domingo, 27 de octubre de 2019

LAS SONRISAS Y SU REVOLUCIÓN

                                   




Hace mucho tiempo que intento sonreír y hablar al mismo tiempo. Me paso las horas muertas ante el espejo intentando que me salga, pero es más difícil de lo que parece.
 Hay una locutora en TV, muy maja, que empieza los telediarios con una ilusión, unas ganas de contar, una pasión por la vida, que parece que nos va a anunciar que desaparece las multas de tráfico o que suben el salario mínimo a 2000 euros por barba. Tiemblo de emoción cada vez que empieza a hablar. Aunque lo que nos anuncia con tanta euforia, es el acercamiento de una Dana destructora y ruin o algo parecido. No sé, es una actitud suya, pero me la pega día tras día.
Mi prima Reme también lo hace. Quiero decir, que habla y sonríe al mismo tiempo. Pase lo que pase, aunque se acabe de romper una pierna. Lo comprobé el día, ya lejano, que me acerqué a su casa para darle el pésame por el fallecimiento de su marido. No es que no lo quisiera, es que sabe hablar así, como si no pasara nada, o como si lo que pasara no fuese lo suficientemente grave como para trasformar el semblante. Es como si te dijera: mira, oye, es que la vida es así y yo no soy una mema blanda que tenga que aguantar tus condescendencias.
Hay casos en los que las personas tienen fobia a que alguien las compadezca, vamos, que les sale un sarpullido solo de pensarlo.
Mi amiga Ana después de ser operada de un cáncer muy agresivo, al preguntarle cómo se encontraba, dijo: Yo, bien ¿y tú?
Son formas de ser, de llevar la vida, de enfrentarse  a ella, y aunque sea difícil de comprender, hay que estar al loro, porque puedes meter la pata con un mero parpadeo de ojos. Yo en esos casos, por si acaso, doy tres fuertes golpes en la espalda y me marcho.
Pero a lo que íbamos, la posibilidad de sonreír a todo trapo y además ser capaz de hablar sin que se tuerza el gesto, se está poniendo de moda.
Ahora con lo de la revolución de la sonrisas catalanas hay mucha gente a la que imitar. Las locutoras del independentismo lo dominan. Además, les hace mucha gracia que les digan que, a la postre, se están saltando la ley. Se han entrenado a conciencia. Hacen gestos despectivos, mueven la lengua, se cachondean de quien les diga lo que no les gusta y continúan sonriendo.
A los que no he logrado ver de cerca, es a los que queman contenedores y arrojan botella o adoquines a la policía, supongo que también sonreirán, es su revolución, la de las sonrisas, pero que ellos sonrían desde la distancia, bajo las capuchas, arrojando elementos contundentes, es de un dominio y de un control mental encomiable. Debería existir una especialidad olímpica para ellos y para los que lo permiten. “Tiro de jabalina a los representantes de la ley, especialidad ceguera total para no ver lo que no se quiere.”
 Si logro conseguir hablar y sonreír mientras echo sillas a un contenedor incendiado, o adoquines a un policía, me gradúo con el Cum Laude en desvergüenza.  
Dicen los libros de autoayuda y los vídeos de sanación, que si sonríes mucho, va y se te pasa el mosqueo, que sonreír te da un nuevo talante de concordia. También que consigues despertar el jolgorio en el otro, y que al final, por muy mal que estén las cosas, todo el mundo acaba tronchándose de risa y desdramatizando los acontecimientos.
Por de pronto, alguna prensa extranjera los comprende, les dan la razón. Se les ve tan inocentes, tan buenos tan víctimas.
Hay que sonreír, en serio,  ¿y luego?, luego ya da lo mismo lo que hagas. 


