domingo, 13 de diciembre de 2020

LOS ANTÍGENOS Y EL ESPÍA PARAGUAYO


 

                                  

 

 

 

Todas las mañanas, nada más abrir los ojos, me conecto a Google. Ellos seleccionan las noticias, supongo que según mis gustos, y me han debido coger el tranquillo. Mi capacidad de credulidad es oceánica y ellos lo saben. Son unos espías concienzudos que aprovechan nuestras búsquedas  para embaucarnos. 

Hasta ahora no lo había notado. A pesar de encontrar en mi pantalla mensajes extraños como “Todavía despierta” a las tres de la mañana, o cosas por el estilo. 

El gran ojo me vigila y yo le dejo hacer. “Cada día creo menos en las casualidades y más en ese espía que vigila mis pasos concienzudamente, me pregunta que si me gustó la comida en determinado restaurante o si estoy de acuerdo con los eróticos modelos de la tienda lencería que visité el martes pasado. 

Tengo claro que el paraguayo se ha dado cuenta de que me lo creo todo, y se viene arriba a la hora de seleccionarme noticias. Últimamente casi todas se centran en el Coronavirus. Se ha hecho eco de mi pavor a cogerlo y, así como un niño perverso te aproxima grillos cuando descubre que tienes fobia a los insectos, así se empodera con mi miedo a la pandemia. 

Una mañana me despierto con la noticia de que La Comunidad valenciana está “hecha un sol” respecto al coronavirus, vamos que no hay casi nada. Ese día me levanto con energía y orgullo, pero al día siguiente, veinticuatro horas más tarde, ya están los hospitales hasta la bandera y lo mejor es que no salga ni del baño. Lo mismo le pasa a Alemania, a Bélgica, a Holanda. Ayer eran los mejores, qué listos, oye, qué bien están llevando la pandemia. Pero de pronto, como si de polvitos que se echan por el aire con drones se tratara, los países mejores se convierten en los peores, saturan los hospitales y se lía la marimorena. Hasta la presidenta de Alemania llora de impotencia. Es que allí tienen otras prioridades, aquí son más de fijarse en lo que han encontrado en el baño del Pazo de Meiras: un jabón de Mercadona

Ya fue dicho: “Señálale la luna a un tonto y se  fijará en el dedo.” 

Pero a lo que íbamos, esta mañana mi vecina me ha traído la información que google ha seleccionado para ella. Todavía más rocambolesca que la mía. Han descubierto cómo se evita el Coronavirus y resulta que lo teníamos en el cuarto de baño, me explica.  Ya lo sé, le digo, un jabón de Mercadona. No, qué va: El dentífrico de Colgate, y el colutorio si ya quieres inmunidad total. Se han quedado contigo, le suelto. Que no, que lo dice aquí, y me enseña un informe de sanidad que se titula: EL dentista. “Los dentífricos que contienen zinc o estaño y las fórmulas de enjuague bucal con cloruro de cetilpiridico(CPC) contribuyen a neutralizar el virus que causa la Covid-19 en un 99,9 %. Según ha determinado el innovador programa de investigación que ha puesto en marcha Colgate. Limitan la propagación del virus, me cuenta la mar de ilusionada. 

La invito a un café y le demuestro con argumentos y silogismos propios de Aristóteles que lo que de verdad combate el virus son los nombre propios de los humanos. A ver, piensa un poco, ¿cuántos Eustracios han pillado el virus? Se queda paralizada, y para que no pierda la concentración, continuo. ¿Y Orenes?, ¿has visto a mucho Orenes infectados? ¿Y Crescencio?” Claro que no, Amoraina. Tienes que estar contenta porque tu marido, Melquiades y tú estáis a salvo. 

“Mientras hay vida, la esperanza no es perdida” me contesta, y se marcha un poco más confiada. Yo mientras tanto, busco mi tarrito del Vicks Vaporub porque creo que de verdad es un antígeno de primera calidad con un 99,999 % de efectividad, pero no se lo cuento a nadie, ni a Illa, ni a Simón, ni a Ayuso, porque eso sí; soy equidistante como Santiago Segura, faltaría más.