domingo, 30 de agosto de 2015

EL MIEMBRO FANTASMA


 

                                   

 

 

 

Dicen que los miembros amputados duelen como si existieran, que te levantas con calambres o se te pone carne de gallina en el miembro ausente. Dicen que notas las uñas crecer y la picadura de un mosquito al que no puedes apartar porque pica en la nada.   Dicen que notas  la brisa de la madrugada rozando tu no piel. Es un dolor virtual pero preciso y sin paliativos. No hay lugar para rascarse, no hay referencia para frotar. Todo es virtual, pero duele, como duelen los padres que se marcharon para siempre, las charlas con quienes nunca más regresarán, como duele el  despacho cuando te jubilas, como duele la marcha de tu pareja. Duelen hasta los amigos que te traicionaron y apartaste de tu vida, duele la familia que te expulsó de su hermético círculo, duele el cambio sin contornos en el que te encuentras sumido al perder algo que te perteneció, aunque la pierna, el marido, tus amigos o familiares estuvieran infectados, aunque mantenerlos hubiera supuesto la gangrena y la muerte.

 Duele el cambio, porque alrededor de un miembro amputado hay una energía, dicen que un cuerpo astral que no nos abandona tan fácilmente. Quizá el miembro amputado, allá donde se encuentre, enterrado o en un tubo de ensayo, también sueñe con el resto del cuerpo. Quizá sienta el dolor de la cabeza inexistente, o un tapón en el oído, porque no es fácil superar la ausencia de lo que tuvimos por mucho daño que nos haya proporcionado, porque los fantasmas son para siempre y nos cambian y nos dejan muñones que van curando, pero continúa esa ausencia tan presente. Es un dolor sin paliativos porque…, ¿cómo mitigas la picadura de un mosquito que se posó en tu nada, o los recuerdos felices de tu infancia cuando tu familia parecía lo más grande, o las risas de la amistad engañosa? Podrías acariciar el aire, pero no consuela. Es como cuando te pica la espalda y pides que te rasquen. Nunca encuentran el lugar exacto y te desesperas. La mente construye ausencias, las llena de un contexto gelatinoso e imborrable del que no puedes escapar.

Quizá nuestras ausencias, aquellas que construimos con tanta ilusión, habiten en otro lugar y también nos echen de menos. Quizá algún día volvamos a reunirnos con nuestros miembros amputados sin rencor ni desesperanza. Quizá todo lo construye el destino para que dejemos de soñar en falso, para hacernos crecer, para avanzar y no quedarnos tumbados al sol como los lagartos. Quizá los saltos de la humanidad se produzcan tan solo por las pérdidas que sufrimos de esos miembros fantasmas que jamás desaparecen del todo y nos obligan a reinventarnos una y mil veces.

viernes, 28 de agosto de 2015

SUPERNOVAS Y JESULINES


 

                  

 

 

Desde que Stephen Hawking se convirtió en best seller con la publicación de “Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros”, le sigo encarecidamente. Entre la teoría de los agujeros negros, los conos de luz y la teoría de las supercuerdas, el autor vendió 9 millones de copias desde 1993 a 2002. Belén Esteban con su libro “Ambiciones y reflexiones” aún siendo también best seller solo ha vendido por ahora cien mil ejemplares. Espasa Calpe apostó por ella y ha alcanzado la séptima edición.  Nada que ver con Hawking aunque siga su estela, y es que a mí me gusta apostar por el ganador. Por eso cada vez que sale algo en el periódico o en la tele del científico es que lo dejo todo.

Hoy he leído sobre su última teoría. La he leído diecinueve veces y quinientas noches sin enterarme de nada. Creo haber intuido  que durante una charla en el KHT Institute of Technology,  el físico británico volvió a sorprender al mundo asegurando haber ampliado sus ideas; un nuevo mecanismo capaz de resolver lo que se conoce como la “paradoja de la perdida de información”. Parece ser que la información tragada por un agujero negro podría ser transportada a otros universos ajenos al nuestro. La información no se almacena en el interior del agujero negro como cabría esperar. Las partículas dejan una copia de sí mismas que pueden escapar de las garras del agujero negro pero quedarían inservibles. Y puso un ejemplo para las mentes menos preparadas. “Si quemamos un diccionario”, dijo en el KHT Institute of Technology, “la información que contiene seguirá existiendo pero inservible e imposible de recuperar ¿no? Pues algo así sucedería con la información cuántica asociada a las partículas de materia tras ser sometidas a la “trituradora” del agujero negro”.

