
Cuando el cardiólogo detectó mi arritmia cardiaca, le pregunté si la causa podría haber sido el estrés que tenía en el trabajo. Mira, me explicó. En el corredor de la muerte no se produce tu arritmia. Una persona puede ponerse muy nerviosa ante una situación límite, pero lo que no se tiene, no aparece. Es decir, que si no hay arritmia estructural, no se produce, por muy de los nervios que te pongas.
Me hizo pensar, la verdad. Tengo una clara tendencia a extrapolar. Lo hago desde pequeña. Mi padre extrapolaba mucho. Como era analista no tenía más remedio. Ponía una gota de sangre en el microscopio y contaba todos los bichitos que pululaban por allí. Luego me lo enseñaba. Mira, eso es un segmentado, y eso un eosinófilo, y aquello que corre tanto un linfocito o un monocito. Yo me quedaba obnubilada de lo que veía. Si él contaba una cantidad determinada de leucocitos, luego extrapolaba, que era como hacer una regla de tres, y llegaba a conclusiones. Si por cada 100 células había tantos eosinófilos, en todo el organismo había… Madre mía, se lamentaba, este hombre tiene infección. Así extrapolaba él, y así extrapolo yo con lo que me cuenta el cardiólogo.
Cuando alguien intenta justificar sus actos con el consabido “Me puso en la tesitura de hacer eso”, yo enseguida pienso en el corredor de la muerte, en los leucocitos, y en la regla de tres. Entonces alzo un dedo acusador.
-De eso nada, tú lo has hecho porque lo tienes dentro.
Mira, le fui infiel porque no me trataba bien, porque dormía con rulos, o porque engordó unos kilitos. Perdí los nervios y le dije cosas horribles porque me sacó el intermitente. Le di un bofetón porque me levantó la voz o rozó mi chaqueta. Le insulté porque se lo buscó, que yo no soy agresivo, mire usted. Y así hasta ciento.
Si el mundo que nos rodea fuera bueno, generoso, amable y mimosón, nosotros seríamos la biblia en pasta ¿no? Pues no, oiga. Usted es un hijo de su madre, un vengativo, y un mala idea. Y que sepa que lo tiene de nacimiento, que es algo estructural, como yo la arritmia. Está en su naturaleza y le sale a la primera de cambio. El problema es que no solo queremos justificar nuestros actos sino también el de las personas a las que queremos. Les damos miles de oportunidades a ver si voy a ser yo el culpable de cómo se ha puesto. Así pasa luego lo que pasa, que las matan porque eran suyas.
Si extrapoláramos más encontraríamos enseguida la infección y nos cuidaríamos de tanto mártir de pacotilla.
Me hizo pensar, la verdad. Tengo una clara tendencia a extrapolar. Lo hago desde pequeña. Mi padre extrapolaba mucho. Como era analista no tenía más remedio. Ponía una gota de sangre en el microscopio y contaba todos los bichitos que pululaban por allí. Luego me lo enseñaba. Mira, eso es un segmentado, y eso un eosinófilo, y aquello que corre tanto un linfocito o un monocito. Yo me quedaba obnubilada de lo que veía. Si él contaba una cantidad determinada de leucocitos, luego extrapolaba, que era como hacer una regla de tres, y llegaba a conclusiones. Si por cada 100 células había tantos eosinófilos, en todo el organismo había… Madre mía, se lamentaba, este hombre tiene infección. Así extrapolaba él, y así extrapolo yo con lo que me cuenta el cardiólogo.
Cuando alguien intenta justificar sus actos con el consabido “Me puso en la tesitura de hacer eso”, yo enseguida pienso en el corredor de la muerte, en los leucocitos, y en la regla de tres. Entonces alzo un dedo acusador.
-De eso nada, tú lo has hecho porque lo tienes dentro.
Mira, le fui infiel porque no me trataba bien, porque dormía con rulos, o porque engordó unos kilitos. Perdí los nervios y le dije cosas horribles porque me sacó el intermitente. Le di un bofetón porque me levantó la voz o rozó mi chaqueta. Le insulté porque se lo buscó, que yo no soy agresivo, mire usted. Y así hasta ciento.
Si el mundo que nos rodea fuera bueno, generoso, amable y mimosón, nosotros seríamos la biblia en pasta ¿no? Pues no, oiga. Usted es un hijo de su madre, un vengativo, y un mala idea. Y que sepa que lo tiene de nacimiento, que es algo estructural, como yo la arritmia. Está en su naturaleza y le sale a la primera de cambio. El problema es que no solo queremos justificar nuestros actos sino también el de las personas a las que queremos. Les damos miles de oportunidades a ver si voy a ser yo el culpable de cómo se ha puesto. Así pasa luego lo que pasa, que las matan porque eran suyas.
Si extrapoláramos más encontraríamos enseguida la infección y nos cuidaríamos de tanto mártir de pacotilla.