domingo, 13 de octubre de 2019

INFLUENCIAS AMERICANAS




Fui creciendo y lo primero que se me cansó fue la vista, por lo tanto cuando iba  de compras tenía que sacar las gafas de lo más recóndito del bolso para saber los precios o las características de los tejidos. Era incómodo, pero si no querías ir tanteando por los expositores, no tenías más remedio que llevarlas a mano. Ahora lo que debo llevar en el bolso no son solo las gafas de vista cansada, sino también las de bucear, un traje de neopreno, un traductor de idiomas y las normas de convivencia americanas para no dar el cante.
¿Por qué?
Pues porque yo tampoco lo comprendo, porque a pesar de que  el español es la segunda lengua más hablada del mundo, en una parada de bus de Madrid, descubrirás un cartel de Mango, empresa española donde las haya,  con sede social en Barcelona que rotula en inglés. Y al verlo tan críptico te intrigas. ¿Qué dirá la chica de los pantalones rotos?, ¿será una clave secreta que no quieren que nadie entienda  a la primera?, ¿será que quieren que mires el diccionario para que vayas aprendiendo el idioma casi sin darte cuenta? No se te ocurre pensar que es por puro esnobismo hasta que el traductor te da la respuesta: “No trates de ser perfecta, usa algo que te descomponga” una chorrada de mil pares de narices, seguramente inventada por el creativo de turno que no es de allende los mares sino de Puebla de Farnals, pongo por caso.
Si vas a una boda de españoles en España, cuya celebración es en Alcalá de Henares, te dan como pequeño obsequio una bolsita rotulada en ingles. Una frase de esas que si la pones en español nadie  entiende,  porque para regalar chuches nada mejor que no decir nada o decirlo en inglés que queda mucho más esotérico, como de física cuántica o por ahí.
Los tatuados también han tomado como lengua patria el ingles y escriben frases en sus bíceps de acero, que así, traducidas a pelo, no dicen nada, pero casi mejor porque la vida da muchas vueltas y si no dices nada, de nada te tienes que arrepentir.
No solo es el idioma lo que nos están imponiendo sino las costumbres, las formas de sorprendernos, los saltitos cuando se encuentran varias amigas, las “gracietas” que sueltan los héroes un poco antes de que parezcan que están rodeados y que van  a morir. Las normas sociales, por ejemplo. En España se consideraba que “los secretitos en reunión eran faltas de educación”, pero en las series americanas, lo más de lo más, es que en una reunión, uno de los miembros pida perdón al resto porque va  a hablar en privado con otro. Se van  a un apartado y aprovechan para echarse la bronca. Regresan ambos al grupo con sonrisas angelicales, porque ya no es de mala educación lo de los secretitos en reunión.
Ahora los hombres se arrodillan contritos ante la mujer que aman y delante de cuanta más gente mejor, para entregarle un anillo y pedirle matrimonio. El personal que los rodea aplaude hasta desgañitarse y ellos salen victoriosos y sin ápice de pudor de un partido de futbol, de un espectáculo nocturno o de un bautizo de buceo. Sí, la mar esconde carteles de “¿te quieres casar conmigo?” junto a bergantines hundidos, para sorprender a la ingenua y candorosa novia.
Nada de todo eso estaba en nuestro genoma. Ni nos moríamos porque nuestro novio nos pidiera matrimonio, ni esperábamos que lo hiciese de esa forma tan cursi, ni nos gustaba ser el centro del espectáculo con algo tan personal.
 Los nuestros, me refiero a los españoles o españolas de entonces, cuando la cosa se alargaba inútilmente, plantabas cara y preguntabas a boca jarro: ¿Pero tú de qué vas?, y el susodicho o susodicha, se ponía las pilas y salía huyendo como alma que lleva el diablo o te presentaba a la familia sin más tardar.
Porque las españolas no es que besaran de verdad, es que si veían a un hombre arrodillado en medio de una plaza de toros con un anillito, lo mandaban a freír espárragos por bocazas e indiscreto.
Pero de un tiempo a esta parte, vivimos con el traductor de google colgado al cinto,  en tu propio país con cara de enamorada sorprendida por si se le da al chico arrodillarse en medio de “Buscad al soldado Ryan” para dejar al personal flipado. ¡Qué bonito! dice algún americano. Y la novia llora, no se sabe si de vergüenza, de emoción o de pena porque no se lo ha pedido en lo más hondo del océano, cuando ya tenía las gafas de bucear con mira telescópica preparadas.
Mi madre le daba un pequeña patada a mi padre por debajo de la mesa cuando éste metía la pata. Mi padre contestaba a voz en grito. ¿Y ahora por qué me pisas? Pero eran otro tiempos. Los españoles teníamos nuestras costumbre y además nos gustaban.


