quedaron a merced de las olas o el viento:  tuberías que transportan aguas fecales y cuya ruptura provocaría un desastre de dimensiones imprevisibles en nuestras costas.

Los paseos se han resquebrajados y es imposible que un camión, ya sea de bomberos, ambulancia, policía o recogida de basuras, se acerque a la zona para resolver un incendio, una caída o un infortunio mayor. Los niños podrían caerse por las barandillas que ya no existen. Ni siquiera se les ha movido el alma para poner alambres y evitar que pase la gente. No importa, y no importa porque en este país nos hemos acostumbrados a ponernos una venda en los ojos, a echarle la culpa de todo al que gobierne en el organismos contrario al de nuestras opciones políticas. No importa, porque el Ayuntamiento dice que eso es competencia de Costas, y Costas quiere que nos desangremos lentamente por haber construido allá por el año 69 del siglo pasado, tan cerca del mar. Como si no se le hubiera ganado terreno a la Explanada, a los paseos, a Alicante en general. “Costas nos multa si arreglamos algo por nuestra cuenta”, me comentan. “Hay vecinos que si nos ven arreglando algún desperfecto nos denuncia a Costas”. Y yo elevo la vista a las terrazas mientras paseo y me pregunto, será el traidor ese que bucea, o quizá esa señora que riega los geranios? A lo mejor es la “facha” que pasea al perro, o quizá “el ser menstruante” del quinto. Me coloco la gorra, las gafas y la mascarilla, y paso veloz para no ser detectada por apartar una lata de cerveza, por recoger basura, por quitar algas o retirar una farola atravesada en la playa. No vaya a ser que además me la cargue. 

Ayer pagué el IBI y me salió un sarpullido. He pasado la noche en vela. Los veía a todos repartiéndose mis aportaciones sin compensarme. ¿De qué sirve arreglar los desperfectos si no se ponen escolleras para evitar que vuelva a suceder”, dice el Ayuntamiento. La explicación es tan desoladora, que la única solución que veo es que se pida por escrito asunción de responsabilidades al organismo pertinente.  Pero no, nosotros cantamos cancioncillas pegadizas para no enfadar a Costas. ¿Pero quién es Costas”. ¿Quien está detrás de ese ente inespecífico que se niega, no solo a evitar sino a resolver problemas medioambientales? Una transmutación del “coco” infantil al que nadie conoce pero al que todos temen. Pues a ese “Costas” tan oscuro y perverso se le debe hacer responsable de cualquier desgracia, y se le debe hacer responsable porque si no lo hacemos, los compromisos se diluirán, se iniciará el consabido “la culpa del Ayuntamiento, la culpa de la Consejería, la culpa de este o del de más allá. Echarse la culpa unos y otros es una buena  solución, como lo ha sido en la pandemia no saber de quien era la deuda de tantas muertes  y tantos desmanes por covid. Nunca sabré si era Pablo Iglesias, Illa,  Diaz Ayuso en Madrid, pero no Ximo Puig en la Comunidad valenciana... Ese maremágnum de organismos irresponsables o responsable dependiendo del color político que ostenten, se pasan la pelota, y al final somos los ciudadanos los que pagamos las consecuencias. 

 

sábado, 21 de mayo de 2022

PERSONAS MENSTRUANTES O CABALLITOS DE MAR

 

 

                        


 

 

 

 

 

Con la cantidad de tiempo que hemos pasado las mujeres tratando de recuperar derechos, de tener sueldos equiparables a los de los hombres, de que se nos considere y se nos escuche. Han llegado los Podemitas y se han cargado una lucha ancestral con la punta del dedo índice. Porque ahora no hay mujeres, hay personas menstruantes. Lo dice Gabriel Boric, el ídolo chileno de Irene Montero. Ahora que ya habíamos logrado reconocimiento y avances, ahora dejamos de existir, nos licuamos y desvanecemos por obra y gracia de unas mentes retorcidas. No hay mujeres, hay LGTBIQ+, hay paracetamol e ibuprofeno. Hay de todo, menos mujeres. Las mujeres de toda la vida nos hemos convertido en fachas trasnochadas que merecemos lo peor, repugnantes especímenes definidos como si la vida fuese tan fácil, tan de blanco y negro. Mujeres en el ocaso de su sexo. Por qué llamarnos mujeres pudiendo estar integradas en toda la espacie planetaria: monos, aguacates, caballitos de mar... ¿Acaso no puede competir un transgénero de pelo en pecho, con una mujer menstruante? A ver, ¿quién dice que no es equitativo? Y si “le deportiste” dice que menstrua con ingentes dolores cuando nadie le ve ¿qué pasa? ¿Y si es eyaculante y menstruante a la vez? La física cuántica lo podría contemplar. ¿Tenemos acaso que dudar de semejante afirmación? Los “elles” son así: compliacades, forzudes. No tienen género, son… ¿cómo diría yo?, lo que se tercie llegado el caso. 

El feminismo se ha vuelto retrogrado; las feministas, fachas; las menstruaciones, voluntaria, y nuestros queridos Podemitas están a punto de fenecer en ese mar inmenso de chorradas en el que se mueven como pez en el agua. 

¿Qué se inventarán ahora para soportar el peso de las elecciones? ¿Quizá cartas a las ministras con cuchillos ensangrentados?, ¿balas estremecedoras? ¿compresas delatoras?

De verdad que me lo cuentan hace unos años y me parto de risa, pero hoy lloro amargamente. Han venido, están aquí, se mueven entre nosotros. La invasión ha comenzado y no hay dónde esconderse.      

Y USTED DE QUÉ SE RIE


 

 

 

 

 

Todos los años, cuando llega la declaración sobre la renta, me enrabio. En absoluto porque crea que los impuestos no son necesarios: son imprescindibles, pero deberían llevar una condición legal, la de que nadie puede ofender a un representante votado, o evitar una interpelación parlamentaria con chanzas y burlas propias de dictaduras.  Porque eso supone minusvalorar a los votantes contrarios, aquellos que también pagan a los parlamentarios ofensivos, los votantes que tienen que aguantar esa desagradables sarta de insultos torticeros. Si un representante del pueblo pregunta al presidente por el caso “Pegasus”, éste tiene la obligación legal, ética y moral, de contestar con precisión, por respeto, porque estamos en una democracia y porque nos lo merecemos, por mucha risa que le produzcan los “fachas”. Pues saben una cosa, que cuando se mofan de un representante votado por miles de ciudadanos, se están riendo de la democracia y están imitando a aquellos a los que tanto odiaron. 

Cuando hablan de fachas, “derechona” y demás calificativos, se están olvidando de que son, así por encima, ocho millones y medio de españoles entre PP y Vox, contribuyendo y soportando sus insultos. Lo pienso igual de los que insultan a la izquierda, pero con la salvedad de que el presidente del gobierno es el que primero debe respetar a los oponentes y no despreciar a los que no piensan como él, porque le guste o no, son su soporte económico ya que pagan sus impuestos.