miércoles, 14 de mayo de 2025

AUSENCIAS NECESARIAS


imagen: Rafal Olbinski

 

 

Las ausencias son agujeros que se insertan en tu vida. Pertenecen a otra dimensión, como si un aspirador gigante las absorbiera por la noche,  cuando el guión dice que deben marcharse. Y lo más extraño es que jamás regresan. No sabes qué fue de ellas, si están bien o no. Son como ese polvo rojo que viene del desierto y deja los balcones sucios.

No son amigos que se marchan, añoras y te dejan una tristeza inmensa. No son aquellos que buscas en el recuerdo. No, no son ese tipo de  gente. Las ausencias indoloras, no las buscas, no te importa su destino. Ocuparon un lugar en tu vida, dejaron su veneno y se marcharon o los despediste tú de forma tan tajante que no se atrevieron a volver.

Si te pones a recordarlos, incluso sonríes por la nostalgia del ayer, como recuerdas la lluvia de entonces, las plantas de los parterres o el olor a césped recién cortado, pero jamás por ellas. Su imagen se ha diluido por las inconveniencias, por las traiciones o por los desprecios.

Fueron momentos que iluminaron un ayer idealizado. En algún instante, por algun motivo, una luz iluminó la realidad de sus ataques. Los miraste a la cara y no volvieron. Se fueron despacio, sigilosos y, cuando los recuerdas, te das cuenta de que sin embargo, tu vida sin ellos no hubiese sido lo mismo. Fueron la otra cara de la moneda; amistad / dolor. Sin embargo en el momento de su desaparición fue tan necesaria su ausencia como su presencia en el ayer.  

Paseo por mis recuerdos felices, por las desapariciones que me dejaron paz, sin  extrañeza. Es algo así como si la vida te hubiese avisado de que ya están de más, de que cumplieron su misión y de que si prolongas su estancia sufrirás mucho.

No los vuelves a ver, porque en la dimensión en la que te encuentras, no existen, desaparecieron absorbidas por el aspirador. Pueden vivir cerca de tu casa, de tu trabajo, pero una invisibilidad extraña los envuelve, para que resistas, para que no hagan más daño. Y a pesar de todo, cuando miras hacia atrás comprendes que estuvieron por algún motivo, que si te pusieras a pensar en el motivo de su presencia y de su ausencia lo encontrarías, pero te da pereza.

La vida tiene agujeros por los que transitan seres que dejan huella y seres que dejan desolación, pero que cumplieron su misión como en una obra de teatro para salir por el foro y no regresar. No merecen un aplauso a pesar de haber estado en el momento apropiado. La dimensión a la que se han marchado está ya muy lejos.

Adiós a todas aquellas personas que estuvieron y ya no, porque dejaron la paz que necesitabas, de la misma forma que dejaron su huella cuando era necesarias.


sábado, 3 de mayo de 2025

EL GRAN APAGÓN Y LA SINCRONICIDAD

 

 

                      

 

 

 

 

 

 

Habitualmente no llevo más de cinco euros en la cartera, suelo pagar con tarjeta, pero el lunes, al salir de casa, vi que había en la encimera de la cocina cinco euros y los cogí. Luego vino la perdida de 15 GB por arte de birlibirloque, y pensé coger un taxi para llegar a casa antes de que se complicara el trafico. Hacía tiempo que se hablaba de un kit de supervivencia, de un gran apagón,  y me dio mala espina.

El taxista me dijo que no podría pagar con tarjeta, porque no le funcionaba el datafono y me acordé de que tenía diez euros. Exactamente fue eso lo que me costó llegar a casa. 

Hace tiempo que escucho audios para poder conciliar el sueño, y los que más me gustan son los de psicología, concretamente de Jung. No es que sea “cultureta” es que a los filósofos y psicólogos del siglo pasado, los narran unos lectores que  tienen un no se qué en la voz, que te dejan frita en minutos. El mejor es Artur Mas,  que narra a Schopenhauer, aunque sea independentista uno y agorero el otro. Dice que la vida es cruel y que en cualquier momento lo perdemos todo. Que debemos conformarnos con que no nos duela nada, que con eso vamos que chutamos. “La felicidad es la ausencia del dolor”, dice. Y luego nos cuenta de donde se ha sacado la máxima: (Aristóteles, de “Ética a Nicómaco”) Después  ya me duermo y no he logrado profundizar más. Algunas veces se me olvida apagar el audio y su voz me acompaña en mis sueños. Es algo angustioso. Sueño que me he perdido en el metro Iglesias, pongo por caso, y una voz no deja de hablarme y darme horroroso vaticinios sobre el mal y las perdidas.

Es lo malo de dormir con audios.

Carl Jung, sin embargo, es menos agorero, dice que formamos un todo y que por eso nuestra vida está llena de sincronicidades. Para él no existe la casualidad sino la causalidad. No es que lo entienda muy bien, pero he comprobado que tiene más razón que un santo: haber cogido cinco euros más al salir de casa el lunes, día del apagón, es una de ellas,  así como que se pierdan 15 GB en 5 segundos, que la culpa sea de las empresas eléctricas privadas, y que todavía no sepamos a qué se debió tan triste pérdida, no es incompetencia, es sincronicidad.

Ya lo dijo Jesucristo en el nuevo testamento El que cree moverá montañas. El gobierno las mueve y el pueblo cree.

Fue una suerte que ocurriera en primavera, que hubiese luz hasta muy tarde, que no hiciera ni frio ni calor, que tuviese un transistor y que nos aseguraran que esto no iba a volver a suceder.

Dan tanta seguridad.