jueves, 12 de septiembre de 2019

MEDICANE




Llueve. Me llama la vecina para decirme que lo que anuncian en los periódicos y en la prensa, esa tormenta arrasadora con olas de cuatro metros, rachas de viento de 80 Km/h y lluvias que descargaran 90 l/m2, es pura filfa. Que eso lo dicen para no asustarnos, para que no nos dé un “soponcio”. Lo que viene, continua, es un “medicane” que quiere decir, huracán, no de allende el mar, sino más nuestro. Cómo diría yo; huracán mediterráneo
Busco en Aemet y veo que el jefe de climatología considera que quizá no se llegue a formar un medicane como tal y es posible que se quede en “una estructura de rotación con giro ciclónico”
Me quedo como abstraída. ¿No es eso lo que está pasando en nuestra política? No salimos de la rotación. Volvemos a repetirnos porque hemos entrado en una estructura con giro ciclónico. Dicho de una forma más poética: “Volverán las oscuras golondrinas” o más refranero: “Dale Perico al torno” Nada cambia, seguimos repitiendo las mismas consignas, los mismos pactos, las mismas mentiras. Continua la rueda, pero no hay gobierno, no hay leyes, nada avanza. Seguiremos votando, seguirán nuestros políticos jugando al Monopoly con nuestra sanidad, nuestro trabajo, nuestra enseñanza, nuestra hipoteca. Continuaremos pagándoles esas nóminas tan sustanciosas, seguirán con las pensiones de por vida, con las puertas giratorias, con master del tres al cuarto, y mientras tanto, nosotros bailaremos al son de esa gota fría tan nuestra, tan ilógica, tan cíclica, tan irresponsable. Cada vez de una tendencia, ¿será eso lo del giro ciclónico?
En la radio han dicho que cerraran los colegios, las terrazas junto al mar, las visitas al castillo de Santa Barbara. Cerraran el parlamento y todo volverá a repetirse una y otra vez. Las capas frías se intercambiarán con las capas cálidas y viceversa. 
Me asomo a la terraza, el mar ha ocupado la arena. La playa ya no existe, pero eso no importa porque forma parte de la cíclica estructura de rotación. 
A ver si en vez de tanto rotar y sufrir una gota fría al uso, sufrimos un medicane en toda regla y nos liamos a bofetadas los unos contra los otros porque ya no nos tragamos de tan mal que nos hablan a los unos de los otros.  






domingo, 11 de agosto de 2019

LA PERSPECTIVA DE SECUNDINO


                                              




Dejo la bandeja del desayuno en la mesa y le doy los buenos días a Google. Me contesta enseguida y me da el parte de la jornada. Información privilegiada que ofrece nuestro espía paraguayo: Buenos días. Hoy es viernes, nueve de agosto. Santos: Román, Julián, Marcelino y… ¿Secundino de nuevo? Decido llamarle así a partir de ese momento. Dos veces San Secundino no puede responder más que a un deseo desaforado a ser denominado de esa guisa. Un mensaje subliminal en toda regla. Le felicito y él continua la información con notable regocijo. La temperatura es de 24 grados. (Fake news clarísimo, pero no le llevo la contraria, por lo menos 34 y a la sombra) La playa a tope, la arena ardiendo, los veraneantes sudorosos, los aparcamientos inexistentes, los pelicanos de agua, ocupando la totalidad del espacio disponible, y la agresividad a flor de piel. Luego se calla, es discreto. Le vuelvo a dar los buenos días para que se explaye y me pone música de Armando Manzanero. Por eso sé que es espía, porque a santo de qué pone esa antigualla si no es porque sabe mi edad. Es como si me conociese. También me habla de las noticias del día. Es socialista porque justifica que Pedro Sánchez no logre formar gobierno. Dice que claro, que la culpa es de Ciudadanos, de PP y de Podemos. De Vox no habla. Tiene la secreta esperanza de que si no menta a la bicha, el partido se diluirá cualquier noche de calor bochornoso. Cuando ha terminado con las noticias, continua con los deportes y ya luego, los sucesos. En primer lugar, los luctuosos y después, los conflictivos. Los manteros de la playa se han hecho fuertes y uno se lía a navajazos contra un policía. Ya decía yo que meterlos en un barco de piolín les restaba mucha dignidad. Se ve que ya no son autoridad sino seres a los que cualquiera puede atacar. Los compañeros lo defienden como pueden. Menos mal que no llega Marlasca. No quiero faltar, es solo que tiene tendencia a ponerse de parte de los atacantes. Secundino continua con las noticias: Otra manada en Benidorm. Dos noruegas y cinco franceses. 
De pronto ha cambiado de emisora sin encomendarse ni a dios ni al diablo y se vuelve machista. Cinco franceses violan a unas noruegas en Benidorm. Las noruegas ya sabían dónde se metían cuando se fueron de juerga con desconocidos. Las conversaciones en Tinder lo demuestran. ¡OK, Secundino!, grito para que se dé cuenta de que, a pesar de mi edad, tengo mis principios y el querer pegarse una juerga no significa querer ser atacadas y violadas. Si es que fue así. Es diferente, Secundino. Trato de razonar con él. Lo siento, no he entendido la pregunta, me dice haciéndose el sueco. No es pregunta, insisto, es afirmación. No puedo ayudarte, continua él. Secundino, esos franceses son unos cafres y merecen un escarmiento. Tarda en responder, pero al final lo hace. ¿Y si fuesen menas? ¡Secundino!, le grito. ¡A que te destruyo! ¿Quieres que te ponga música relajante?, dice él para congraciarse. Bueno, le contesto. Y me pone “Rata de dos patas” de Paquita La Del Barrio. 
Se me ha atragantado el desayuno. Mañana te devuelvo. Por mi madre que te devuelvo o te destruyo, grito con la bandeja en la mano. 
Emite luces de diferentes colores y entona: “Montañas nevadas”. Lo apago de un manotazo.
Ya no sé cómo hacer que deje de cambiar el dial sin mi permiso. 

