martes, 24 de abril de 2012

PRESENTACIÓN




Imagen:: Valentí Ponsa


Quiero daros la gracias a todos los que estuvisteis conmigo el día de la presentación de “Gus y la casa voladora”. Sé que tengo buenos amigos pero a pesar de saberlo volví a emocionarme al ver la sala tan llena. Fue fácil hablar de la novela porque me sentía como en casa, con los míos, tan relajada y tan bien que se me olvidó lo que tenía preparado para decir. Gracias a los que estuvisteis y a los que no pudisteis estar, a los que me apoyaron con otros libros y ahora ya no están a mi lado, a los nuevos amigos.
He luchado por esa novela, ha sido un reto lanzarme a la aventura de la literatura infantil y lo he logrado gracias a Pablo, el editor, por confiar en mí, a Valentí Ponsa por esas ilustraciones tan formidables, por ponerles cara a mis personajes, a Luis de Luis por su ánimo, a Miguel Matesanz por sus consejos, a Luis Rafael por enseñarme a ser niña de nuevo. A mis amigos por arroparme, a Paloma por llevarme a su colegio y presentarme a los niños a los que va dirigida la novela, por hacerme pasar ese magnifico rato el día del libro. Y a todos por estar a mi lado cuando nació.
He cogido la novela entre mis manos y he soplado como se sopla a un vilano, pidiendo un deseo, el deseo de que llegue lo más lejos posible.
El esfuerzo está hecho y el deseo lanzado.
Mucha suerte, Gus, y que vueles muy alto con tu sillón de orejas, con tu casa redonda, con tu familia variopinta e increíble. Adiós, y gracias también por los buenos momentos que me has hecho pasar mientras ronroneabas en mi cabeza.

domingo, 22 de abril de 2012

LA PRIMA DE RIESGO


Al despertar Gregorio Sánchez una mañana, tras un sueño tranquilo, encontróse en su cama convertido en una monstruosa prima de riesgo.
-¿Qué me ha sucedido?
No soñaba, no. Su habitación de verdad, aunque excesivamente reducida aparecía como de ordinario entre sus cuatro harto conocidas paredes. En principio pensó que todavía estaba soñando, que había dormido mal y que esa sensación de estrechez se desvanecería en cuanto se levantara y echara agua a su rostro. Pero algo le impedía levantarse, notaba como un gran pie apretaba su extraño cuerpo, transparente, inasible y sin embargo fuerte. Logró llegar hasta la cocina dando traspiés aunque carecía de extremidades. Por el camino encontró a su hermana Felisa que horrorizada se apartó de su camino al verlo.
-Felisa ¿qué es lo que está pasando?
Ella no contestó, salió corriendo y Gregorio encendió la cafetera. “Seguro que una taza de café me despeja” pensó. Y mientras lo calentaba, puso pan en la tostadora.
-¿No irás a comer, verdad? –le espetó su padre desde la puerta
-Tú estás loco –dijo su hermana Concepción.
-Pero…
-Si comes, engordas y si engordas creces.
-¿Y?
-Pues que si creces nuestra casa disminuye y nosotros nos ahogamos.
Gregorio comprobó que efectivamente las paredes se le iban viniendo encima cada vez que daba un mordisco a la manzana del frutero.
-No es solo alimentos, son medicinas, son billetes de metro, son tasas de matriculación. Todo, absolutamente todo lo que ingieras te agranda y empequeñece nuestra casa.
-¿No ves cómo las paredes se nos vienen encima?
-Eres un glotón, Gregorio.
- Te estás poniendo como un tonel a nuestra costa.
Gregorio no entendía por qué de pronto tenía que dejar de ingerir alimentos, tasas, transporte. Qué podía haber sucedido mientras él dormía para que su mundo se viniera abajo. Iba a llegar tarde a trabajar y su familia le impedía alimentarse.
-Llamaré al medico, esto tiene que ser una infección vírica.
-Ni siquiera tenemos médico. ¿No ves, so cabeza de chorlito, que no podemos permitírnoslo. Tenemos la casa embargada, tenemos que pagar intereses para que nuestro dinero siga en el banco.
-Pero si tenemos dinero en el banco ¿por qué no puedo comer?
-Por que no es nuestro, es del banco. Quiero decir que el mercado lo ha engullido.
-¿Y han metido en la cárcel a algún responsable?
-Qué cosas se te ocurren, Gregorio.
-Tengo hambre.
-Cállate, egoísta. Todo ha sido por tu culpa.
Gregorio Sánchez salió de la cocina sin desayunar, algo había adelgazado por su ayuno, y la familia se lo agradeció. Pero en cuanto llegó a su habitación en cuanto metió un pie por el camal del pantalón, escuchó golpes en la puerta.
-¿Qué haces Gregorio? ¿Has comido alguna galleta a nuestras espaldas?
-Tan solo me he estaba vistiendo–, dijo, pero era cierto, las paredes de nuevo se acercaban, la cama disminuía y él se elevaba inflado como un globo.
-No tengo la culpa, os lo juro.
Y fue entonces cuando Gregorio Sánchez se dio cuenta de que cualquier cosa que hiciera por adelgazar iba a ser inútil. Se dio cuenta de que alguien insuflaba aire en su extraño cuerpo sin que lo pudiera evitar. Unos hombres jugaban al Monopoly en el salón de su casa ajenos a su tormento. Primero lo negó, luego maldijo al aire que inflaba su cuerpo, porque no sabía a quién maldecir, luego lo aceptó, se tumbó en la cama y se dejó llevar. Su cuerpo aumentaba y disminuía al azar, a la buena de Dios. Su familia le gritó desesperada que se estuviera quieto de una vez, Gregorio, por al amor de Dios. Pero él ya se había dejado llevar por los vaivenes de los mercados.
Al fin, vencido ya, se acurrucó en la cama.
-¿Cómo puedes dormir, Gregorio? Vamos a morir de hambre todos.
Y él lo sintió. La verdad es que lo sintió, pero no podía hacer otra cosa.