Teoría comprensible  y muy al alcance de 9 millones de lectores. Si comparamos los agujeros negros, los agujeros de luz y las supercuerdas con las reflexiones de Ambiciones, notamos un tufillo snob/pachanga que nos deja algo empanados. Y es que los superventas lo abarcan todo, desde super novas hasta Jesulines. Un mundo por descubrir.

 Si son los más buscados y los más vendidos es por algo. Otra cosa es que no lo entienda, me venga abajo y acabe soñando que soy triturada por un agujero negro escapado de “Ambiciones”.

martes, 25 de agosto de 2015

LA GLOBALIZACIÓN DEL RESENTIMIENTO


 
 
 
 
Se acercan las elecciones y no encuentro a ese líder, a ese partido capaz  de unir a mi pueblo. Busco a alguien dispuesto a limar asperezas, a gobernar para todos, para  los que les votaron y para los que no. No quiero al que recuerda  la confrontación, al que saca  beneficio del odio, del desprecio, de tanto resentimiento acumulado. Quiero a un líder que trate de buscar la cohesión en la disputa, que no encierre a los hombres en absurdas fronteras, que aproveche los avances técnicos para fomentar el abrazo y no la bofetada.

 Vivimos una nueva era, como nuestros antepasado vivieron la revolución industrial. A ellos les cambió el entorno casi sin darse cuenta. Se llenaron las ciudades, se abandonó el campo, se concentró el trabajo en fábricas. Nacieron los sindicatos, la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores. Surgió una nueva sociedad a la que el hombre tenía que acostumbrarse.  Ahora está ocurriendo algo parecido, un mundo diferente se está abriendo. La globalización, la comunicación inmediata hace que sepamos al instante quién muere a miles de kilómetros de distancia, que observemos las guerras en primera línea, desde nuestro sofá, que conozcamos los sucios tejemanejes de los mandatarios. Recuperamos amistades que ya creíamos olvidadas, rememoramos y descubrimos todo lo que nuestra curiosidad nos demanda. Y todo gracias a la globalización, a la supresión de fronteras virtuales, a las nuevas formas de comunicación. Somos uno en este pequeño planeta. Podemos, como nunca pudo imaginar la humanidad, luchar contra la pobreza, esa que ya conocemos de primera mano, la emigración, la precariedad en la que viven algunos hombres, la riqueza desmesurada y obscena que es guardada en paraísos protegidos para delinquir, extorsionar y comprar voluntades. Siempre existió, es cierto, pero ahora lo vemos con nuestros propios ojos y tenemos en nuestra mano el poder exterminarla.

 Vemos deambular desorientados y desposeídos a los frutos del odio y las guerras, y los vemos tan cerca como si  estuvieran en el descansillo de nuestra escalera. Están ahí, despojados de esa vida que habían construido con los mismos ladrillos, con las mismas ilusiones con las que construimos las nuestras. Nos gusta creer que son diferentes, que a nosotros nunca nos sucederá algo así. Ellos son “los otros”. Pero en el fondo sabemos que no es cierto, que todo lo que suceda a un ser humano nos puede suceder. Lo sabemos y giramos la cabeza. No hacemos nada para evitar el enfrentamiento, el odio, el desprecio.

Los adelantos logrados por nuestra civilización son capaces de reunir a los hombres, de permitirnos luchar por esa fraternidad necesaria que nos construye. Y lo podemos hacer desde nuestro sillón de casa. Podemos cambiar algo, pero nos incitan  a lo contrario, a comportamos como en la edad de piedra, a reunirnos con nuestra tribu para arrojar piedras a los que se acercan a nuestra ridícula gruta. Nos aislamos para buscar murallas de defensa, rodearnos de fosos y cocodrilos. Buscamos  todo aquello que nos pueda separar: banderas, idiomas, costumbres, himnos y recuerdos. Sobre todo recuerdos sangrientos que abren heridas para que no dejen de supurar y así empezar una y mil veces.