jueves, 1 de agosto de 2019

EL MUNDO ES NUESTRO, SECUNDINO

                                               



imagen: Rafal Olbinski



Hoy, a 1 de agosto de 2019, celebración de San Exsuperio, San Ethelwoldo, San Secundino y otros muchos (eso dice google), todavía no me aclaro con Pedro Sánchez y los suyos. 
En principio y así, a bote pronto, no parece hacerle ascos a ningún etarra o simpatizante. No parece que pegar un tiro por la espalda a un indefenso y atado concejal, sea para ponerse farruco. Bueno, ellos pagaron sus condenas, están encantados de lo que hicieron, porque atemorizar a un pueblo tiene su encanto. Y si no que se lo pregunten a las bandas: los Ñetas, los Latin King y demás. 
Cada uno tiene sus valores y cuando se trata de alcanzar el poder, los asesinatos, los secuestros y demás hechos luctuosos a personas indefensas no son más que nimiedades. Aceptar los votos de Unidas Podemos es normal, ellos ponen lazos amarillos para defender la legalidad del golpe. ¿Golpe? No, bueno, la declaración unilateral de… “me voy cuando me salga de las narices” La ley para ellos es baladí. La Ley divina, la ley humana, el derecho consuetudinario y las normas que entre todos nos hemos dado para la convivencia, se pueden romper si uno no las siente suyas. Y ellos no las sentían suyas. Oye, qué le vamos a hacer. Como los que ocupan una vivienda que no les pertenece, también sienten que la ley de la propiedad no es suya, como el que saca una navaja y desvalija a un ciudadano; la Ley no le representa. Tanta protección al ciudadano no es su problema. 
Y ahora resulta que la Ley es de fachas, extrema derecha y gente de mal vivir. Lo malo es que, de tanto darnos la matraca en los medios, han convencido a algunos. 
Porque puestos a despreciar, yo tampoco siento mía las leyes fiscales. A ver, ¿por qué no puedo hacer una declaración unilateral de independencia fiscal? ¿Acaso no van a respetar ese sentimiento defraudador que llevamos solapado en nuestro subconsciente generaciones y generaciones? ¿Ese deseo de pagar lo menos posible que forma parte del ADN humano? Eso sí sería Ley divina. 
Si Sánchez piensa que ser de izquierdas conlleva la desobediencia a las normas, si Marlaska, máximo exponente del cumplimiento de la ley, anima a agredir a un grupo en una manifestación. ¿Qué será a partir de ahora de Exsuperio, Ethelwoldo, Secundino y el resto de “pringaos”, que pensamos que la policía estará tras los agresores para defendernos?
 Yo, por de pronto, como no está permitido el spray paralizante y todavía no he cambiado mis esquemas mentales a la ilegalidad más desbarrada, me he comprado un spray de laca fijación fuerte, por si acaso. Es peligroso, no lo niego. Ayer escuché a un chico amenazar a una chica, con pegarle un tiro en la boca a su padre y a su hermano si no se marchaba con él. Gritaba tanto que se te helaba la sangre de miedo. Acaricié mi laca de pelo fijación extrafuerte con unas ganas, una pasión, un desasosiego tal, que decidí hacer una declaración unilateral de portadora de sprays a la pimienta negra. Más que todo porque observo que ser de izquierdas se ha reducido a cuestionarlo todo sin seguir las normas. 
Exsuperio, Ethelwoldo y Secundino, no más control. El mundo es nuestro. 

