lunes, 27 de mayo de 2013
sábado, 25 de mayo de 2013
AMERICANIZADOS
Hemos copiado a los americanos muchas costumbres,
algunas estupendas y otras horribles, por ejemplo; la comida grasienta y rápida,
las hamburgueserías, los royitos primavera a lo Far West y las gorras con la
visera hacia atrás.
Lo más de lo más en una peli romántica americana, es que
el chico invite a la chica a cenar llevando a su casa cajitas de cartón
repletas de delicias chinas, que se la
coman con palillos, medio tumbados en el
sofá y viendo la tele. Eso sí, muertos de risa por lo traviesos y desenfadados
que resultan. Oye, y aciertan, porque la chica es que se derrite. Vamos que cae en los brazos del chinatawn en cuanto lo ve palillos en
ristre.
Lo que más Na
njor que fueran ellos los que adoptaran la costumbre de no eslalivarse
mutuamente con las botellas y el morreo. rl con la tri me ha gustado
siempre es guardar cervezas en la nevera, en la parte más fría, y jarras en el congelador para ofrecerlas llenas
de escarcha. Su color dorado, su espumita por encima, la justa. Saber tirar la
cerveza es un arte como saber escanciar la sidra.
“Vamos a Riaño, que ponen unas cervezas
impresionantes” decía mi padre. Y a mí se me hacía la boca agua.
“Niño, no bebas de la botella que eso es una guarrada”,
te decía tu madre cuando tenías la tentación de no utilizar vaso y dejar tu
saliva desperdigada por las botellas y los tarros.
El vino se bebía
en copa, y daba un empaque que ni te cuento. La tenías en la mano como si fuera
un tesoro, y lo balanceabas de acá para allá antes de probar un sorbito, muy,
pero que muy ligero. Eso sí era romántico. Puaf, qué bueno estaba y que guapo
se iba haciendo tu acompañante conforme dabas progresivos sorbitos.
Pero los americanos son muy prácticos, y no van a
perder el tiempo en poner unas copas en el congelador para que la cerveza esté
helada, ni sacar una copa redonda y transparente para beber vino, que “luego se
te puede romper en el lavavajillas, hombre. Pues si que tienes ganas de
complicarte la vida”.
Y no es que me
queje, porque cada uno tiene sus costumbres y dónde fueres haz lo que vieres.
Pero lo desesperante es que aquí mismo, al ladito de Riaño, en el barrio de Chamberí,
te sirvan las botellas de cervezas en un cubo, para que las abras con la mano o
los premolares, y te amorres como si
fueras a ver un partido de beisbol con la tripa fuera de la camiseta y la gorra
del revés.
Y lo más triste es que alguna vez me han preguntado cuando
me ofrecen cerveza ¿Necesitas vaso?
lunes, 20 de mayo de 2013
JENOFONTE Y CARREFOUR
Estoy en la cola de Carrefour y recuerdo a Jenofonte,
el griego. A Jenofonte y a su “República de los atenienses”, mira tú qué cosas.
Y no me trae su recuerdo las patatas y los boniatos de mi carro, sino dos
señoras mayores que discuten sobre política. “Pues EEUU va de miedo, se está
levantando a ritmo vertiginoso” dice una rubia, cardada y con paraguas. “Me lo
ha dicho mi hijo que es bróker”. La otra, pelirroja y con un pack de leche, se
enfada y dice. “La culpa de la crisis la tienen las caderas de los inmigrantes.
Oiga usted, que vienen a operarse gratis y luego se marchan”.
No sé por qué narices se
me ocurre intervenir. Seguramente porque nos encontramos rodeadas de inmigrantes
y me sabe mal, o simplemente porque me indigna la ignorancia agresiva. “Puede
que haya habido abuso con la sanidad, le explico, pero la crisis, señora, no la
han provocado las caderas de inmigrantes sino el morro de algunos gerifaltes”. “Pues
mi hijo, el bróker, dice que…” persiste la cardada. “Mírelos, todos con las
caderas recién colocadas”, persevera la pelirroja señalando a un veinteañero peruano
que cobra en la caja.
Vuelvo a Jenofonte:
“Y si buscas un
buen régimen político, en primer lugar verás a los más diestros dictándoles las
leyes; luego la gente de bien castigará a la chusma, deliberarán acerca de la
ciudad y no consentirán que hombres alocados deliberen ni hablen ni participen
en la asamblea. Sí, pero gracias a estas buenas medidas el pueblo caería
rápidamente en la servidumbre”.
