sábado, 21 de septiembre de 2024

PRESENTACIÓN DE “UN TROL EN LA ALBUFERETA”

 

 





 

 

 

El miércoles presenté en la librería 80mundos mi último libro de literatura infantil/juvenil: “Un Trol en la Albufereta”. Me lo presentó una nueva amiga, que a la vez me la había presentado una amiga/sobrina. A veces suceden las sincronicidades de las que hablaba Jung: Algo así como cuando piensas en tu amigo Segismundo, que no ves desde hace treinta años, y de pronto lo ves a tu lado en un semáforo.  

Ella se llama Marisa y adora a los niños, lo lleva en los genes. Sus padres ya le inculcaron la semillita que le hace ser cercana, saber escuchar. Desde que supo que iba a presentar mi libro comenzó a preguntar. O mejor dicho, a hablar, con esa sonrisa abierta y franca que acerca tanto. Hablamos de todo, pero jamás me sentí intimidada, era como disfrutar conmigo misma. Con ella me sentía la mar de interesante, como si lo que yo contara fuera algo genial, el no va más. Y así, casi sin darme cuenta, le entregué mis secretos, con risas, con ironías, con muchísima complicidad, sin miedo. Ahí estaba yo, soltando todas las locuras que no me atrevo a contar a nadie.

No me gusta hablar en público. Dicen que los pequeños de las familias hablan muy deprisa porque si no es así, los dejan con la palabra en la boca. Era mi caso. O sea, que la velocidad al hablar, escribir, comer o bailar, traspasa todos los límites imaginarios. El miércoles no tenía prisa, el miércoles estaba a mi lado Marisa, con esa capacidad para entender y provocarme. Con ella fue diferente, me sentía una tía la mar de enrollada, aunque se empeñara en llamarme “Doña Carmen” haciéndome sentir señora con moño que hace bolillos. Y es que ella no sabe que los mayores somos exactamente iguales a los jóvenes, tan solo es que se nos está tragando un cocodrilo que nos pone la piel arrugada, el pelo ralo y nos cuesta arrastrarlo. Pero por debajo somos los mismos jóvenes, niños y adolescentes que fuimos.

Pero aunque me llamara Doña Carmen, consiguió sacar de mí una persona a quién desconocía, no solo yo sino también mis amigas. Me reí de mi misma, nos reímos del mundo y acabó la presentación dejándome una sensación estupenda.

Me han felicitado mucho los asistentes, pero yo sé que sin su habilidad, el acto hubiese sido otra cosa.

Doña Carmen, o sea yo, creció con su Trol aquella tarde en 80mundos, y se lo agradezco a Marisa, por su generosidad, y por su profundo deseo de comprender al otro. Por saber cuidar a los niños y a las señoras que hacen bolillos, pero por encima de todo, por aportar alegría y grandeza a este pequeño mundo en el que le ha tocado vivir.

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