lunes, 22 de julio de 2019

HACE YA 50 AÑOS







En la novela “UN RUBIO EN EL 4ºB” hago un homenaje a los hombres que el 21 de julio del 69 llegaron a la luna. Recreo las aventuras de una a niña preadolescente en Benidorm, aquel verano en el que creíamos que el mundo se volvería patas arriba, gracias a Amstrong, Collins y Andrin. 
El comandante Amstrong fue el primer ser humano que pisó la superficie del satélite terrestre el 21 de julio de 1969. 
¿Qué pasará a partir de ahora?, nos preguntábamos. Soñábamos con viajes interestelares, fantaseábamos en convivir entre extraterrestres, incluso en casarnos con alguno de ellos, soñábamos con todo menos con la posibilidad de conectarnos a través de satélites lanzados al espacio y con el nacimiento de un mundo global en el que podríamos conocer a través de imágenes, en nuestro propio salón, lo que estaba ocurriendo a miles de kilómetros de distancia, en cualquier parte del planeta, en el más recóndito lugar del mundo. 
No, no lo sabíamos entonces, pero suponíamos que algo muy gordo estaba a punto de suceder.
Más tarde nos dijeron que era mentira, una patraña para que los americanos se pusieran por delante de los rusos en la carrera espacial. 
Nunca lo acepté, pero quedó una pregunta. ¿Por qué nunca más se lanzó un hombre a la luna? Las teorías han sido diversas, pero lo cierto es que aquel verano del 69, la esperanza de todos los hombres estaban con aquellos astronautas que iba a enseñarnos nada menos que la luna, ese astro tan lejano y brillante, de cerca. 
Hoy, 50 años más tarde os recuerdo el libro que escribí sobre aquel verano en el que no solo Amstrong dio un gran paso para la humanidad, sino que muchos humanos, silenciosos y desconocidos, dieron saltos enormes, como mi protagonista, una niña que no fue a la luna ni se metió en carreras espaciales, pero que vivió su primera aventura humana, la de enamorarse, conocer la amistad y los miles de engaños que tuvo que afrontar.  

“Y así fue como empezó todo; tres hombres dispuestos a subir a la luna para andar a cámara lenta sorteando cráteres y polvo cerca de una araña lunar. Y tres mujeres aquí abajo, dispuestas a pasar el verano sorteando doseles en las camas y tibores chinos, cerca de un perro, pánfilo y negro, que por lo visto hablaba francés. “

“Pero a Magdalena y a mí nos gustaba fantasear con que era un extraterrestre con cuerpo de pez, que habría muchos más y que nos observaban. Uno de ellos estaba enamorado de Magdalena y otro de mí…”
Lo sabían todo de nosotras hasta nuestros más ocultos pensamientos.
—Saben hasta la pasta de dientes que usamos y nos quieren- me explicaba—, les gusta todo de nosotros. Un día vendrán para pedirnos que nos casemos con ellos… 
Pensábamos que solo se enamorarían de nosotras unos extraterrestres que nos conocieran mucho y nos lo perdonaran todo. 