Quizá Jenofonte tuviera razón, quizá sea necesario que
también opinen y voten porque de lo contrario nadie hablaría por ellos y
acabarían siendo esclavizados. Pero cuesta tanto aceptar que los votos de los
ignorantes valgan lo mismo que los de aquellos que están mejor informados.
viernes, 17 de mayo de 2013
LAS BOSNIAS Y SUS 330 DELITOS
Desde que a las bosnias
las han hecho aforadas, mi desasosiego ha alcanzado niveles peligrosos. Hasta
la fecha me costaba dormir porque cuando menos lo esperaba se me aparecían en
sueños, rodeaban mi cama, y a cámara rápida, muy pegaditas como salen en la
tele, se llevaban el despertador, la almohada, las zapatillas y el último best
seller de 900 páginas. Era una pesadilla de la que me despertaba gritando,
sudorosa y con los pelos de punta. Mi familia se turnaba para decirme que no
era más que un mal sueño, y yo me tomaba un Lexatín.
Sin embargo, y a pesar de
ser una situación incómoda, la podía sobrellevar porque siempre me quedaba cualquier
estación de metro para echar un sueñecito relajado, para quitarme la navaja de
la liga y soñar en paz.
Desde que un juez,
implacable él, les puso una orden de alejamiento del metro, no había lugar más
seguro para reposar mi cabeza. En un banco de la estación de Canal,
correspondencia línea 2, yo era capaz de dormir como un ceporro.
Pero de pronto otro juez
ha decidido que les quita la orden de alejamiento, que van a ser más intocables
que los políticos, y se han quedado libres y como aforadas. Nadie se puede
meter con ellas, pueden deambular por el metro, por Mercadona, o por donde quieran.
Según parece porque de lo contrario sería inconstitucional, o un abuso de
poder, o un “in dubio pro reo” incuestionable. No sé, cualquiera de esas cosas.
No he tenido más remedio que apuntarme a
Karate. Me han hecho jurar que nunca utilizaré lo que aprenda de artes
marciales en contra de mis semejantes porque me convertiré en un arma letal.
“Lo que le vamos a enseñar
es un arma mortífera que no deberá utilizar más que en legitima defensa", me
dice un chino vestido de negro con barba blanca y coleta”.
Y yo le digo que sí, que
juro. Que no me toque más las narices, y que me enseñe a ser arma letal de una
vez.
Se van a enterar los
aforados, las bosnias, los consejeros de los bancos, los indultados por la
gorra, Bárcenas, los corruptos, los que
corrompen, los que pretenden quitarnos los cuatro duros que tenemos ahorrados,
la paga extra, y…
Para mis
compañeros que todavía no acaban de comprender por qué es tan fácil cambiar la
ley para quitar pagas, derechos y sueldos, y tan difícil para luchar contra la
delincuencia y la corrupción.
sábado, 11 de mayo de 2013
EL TIEMPO
Mi madre tenía la costumbre hablar de su pasado precedido
siempre de un en mi tiempo, más que dudoso, y a mí me hacía gracia. Era como si el
tiempo de uno solo durara unos pocos años; de los 18 a los 30, o 35 a más
tardar. Como si a partir de esa edad uno se quedara atrapado en un agujero
negro confeccionando edredones para los nietos o ganchillos para las mesas
camillas. Un lugar sin tiempo ni espacio al que agarrarse.
Sin embargo, ahora que soy yo la que tuvo un tiempo,
lo llevo fatal.
“Yo lo que quiero es trabajar de coaching, me dice
Margarita. Y me callo, más que todo para que no me ubique en el jurásico, pero
acudo veloz al diccionario para enterarme en qué quiere la chica emplear su
porvenir. “Entrenamiento”. O sea que quiere trabajar de entrenadora. Vale. No
continuo preguntando para no parecer cotilla y la imagino en chandall dirigiendo
una clase de gimnasia rítmica.
“Vamos a celebrar la boda en un sitio Chill out” me
cuenta Amanda con una revista de boda click en la mano, y yo agarro de nuevo el
diccionario e interpreto. “Relajarse”. Quiere casarse en un sitio de relax, un
balneario de esos que dan sesiones de masaje, chorros de agua termal y música
sacra.
“Chica, estuvimos ayer en un sitio de lo más cool”,
me explica mi compañero Ernesto. Y después de informarme, deduzco que el chico pasó
un frio tremendo. Mi expresión me delata e insiste ¿No me digas que no sabes a
qué me refiero?
Hija, es que estás absolutamente out, me dice, y
luego se enciende un cigarro sin humo. Descubro que me ha dicho que estoy fuera
de orbita, como a años luz del mundo en el que viven los que están en su tiempo.
Y yo que me niego a reconocerlo, le informo que de seguir
por ese camino lo dejó empantanado con el informe y el expediente, y me marcho
de freelance a un sitio con más glamour y un poco chill out que me deje cool mientras practico el coaching.
Pues estaríamos buenos.
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