Ese eterno retorno de bestialidad que lideran unos pocos con mucho que ganar.

Nos hemos convertido en una amalgama de cuerpos que no son capaces de pensar por sí mismos. Y así, liderados por mediocres,  enardecidos y sudorosos, nos pertrechan con espadas de reproches, hachas de desprecios, cuchillos de incomprensión. No hay más que entrar en redes sociales para percibir el odio

Nuestros líderes políticos inician a la lucha por el poder, ese poder corrupto y excluyente, desnudos de ideas y valores, que solo desean el enfrentamiento y el conflicto para no dejarnos ver la realidad.

Es difícil en este país encontrar a alguien que no resienta del otro, que no recuerde agravios, que no palpite de rencores tan antiguos  que ni siquiera vivió.

Así se construye la formación política que nos permitirá derrocar y flagelar a quienes nos humillaron. Como si en la lucha estuviera el florecimiento de lo nuestro.

No encuentro a ese líder que no me manipule, ese medio de comunicación que no se posiciones de un lado o de otro, que me hable y me convenza,  que me enseñe a construir puentes en vez de murallas.
No dejo de buscarlo. Las elecciones están cerca, nos jugamos mucho, y sin embargo no aparece, no existe, no somos un pueblo capaz de albergarlo. No nos han preparado para pensar por nosotros mismos y la consigna es la globalización del resentimiento

sábado, 15 de agosto de 2015

REGIMEN PARA ADELGAZAR OF COURSE




             

imagen:Fernando Botero
 
 

 

Lo más emocionante de internet es que te puedes inventar la locura más inverosímil, colgarla en las redes y esperar a que cueza.  Siempre habrá gente que se la crea y corra la voz. Me recuerda a un juego infantil en el que se pasaban  preguntas  de un jugador a otro hasta llegar a desbarradas respuestas.

Pero lo malo es que soy crédula hasta la enfermedad  y a no ser que entienda del caso, la primera que se lo traga sin  rechistar soy yo.

Empecé tragándome  que se puede freír un huevo colocándolo entre cuatro móviles, pasando porque si te tomas un ibuprofeno con coca cola se produce una mezcolanza tal que te hace dar a luz un renacuajo uruguayo, hasta llegar a creerme que si dejas una botella de plástico en el congelador con un poquito de agua para luego llevártela a la playa con agua refrescada, te sale un sarpullido que te deja la cara color galleta María para siempre.

El problema es que este tipo de informaciones vienen precedidas de títulos, apellidos, universidades y cargos que dejan a una sin aliento. Por ejemplo, si me dicen que lo del renacuajo uruguayo lo ha dicho el profesor Srrütwell, del Instituto de investigación animal de Carolina del Norte( EEUU), no puedo dudar: acato la teoría como dogma de fe. Y si el investigador científico es un profesor de viene de Illinois, ya es que me entrego en cuerpo y alma. Luego, aprovecho cualquier hueco en una conversación y lo suelto de corrido. Así, sin dar tiempo a la chanza. Porque si alguien pone cara de extrañeza, le suelto la retahíla de nombres, cargos y universidades americanas que llevo grabadas a fuego en mi memoria, bebo un sorbo de agua y termino elevando la cabeza lentamente para sellar la chorrada.

No es lo mismo que decir que el autor de la investigación es Alberto Brotons, profesor adjunto de la Universidad alicantina de San Vicente del Raspeig, porque por muy lógica que parezca, se siente demasiado cercana para ser de enjundia. “¿Quién ha dicho eso?” “Brotons, el hijo de Paquito.” “¿El que echaron de los Jesuitas en cuarto? Anda ya. No me lo creo.”