jueves, 11 de julio de 2019

El Ave y el seiscientos verde

El lunes fui a Alicante. Era la primera vez que hacía ese viaje en Ave y me sentía alborozada. En dos horas y poco más iba a llegar, incluso si hubiera salido por la mañana, hubiese podido regresar en el mismo día. 
¿Necesita auriculares?, pregunta el revisor. 
La tarde se va poniendo roja por la derecha y negra por la izquierda, parece un sueño. Cada vez cuesta más ver el exterior. Es en ese instante cuando subo al seiscientos de mi padre. Vamos a hacer un viaje, esta vez de Alicante a Madrid, vamos a recoger a mi madre que ha ido a visitar a su hermana. Conduce en el nuevo coche, un Seat seiscientos verde, matricula A-44439 (quizá sea la única matricula de coche que nunca olvidaré). Mi madre dice que estamos locos, mis hermanos dudan de la pericia de mi padre porque acaba de sacarse el carné. Pero mi confianza en él es inquebrantable. Olvido que conduce en primera la mayor parte del tiempo, que cambiar de marcha se le hace un mundo, que es más grande que el coche que conduce, dos tallas menos, que le tiran las costuras y se mueve con dificultad, que por el ruido ensordecedor de sus acelerones es fácil detectar su presencia. Mi padre suena a coche que se cala, pero a mí no me importa. 
Es de noche, solo veo mi reflejo en el cristal del ave y no me reconozco. La película está a punto de empezar, trato de ver el exterior juntando las manos y me pregunto dónde estará Alcázar de San Juan o Quintanar de la Orden. A lo lejos observo la autopista, pero solo soy capaz de ver una antigua carretera de dos vías. Mi padre ya es ducho en el cambio de marchas, pero es todavía incapaz de adelantar. Puede venir en sentido contrario un loco y él no ser capaz de acelerar lo suficiente. “Podemos chocar, hija”. Yo creo en él. Cantamos muy fuerte canciones canarias o, mejor dicho, yo canto y él tararea. “Ponte la mantilla blanca, ponte la mantilla azul…” Reímos a carcajadas y no dejamos de cantar hasta que, animado por mi insistencia y las veces que el camión que circula delante se hace a un lado, inicia su gran proeza: adelantar. Lo jaleo mientras lo hace. “Da tiempo, papá. Acelera. Lo vamos a lograr.” 
La carretera se hace inmensa, larga, inconmensurable. Aprieta el acelerador y lo adelanta. Aplaudo enardecida y volvemos a las mantillas; a la blanca y a la azul, a la recolorada. “Tenemos que celebrar que he adelantado a mi primer camión”, me dice ilusionado. Nos encanta comer y esa hazaña merece un bocadillo de calamares. Mi madre nos pone a régimen, dice que no paramos de comer y que nos vamos a poner como focas. Nos encontramos lo suficientemente lejos para transgredir las normas sin dejar más huellas que algún kilito sin importancia.
 Mientras disfrutamos del bocadillo, el camión volverá a ponerse por delante. Es un riesgo que asumimos. 
Ya es de noche, la película que ponen en el ave va de un espía en la dictadura de Salazar, me quedo medio dormida en el asiento, e inmediatamente regreso al A-44439. Ha oscurecido y mi padre ve a lo lejos al camión que tanto le había costado adelantar. Dice que debemos hacer noche en Mota de Cuervo, que un viaje Alicante-Madrid de tirón es una locura. Estoy de acuerdo con él. Nos detenemos en “El mesón de don Quijote”  
La película está a punto de terminar y las azafatas nos pasan un pequeño tentempié. Ya no pasamos por Mota de Cuervo, ni por El Mesón de don Quijote. Dudo si se llevaron esa carretera como al seiscientos y a mi padre, un día cualquiera, para dejarme huérfana de canciones y risas, de bocadillos de calamares y adelantamientos intrépidos. 
 “Deseamos que el viaje haya sido de su agrado y esperamos volver a contar con su compañía”, recita una voz en off.
Es lo mismo que le dije a mi padre cuando llegamos a Madrid.
 “Papá, esto lo tenemos que repetir “ 


