martes, 20 de mayo de 2008

QUÉ MÁS DA


(imagen: Rafael Olbinski)


Ha sido un momento antes de acostarme cuando me he dado cuenta de que la mujer que se cepillaba los dientes en el cuarto de baño no era Esperanza. Y ha sido gracias a que se me ha ocurrido mirarle los pies. Porque hasta entonces; ni cuando ha bajado la basura a la calle, ni cuando ha llamado por teléfono a telepiza, ni siquiera cuando se ha puesto a hacer zapping, he sido capaz de sospechar nada.
Le he mirado los pies, y al hacerlo he recordado que esta mañana, un momento antes de salir para visitar a sus padres, ha tropezado con la puerta del armario ropero y se ha roto un dedo; el pequeño del pie izquierdo. Y he recordado también que ha gritado y que el dedo se le ha hinchado tanto que la he tenido que llevar a urgencias. El médico nos ha dicho que no importaba, que ese dedo no se escayola. Que le pondría una gasa y una pomada para que se le fuese el dolor. Y con unas sandalias para que no le rozaran los dedos, todo se arreglaría. Y lo cierto es que se ha debido arreglar porque no hemos vuelto a pensar en ello, tanto es así que se nos ha olvidado el incidente. Hemos paseado por el Retiro y hemos comido en casa de sus padres. Por la tarde hemos ido al cine. Y pienso si ha podido ser ahí cuando nos hemos despistado, o quizás no, quizás haya sido un rato después, a la salida del cine, cuando nos hemos sentado en una terraza del centro para tomar una coca cola.
-Esperanza, haz memoria, anda –le digo.
Pero ella sólo tiene claro una cosa, que no se llama Esperanza, sino Paquita.
Esperanza es rubia, se operó el pecho, y tiene silicona en los labios- le cuento a Paquita. Y ella asiente porque también los tiene y es rubia. Y al reírse se le pone una mueca rara en los labios como de pato, pero no digo nada porque observo que es igual a la de Esperanza. Le gusta mirar escaparates y leer revistas de moda, le digo. Pero Paquita dice que eso también le gusta a ella y que no es un dato distintivo.
Paquita dice que es curioso, pero que si yo no me llego a fijar en sus pies, ni siquiera se hubiera dado cuenta de que yo no soy Arturo, su marido. Dice que hasta los libros que hay en la biblioteca son los mismos. Y que tiene en su casa una alfombra y un sofá de la misma marca, y que también llaman a telepizza cuando tienen hambre, y toman leche enriquecida con calcio, y zumos con vitaminas y galletas de fibra.
Pero yo he dejado de escucharla porque me pone de muy mal humor que me confunda con Arturo, su marido. Le digo que eso es imposible, que no hay dos personas iguales. Y ella sonríe y acaricia mi cara mientras me dice que llevo el mismo peinado y la misma marca de jersey, y que me he afeitado el vello del cuerpo, como Arturo, y digo las mismas cosas, con el mismo tono. Pero que a lo mejor lo que pasa es que todos los hombres tienen un algo de Arturo.
No sé qué contestarle. Me encierro en mi cuarto porque necesito pensar. Y ella llama a la puerta con mucha suavidad y me dice que qué más da, que si total es lo mismo.
- No merece la pena pasar la noche dando vueltas y más vueltas a todo esto -me dice con suavidad- Y me acaricia como lo hace Esperanza, como a mí me gusta.
Y decido que tiene razón, que a lo mejor algún día de estos nos vamos al cine y me encuentro a Esperanza con algún Arturo, y que si no se le ha curado la herida del dedo pequeño, quizás la reconozca. Y que si no es así, si se le ha curado. Pues qué le vamos a hacer. En el fondo, qué más da, si ya somos todos iguales: Esperanza o Paquita, Arturo o yo.

12 comentarios:

leo dijo...

Bravo, bravo y bravo.
Maja, me has emocionado un montón, con esa emoción de cuando uno lee algo bueno y lo reconoce palabra tras palabra. Magnífico.

carmen dijo...

Gracias Leo. Eres lo mejor.
Besote

Lispector dijo...

El relato sigue sonando dentro de mí, después de soltarlo y de esperar un rato. Estoy segura de que entró para quedarse, y eso pasa con pocas cosas. Un beso y un gracias para ti.

Daniela.

Basilio dijo...

¡Genial!
Estaba leyendo el blog de Bea cuando entre sus links me ha sorprendido que amanezca en transilvania, a esta hora. He entrado y me ha encantado el relato. Aunque ahora que lo pienso no estoy seguro de si soy realmente yo.
Pero seguiré leyéndote. Es todo un placer.
Basilio

Fernando Alcalá dijo...

Y es que es cierto que a veces sin que nos demos cuenta perdemos hasta tal punto la perspectiva de lo que nos rodea e incluso de nosotros mismos... Me ha gustado mucho!! Sobre todo por el final.

carmen dijo...

Hola Daniela
Cómo me importa tu opinión y tu visita.
Un besote
Carmen

carmen dijo...

Basilio, me encanta que me visites así podremos comentar. Y gracias por animarme
Carmen

carmen dijo...

Hola Fernando.
Yo creo que todo esto se debe a la globalización.
Mira que nos parecemos todos ¿no?
Bueno, algunos más que otros. Gracias a Dios

NIck dijo...

hola carmen
gracias por pasarte en el blog, tambien me ha gustado mucho lo que has escrito, coincido con la parte final ,al fin y al cabo que mas da, paquita, arturo , esperanza, solo nos muestra las ironías de la vida y lo desarraigado que algunas veces estamos.

excelente carmencita!!
un abrazote
cuidate!!!!!!!!!!!

Unknown dijo...

Hola Carmen,
estaba viendo el blog de Leo y me he dado una vuelta por aquí. Me encanta el título del blog, es buenísimo. Y este relato tb. me parece de lo más.
Enhorabuena.

carmen dijo...

Nike.
Me alegro de que te haya gustado mi relato. Tienes razón, demasiado desarraigo.
Besos

Alex.
Me hace ilusión que te haya gustado mi blog y mi relato. Espero verte más por aquí.
Yo también te haré una visita.
Gracias

carmen dijo...

Nike.
Me alegro de que te haya gustado mi relato. Tienes razón, demasiado desarraigo.
Besos

Alex.
Me hace ilusión que te haya gustado mi blog y mi relato. Espero verte más por aquí.
Yo también te haré una visita.
Gracias