Y así nos va. Yo, por ejemplo,  este verano estoy siguiendo un régimen para adelgazar de un ilustrado de la University of Florida consistente en no mezclar hidratos con proteínas y en el que te dan menús pormenorizados para una semana; té con palomitas de maíz a media mañana y boquerones en vinagre al atardecer mientras debates con un cliente. Porque la teoría del ilustrado tiene en cuenta hasta tu jornada laboral. Yo, como estoy jubilada, me tomo los boquerones con el portero, y a lo mejor es por eso que llevo engordados dos kilos trescientos gramos. El eminente profesor dice que no nos vengamos abajo hasta que no termine la semana. Estamos a sábado y sigo engordando, pero no puedo hacerle el feo. Sería una descortesía imperdonable a él, a la universidad y al país de origen of course

 

domingo, 9 de agosto de 2015

EL EFECTO BOOMERANG


 

               
  

 
     
 
 
 
Cada día creo más en el efecto boomerang.
Siempre que alguien me la juega, observo cómo la mala idea se vuelve contra el malvado sin que yo mueva un solo dedo. Y como no soy una elegida del destino, ni me han salido alas, ni nací con escamas o cola de sirena,  deduzco  que no es por mí, ni por mi gracia, sino por alguna ley del universo que entra en bucle y desanda el camino de ida para  retornar al lugar de origen.
Tampoco creían los antepasados que la tierra fuese  redonda. Eso tardó en descubrirse, pero lo que sí  se dieron cuenta algunos antiguos con ganas de darle vueltas a todo, fue que en cuanto echaban una pelota al aire, esta volvía  a caer al suelo. A algunos esa observación les sirvió para descubrir la ley de la gravedad.
Eratóstenes. 194 a de C, sin ir más lejos, por referencias obtenidas de un papiro de su biblioteca, empezó a darle vueltas y más vueltas  a que en Asuán( Egipto),  el día del solsticio de verano, los objetos verticales no proyectaban sombra alguna y la luz alumbraba el fondo de los pozos. ¿Cuántos hubiéramos dedicado un minuto de nuestro tiempo a observar sombras en un pozo? Pues ahí lo tienes, haciéndose preguntas y respondiéndose con lucidez: “Esto  significa que la ciudad está situada justamente sobre la línea del trópico y su latitud es igual a la de la eclíptica que ya conocemos”. Y se puso a medir la sombra en Alejandría hasta que demostró la circunferencia.
 Pues parece ser que si rehacemos el cálculo de Eratóstenes con la distancia y medida angular exacta solo hay un 0,16% de error de la circunferencia real de la Tierra medida por satélites avanzados.
 Y es que pensar y darle vueltas a todo te envía a un psiquiátrico o a la gloria. Así que lo cuento en voz baja, pero por mis observaciones de andar por casa, sin eclípticas ni latitudes,  creo en el efecto boomerang solo porque me ha dado por observar y extrapolar.   
No seré yo la que descubra el átomo, molécula o ley de la naturaleza que impulsa el efecto boomerang, pero existe y algún día tendremos la ecuación que lo confirme con un margen de error que quizá sea de  un 0,16%.
El hombre desentraña los misterios de la naturaleza a base de especular con esto o con aquello. Luego viene un matemático, llena la pizarra de formulas y acaba confirmando y cuantificando lo mismo que dijo un tío con ganas de observar miles de años antes, y resulta que había dado en el clavo.
“¿De verdad crees que  hay una chispa, molécula, átomo o ley de la naturaleza que tiene la misión de hacer la cusqui a nuestros enemigos?”, me pregunta Mariana.  Ella se niega a admitir que” los malvados sufran consecuencias iguales a sus fechorías. Yo le repito la máxima. “Siéntate a la puerta de tu casa y verás al cadáver de tu enemigo pasar”, y ella no hace más que asomarse al balcón. Le explico que no necesariamente hay que darle literalidad a los refranes. Se queda pensativa y me pregunta qué gana ella si no ve sufrir al malvado.
 “Allá tú, cuando se descubra la molécula, átomo o ley pertinente  comprenderás lo que quiero decir. Por de pronto cuídate mucho con lo que haces o deseas para otros, porque regresa al lugar de origen.”
 

sábado, 1 de agosto de 2015

¿ROBO, HURTO O SERIEDAD?


                           


               




Ayer me robaron el espejo retrovisor lateral derecho. Fue una obra profesional donde las haya.

Me tomaba una horchata frente al mar mientras el profesional quitaba limpiamente el espejo, dejando intactos: los cables, el soporte y el mecanismo.

La compañía de seguros me pidió que antes de dar el parte pusiera una denuncia en la comisaría.