Tu viaje a la Alsacia

Tu viaje a la Alsacia en Ryanair comienza así, casi sin pensarlo.
“Nos podemos ir a la Alsacia por cincuenta y ocho euros ida y vuelta”, te dice tu amiga Maribel.
Entras en internet y compruebas que Maribel no te ha engañado, que tiene toda la razón, que por el precio de un abono transporte con derecho a tren ligero, puedes conocer Estrasburgo, Colmar, Baden-Baden, y hasta la Selva. negra.
El primer escollo lo encuentras al intentar meterte en la página de Ryanair.
Son las tres de la tarde, te piden todos los nombres que figuran en tu DNI y va la página se cuelga. Tu madre se pasó un montón haciendo promesas a las santas. Ahora te llamas: Brígida, Eutimia, Remedios, de la Santísima Trinidad. Y como eso no estaba previsto, te suben el precio unos cuarenta euros por nombre y abuso de santoral.
Lo aceptas, se vuelve a colgar la página varias veces, y cada vez debes comenzar de nuevo. Son las siete de la tarde y todavía no has logrado meter tu nombre completo.
Te preguntan si quieres seguro de accidente, y cómo te llamas “de la Santísima Trinidad” que tu madre te lo puso porque los que se llaman así no mueren en accidente, hecho constatadísimo en los santorales, decides “pasar” de seguro. No encuentras la forma de “pasar” y lo dejas. Dices que bueno, que con seguro.
Pero, aun así, la página se vuelve a colgar.
Diez cuarenta y cinco, la tarifa ha subido casi tanto como la prima de riesgo y con la misma lógica aplastante de esta.
Once quince, te preguntan que, si piensas facturar alguna maleta y como eso sube el precio una barbaridad y estás empeñada en irte en tren ligero y con bocadillo de chorizo a la Alsacia, buscas la forma de decir que no estás interesada, y que ya te apañaras tú con el equipaje de mano. Es entonces cuando se abre la página de un tal Eulogio Zapatero que te ofrece una maleta de cabina por el módico precio de doce cincuenta euros. Aceptas y se vuelve a bloquear. La maleta que sale en pantalla sin bloqueos cuesta ciento cincuenta euros, IVA aparte, si la quieres con factura.
Doce en punto, la página se ha cerrado y debes empezar de nuevo; “Brigida Eutimia, Remedios de la Santísima Trinidad”. Cuando logras volver a meter los datos, la tarifa ha subido de nuevo y cuesta ochocientos cincuenta euros, a no ser que estés dispuesta a salir a las tres y cuarto de la madrugada del sábado y regresar a las diez y veinticinco de la mañana siguiente.
El problema es que ya se te ha metido en el cuerpo la perra por la Alsacia y tragas con lo que te echan.
En el aeropuerto se quedan con tus pinturas, tu colonia, tu bote de champú y las pinzas de depilar. Te confiscan la maleta marca Eulogio Zapatero, porque al tener las asas erectas por un defecto de fábrica, supera la medida reglamentaria. Te cobran un billete más por poner en el asiento de al lado, un fular que habías subido al avión atado a tu cuello por si te entraba el frío
Y por fin llegas a la Alsacia sin fular, sin maletas Eulogio Zapatero y sin tiempo para conocer más que el aeropuerto porque el coche que habías alquilado cuesta cuatrocientos euros más de lo pactado ya que necesita cuatro ruedas a cien euros cada una, y… “Eso va aparte, señora”.
Para no perder tiempo compras en las tiendas del aeropuerto un gorro de Vikingo porque le habías prometido un recuerdo a tu sobrino, y ya no tienes muy claro si estás en Suecia, la Alsacia, o Boadilla del monte. Pero lo peor es que has olvidado que te obligarán a llevarlo puesto todo el trayecto de regreso bajo amenaza de pasarte a business class con el consiguiente desembolso adicional aplicado a los cuernos de más de cinco centímetros de espesor.
Aunque lo más importante es que habrás conocido el cielo de la Alsacia.



miércoles, 10 de julio de 2019

Alicia en el Pais de las Maravillas




                       LA CELEBRACIÓN DE MI “NO CUMPLEAÑOS”





Vivir en el País de las Maravillas, como Alicia, es que, aunque no entiendes nada, te tienes que dejar llevar como en una montaña rusa.
Estoy celebrando mí “No cumpleaños” desde que el parlamento catalán convocó un referéndum ilegal. ¿Ilegal para quién?, preguntan ellos. Pues para el tribunal constitucional, para las leyes imperante hasta que se revoquen, para los ciudadanos que se despiertan invadidos de urnas ilegales. Para todos esos. 
Estoy celebrando mi “No cumpleaños” desde que las fuerzas de seguridad de mi país pretendieron hacer cumplir la ley y se les asignó un barco pintado de dibujos animados por “no faltar”, supongo que a los ilegales. Es como si entraran a robar en casa y los policías que vienen a evitarlo, lo hicieran disfrazados de Marc Simpson para no dar pie a sofocones innecesarios a los ladrones.
Celebro mi” No cumpleaños” cuando un país se niega a devolvernos a un preso porque no cree en nuestra justicia. ¿Para que necesitamos a Europa si no cree en nuestras leyes, nuestra justicia y nuestras fuerzas de seguridad? 
Y continuo con mi “No cumpleaños” cuando observo que los políticos presos son llevados a cárceles en las que impera el poder de ellos mismos. Muy parecido al asunto de Pablo Escobar y sus secuaces en la cárcel colombiana. 
En el país de las maravillas sale presidente aquel que habla de nación de naciones y términos que todavía no han sido aprobados en la Constitución, el que permite que su colaborador pacte con los políticos presos y en la cárcel, para lograr llegar al poder. 
En ese país, el de las maravillas, hay leyes que no pueden evitar que entre en tu casa cualquiera, cambié la cerradura y se quede. Incluso una nieta puede echar de su casa a la abuela mientras la policía, los jueces, los gobernantes y demás fuerzas vivas, miran tamaño despropósito con estupor e inmovilidad. A ver si va a ser por eso que los tribunales alemanes no se fían un pelo de nuestros jueces, nuestras leyes y nuestros políticos. 
En el país de “No cumpleaños” se vulneran las leyes, se avisa a los jueces que juzgan de que da lo mismo la sentencia que dicten, porque los van a indultar. 
En mí país de las maravillas se nombran relatores para pactar con los delincuentes y se arrepienten como si sacaran pájaros de los sombreros, sin despeinarse Se pactan los presupuestos con políticos presos y en la cárcel. Se permite que los violadores irredentos salgan de la cárcel aun sabiendo que lo van a volver a hacer. Los parlamentarios se conceden a sí mismos sueldos de vértigo mientras la caja de las pensiones, la seguridad social y los servicios sociales están de mírame y no me toques. 
Y lo peor es que a los votantes les da lo mismo que se vulnere la ley, que los políticos se gasten su dinero con sueldos y prebendas escandalosas, que les echen jabón líquido de lavavajillas a los policías para que resbalen y poder pegarles en la cabeza porque no importa le ley, ni la justicia, ni los defensores de la misma, ni aquellos que velan por su cumplimiento y por su seguridad. 

