domingo, 18 de diciembre de 2022

PETRITA LA DE ANGOLA Y EL SKATE

 

                                             



 

 

 

 

A mi nieto le han quitado el móvil por exceso de utilización, pero eso no importa, porque los adolescentes tienen un lenguaje y unos métodos, que solo ellos entienden. Lo único que tengo claro es que a un adolescente le dejas un trozo de chocolate, dos pinzas para la ropa, una gominola y un móvil del año de la tana, y te monta un dispositivo capaz de conseguir información ultra secreta de la Nasa. La suerte es que aunque tengan todas las coordenadas para iniciar una guerra nuclear, las desperdician, les importa un pito la Nasa, la información reservada y la guerra atómica. Ellos van  a lo suyo.  Viven y sueñan online, pero en sus cosas.  Me pregunta que si quiero que me construya una identidad falsa para comunicarme por Instagram y que nadie me reconozca. Me emociono. De pronto me veo en el hampa y poseedora de un arma secreta que destruirá el mundo y a mi frutero por timarme con las mandarinas. Le respondo que sí aunque yo me suelo comunicar a pecho descubierto y sin consecuencias. Vamos, que no logro hacerme viral aunque insulte a todo lo que se mueve. Pero como es muy rápido, mientras le cuento la soledad de los mayores ante las redes, él ya me ha configurado una cuenta secreta. Ahora me llamo Petrita y soy de Angola. ¿Cómo quieres tu avatar?, me pregunta. Corrientito, de pasar desapercibida. Me explica que eso ya no importa, porque nadie sabrá que Petrita soy yo. Me hace ilusión, la verdad, pero tengo pocos seguidores en las redes y los que tengo no son de mi edad. Los de mi edad ni se acercan a un ordenador por si les muerde.

¿Qué actividad tendrá Petrita? le pregunto. La que tu decidas. Ya sé: defensora de ancianos a los que no les ceden el asiento en el autobús.

Él continua escribiendo y yo sueño con mi viralización.

El caso es que me ha complicado la vida, pues ahora que puedo insultar no me sale, es como si el rencor de Petrita no tuviera entidad ni fuerza, como si se desparramara por el espacio cibernético. Yo estoy más hecha al cuerpo a cuerpo. Además si lograra enfadarme online, tampoco sé cómo se consiguen seguidores.

Mi nieto sigue tecleando en ese nuevo artilugio que él ha creado. Yo intento molestar por las redes, pero ni flores. Le pido que insulte él, pero no tiene tiempo. Está enganchado con un grupo siniestro que le animan a dejarme plantada e irse a hacer skate en la plaza de los tubos. Le digo que se vaya, que no se preocupe, que  me quedo haciendo los ejercicios para la clase de deterioro cognitivo. Para eso solo necesito un lapicero y una goma de borrar. Antes de marcharse me explica que los seguidores también se pueden comprar, pero con mi jubilación no creo que consiguiese más de tres o cuatro. Mejor lo dejo ¿verdad? Sí, abuela, ya pensaremos en darle una misión a Petrita la de Angola.

 

 

 

 


domingo, 4 de diciembre de 2022

LECTURA FÁCIL

 

 

                                             



 

 

 

 

 

El martes fui a ver: “Lectura fácil”, una obra de teatro, adaptación de la novela de Cristina Morales que ganó el premio Herralde de novela, y a la que han dado el Premio de narrativa de teatro. La representan en el teatro Valle Inclán. No he leído la novela, pero la obra, y supongo que también la novela, tiene aciertos importantes. La visión desde el otro lado, la de las chicas con deficiencias cognitivas y tuteladas, su forma de confrontar ese mundo hostil que las rodea. La obsesión de la sociedad por querer que todos se comporten según los parámetro “normales” de vida.

Siempre me gustaron las obras que cotejan diferentes perspectivas y miradas, sobre todo, si están plagada de humor: relajan, permiten desdramatizar y al mismo tiempo, acusan y señalan lo que no vemos. Nada que objetar a la obra. Esos momentos de disfrute los agradezco. El problema es que dura dos horas. Dos horas de teatro requieren mucho talento para mantenerlas, y el director se cansa, o prefiere escandalizar a esos que se alborotan de cualquier cosa. Oye, y para perturbar, nada mejor que extenderse en las escenas de sexo. Imprescindibles, ya que trata de una tutelada a la que quieren esterilizar por su excesiva lujuria. Sin embargo, el tiempo empleado en hacernos entender lo sexualizada que está la chica, es excesivo y prescindible. Las repeticiones y el hecho de incluir una felación real en el escenario con un disminuido psíquico, da mucho morbo y logra que se hable de ello, como si el resto no importara. Es un recurso, a mi parecer, burdo. Ya tiene suficiente miga la obra como para que introduzcan y alarguen escenas con  obviedades. No he podido evitar imaginarme al director y resto de actores, diciendo: Bueno, ahora que viene la felación y la masturbación, vayámonos a tomar un café, que esto va para largo. Quizá nuestra cultura actual va de eso, es escribir libros de muchas páginas que llenan espacios de tiempo, de escribir artículos extensísimos.  

Es lo que tenemos. Hasta para saber cuales son las horas de máximo coste de la luz, tengo que leer en diagonal.