miércoles, 4 de abril de 2012

UN MILLÓN DE AMIGOS









Cuando abro Facebook me siento pequeña. Es igual que la famosa burbuja inmobiliaria, como las hipotecas subprime que nos dejaron a todos con una mano delante y otra detrás.
Los amigos actuales están hechos de la misma materia.
Hay gente que tiene mil cuatrocientos amigos…¿amigos?
Entro en Facebook y de pronto se me abre un icono; Hemisferio Norte comparte contigo tres amigos. Bueno ¿y qué? A ver que le voy a contar yo a Hemisferio Norte por muchos amigos en común que tengamos. Me hago la loca, Hemisferio también, Facebook insiste. A la izquierda se abren, así, como por arte de birlibirloque, un montón de fotos, todos ellos posibles amigos, amigos de amigos, compañeros de compañeros, de colegio, de trabajo, de equipo de balonmano, de coros, y de buceo.
¿En que colegio estudió usted? Me pregunta. Pues verá, yo… En las Escolásticas reales. ¿Promoción? Me hago la loca. Se abre un icono con un número infinito de adolescentes. ¿Los conoce? Me suenan. Muchos tienen veinte años menos, otros veinte años más, unos viven allende el mar, otros a la vuelta de la esquina. Por puro aburrimiento los acepto, amplio mi circulo de amistades virtuales. Y ya que estoy dispuesta a tragar, envío una petición de amistad a Hemisferio Norte, el cual, caballeroso, me acepta sin rechistar. No volveremos a encontrarnos nunca, pienso, pero no es cierto. A partir de ese momento me entero de que Hemisferio ha cenado lentejas. Me entero también de que a tres personas “les gusta”. De que en su barrio hace un día estupendo y de que se va a pasear y a coger florecillas del campo. A doce personas les gusta su bucólica iniciativa. Es importante para él que sepamos que le gusta la fauna y la flora, que le duele la garganta si navega contra el viento, y que estudió en los Maristas promoción 93.
Cierro el móvil porque no sé cómo cerrar Facebook, está permanentemente conectado y suena cada vez que un amigo entra. Soy una cenutria para estos aparatos. Un pitido me informa de que Hemisferio me invita a un evento en “La rata borracha”. Me sabe mal y digo que seguramente iré, como veinticinco personas más. Me entero de que Hemisferio cumple años el quince de marzo porque un icono me avisa. Lo felicito. Me lo agradece. Me envía una foto. Le tengo que decir que me gusta, porque, o “me gusta” o “no me gusta”, y está feo desairar. Hemisferio cambia el perfil y me lo avisa. Hemisferio me despierta a media noche para decirme que le gustan los días lluviosos y los perros san bernardo cuando salvan ancianitas en la nieve.
Paso la noche en vela. A las tres de la madrugada conozco a la novia de Hemisferio, que es una chica muy mona a la que todos alaban. “Me gusta”, escribo, y trato de volver a coger el sueño. Me enseña a sus amigos y la cogorza que se disfrutan a esas horas.
Hemisferio se multiplica por mil. Millones de Hemisferios quieren ser mis amigos o comparten contactos conmigo. Son amigos de mis amigos, compañeros de compañeros, cuñados de cuñados. Abro la bañera, introduzco el móvil dentro y dejó el grifo abierto. El agua penetra por todas las intersecciones sin dañarlo.
Salen burbujas. Está sonando. Hemisferio se ha hecho amigo de Ramsés, el faraón, y quiere que lo sepamos todos. En el álbum de Ramsés se han etiquetado cinco personas más.
Cierran un periódico y hay mil comentarios de indignación. Un tal Eleuterio se ríe; Ja, ja , ja. No sé de qué. Vuelvo a meter el móvil en el agua pero no deja de sonar.
Ya tiene usted siete mil amigos dice.
Los anunciantes me persiguen.
Estoy sola, es sábado, me duele las muelas, y nadie ha venido a visitarme.
Decido crear un evento. “Visita a una enferma con dolor de muelas, sábado por la noche, promoción; periodo de entreguerras, estudiante en las Escolásticas reales”
Se silencia el móvil, nadie me llama, nadie vendrá a mi evento.
Ya no tengo amigos.
Voy a dormir.
¡Qué pesadilla!