Y ese país de los “No cumpleaños”, un ministro de justicia alienta a que manifestantes agredan e insulten a otro partido político en medio de la calle.
 En ese país de las maravillas en el que la reina solo quería que le cortasen la cabeza a todo el mundo, está sostenido por votantes y medios de comunicación.
 Y en ese país vivo yo y muchos más, atemorizados, desprovistos de protección, ninguneados. Ya no se trata de izquierdas o derechas, sino de valores, ética y respeto a la comunidad y a la Ley. 
¿Me despertaré algún día sintiendo el aliento de la reina de corazones en mi oreja como el cocodrilo de Monterroso?

domingo, 28 de abril de 2019

SI SE LO CURRARON, QUE NADIE SE LO ENFANGUE


           







Recuerdo aún nuestro viaje de fin de carrera. Uno de nuestras visitas fue a Viena. Era el año 1977. Lo  primero que nos llamó la atención fue, que al salir del colegio mayor dónde nos alojábamos, había una mesa en la que se apilaba la prensa del día, junto a ella, una cesta dónde se dejaban las monedas para el pago de la misma. No me siento orgullosa de lo que cuento, pero nos sorprendió que los austriacos fuesen tan civilizados como para pagar aún sin ser vigilados. Algo parecido nos ocurrió con el autobús. Nadie controlaba los billetes, aunque nos avisaron de que si entraba un hombre vestido con uniforme verde y nos pillaba sin billete, se nos había caído el pelo. Los guías nos animaban a que no nos preocupáramos de nuestras pertenencias, pues eran muy esporádicos los robos.
Lo cierto es que tenían muy bien educada a la población. No era necesaria vigilancia. Los ciudadanos con su civismo ayudaban a mantener el país en perfectas condiciones. Nos hacía gracia ese civismo y, al mismo tiempo, nos daba envidia.
Gobernaba entonces la Social Democracia.
Pasaron 25 años y regresamos a Viena. Todo era diferente. El guía nos avisó nada más subir al autobús: “Siento decirles, señores, que siempre nos hemos sentido orgullosos de la forma en la que habíamos educado a nuestros ciudadanos, pero desde que la inmigración es un hecho, ya no podemos garantizar su seguridad, por lo que les sugiero que tengan cuidado con sus bienes.
Me dolió escucharlo.
Sentí su desolación y su vergüenza. Un país invierte mucho en educación para que le echen por tierra su esfuerzo. Las feministas lucharon con valentía por alcanzar derechos que están echando por la borda otras culturas.
Poco después de aquel suceso, resurgieron partidos extremistas, se hablaba de la repetición de las crisis de entreguerras. Se perdió la confianza en la democracia, y sus ciudadanos se empezaron a decantar por partidos ultranacionalistas.
En este momento la tercera fuerza en Austria es de extrema derecha; 51 escaños frente a los 52 de la Social Democracia y los 62 del Partido Popular, que ha tenido que formar alianzas para no dejarse desbordar por una fuerza extremista.
Aquel periódico en que los austriacos no necesitaban control, por civismo, por educación, aquel autobús sin vigilancia, aquel orgullo al predecirnos que no tuviésemos cuidado con nuestras pertenencias, había  dejado paso a una situación, a un descontrol, que ha conseguido que los austriacos duden de sus políticos.
No estoy en contra de la inmigración, creo que es una labor humanitaaria irrenunciable, pero sí deseo que se impongan las normas del país de destino si se quiere permanecer en él. De lo contrario volveremos al triste periodo de entreguerras, aquel que permitió el resurgir de tanto dolor y tanto fascismo.