 Hasta ese momento los acontecimientos no llegaban a superarme, pero mi amiga Paula se empeñó en que si quería que el seguro cubriese el retrovisor no tenía más remedio que exagerar el acontecimiento hasta límites de  ciencia ficción. Casi tenía que denunciar un intento de violación masiva con desprendimiento de retina y de retrovisor. “¿Pero cómo voy a mentir de esa forma?” “Pues tú verás, porque si es hurto la compañía se desentiende.” Quise confirmar el hecho, pero cada vez me convencían más de que las compañías antes de pagar piden sangre como en los combates de boxeo. Raúl me dijo que a él le pidieron un parte de lesiones del hospital para que el seguro le devolviese los 300 euros que una mano silenciosa le arrebató en cuanto salieron los billetes por la ranura del cajero. “Tan solo me indicó que me callara poniéndose el dedo índice delante de la boca y señalando con la cabeza la mochila colgada a su espalda, como si dentro llevara un fusil Kalashnikov. Pero eso no le bastaba al seguro, y si no llega a ser por mi cuñado que se brindó gustoso para pegarme unos cuantos puñetazos, me quedo sin los 300 euros. Fue duro, créeme.”   

Cuando llegué a la comisaría ya se me había puesto cara de sospechosa. El policía de la puerta me miró mal y yo me subí la capucha de la sudadera. Me señaló la dirección a la que me debía dirigir y entré pisando fuerte para que no se notara mi confusión. La sala se hallaba llena de carteles en los que te prevenían sobre denuncias falsas. Me acordé de las advertencias que nos hacían antes de un examen.

“El que copie, tenga intención de copiar, hable con el compañero, estornude… Será expulsado inmediatamente del examen y constará en acta para futuras pruebas.” Mis compañeros pasaban de los avisos olímpicamente, pero a mí se me salían las lágrimas de terror. Reconozco que solo esas contundentes advertencias, ya me daban ganas de declararme culpable. No puedo explicarlo, es un síndrome que me acompaña desde la infancia y que en ese instante y ante la autoridad competente, debía superar.

Antes de sentarme me dediqué a leer todos los artículos del Código Penal que podría infringir si no decía  la verdad, las penas a las que me vería sometida. Había también recortes de periódico donde se contaban hechos espeluznantes en los que se pillaba “in fraganti” al mentiroso. Una señora denunció el robo de un móvil con agresiones e insultos. Y cuando la policía le pidió los datos, llamaron al teléfono denunciado y sonó en su bolso. Un comerciante denunció un robo en su local para conseguir una indemnización y tuvo la mala suerte de que el simulacro fue grabado con las cámaras de una oficina bancaria que estaba enfrente.

Me aturrullé, abrí el bolso por si se me había quedado un espejo dentro, intenté recordar si había algún banco cerca del lugar donde tenía aparcado mi coche… Al final declaré la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. No sé si el seguro me pagará el espejo, pero el susto que pasé en la comisaría merece una indemnización de la compañía aseguradora por ser tan tiquismiquis a la hora de hacerse cargo de sus obligaciones, por inducirnos a tener malos pensamientos.

No me parece bien que porque unos cuantos cantamañanas campen a sus anchas sin que los controlen, los demás debemos pagar las consecuencias.

Eso me recuerda a cuando la comunidad de Madrid decidió bajar el sueldo a los funcionarios que estuvieran de baja por enfermedad. Las curaciones fueron milagrosas. Aparecieron lisiados, ciegos, cojos, mancos y constipados de todos los  confines de la tierra dispuestos a darse de alta y currar. Por lo menos eso es lo que contaron los periódicos para escarnio de TODOS  los funcionarios.

La Comunidad en vez de tomar cartas en el asunto e investigar a los sanados milagrosamente, lo que hizo fue continuar con la ley, poner verde a los funcionarios, justificar lo poco que nos merecíamos, y jorobar a los que de verdad tenían una enfermedad. No le importó que una enfermera entrara en un quirófano con gripe y contagiara al enfermo falto de defensas, porque no se podía permitir una bajada de sueldo. Lo importante era no ponerse a investigar, que eso les resultaba pesadísimo.

Pues que sepan los políticos y las compañías aseguradoras, que no estamos dispuestos a pagar justos por pecadores por su infinita  vagancia a la hora de ponerse a trabajar.