
FOTO: CARPOCRATES
Tengo siete años, ella se llama Rosa y viste de negro: la veo con tanta claridad que pienso que el tiempo no existe, que no es más que una puerta que se abre o cierra a voluntad. Un agujero negro que traspaso. Ella está allí, haciendo ganchillo. Dice que no me preocupe, que se quedará tejiendo hasta que me duerma. Tengo miedo, y por la rendija de la puerta veo la luz de su habitación, una luz constante. Una luz que jamás se apaga. Pero eso ahora no importa, porque es por la tarde y hace ganchillo, y me cuenta que en la plaza de Benejúzar, su pueblo, se tocan pasodobles los domingos. Suspiros de España, me explica. Que su casa está cerca de un río que yo imagino caudaloso, porque no existen más ríos que los que ella me cuenta. Habla despacio y luego ríe, y al hacerlo enseña las encías. Tiene una boca grande y sus dientes son blancos como su pelo, lo tuvo siempre blanco. Quizás nació con el pelo blanco y con vestido negro.
-¿Por qué vas de luto?- le pregunto.
-Por los muertos.
-¿Quién se ha muerto?
- Ya ni me acuerdo -me dice, y mete el ganchillo alrededor de su dedo para coger el hilo.
A veces reza rosarios, dice que lo hace porque sabe que cuando muera nadie los rezará por ella, dice que quiere tener saldo positivo por si eso pasa. Lo del saldo no lo dice pero yo lo entiendo así.
Ha sonado el timbre, es el cartero que me pide que firme un impreso.
Ya no tengo siete años, ella ya no está en la habitación de al lado haciendo ganchillo. Apago la televisión y rezo por ella, por haber mantenido la luz encendida durante tanto tiempo, por quitarme el miedo, por su pueblo, por los pasodobles de los domingos, por su inexplicable luto. Pero sobre todo, por encima de todo, por haber estado allí cuando yo tenía siete años.
-¿Por qué vas de luto?- le pregunto.
-Por los muertos.
-¿Quién se ha muerto?
- Ya ni me acuerdo -me dice, y mete el ganchillo alrededor de su dedo para coger el hilo.
A veces reza rosarios, dice que lo hace porque sabe que cuando muera nadie los rezará por ella, dice que quiere tener saldo positivo por si eso pasa. Lo del saldo no lo dice pero yo lo entiendo así.
Ha sonado el timbre, es el cartero que me pide que firme un impreso.
Ya no tengo siete años, ella ya no está en la habitación de al lado haciendo ganchillo. Apago la televisión y rezo por ella, por haber mantenido la luz encendida durante tanto tiempo, por quitarme el miedo, por su pueblo, por los pasodobles de los domingos, por su inexplicable luto. Pero sobre todo, por encima de todo, por haber estado allí cuando yo tenía siete años.
13 comentarios:
Emocionante, Carmen.
Esas "Rosas", esas presencias salvadoras de la infancia, que evaporaban el miedo solo con saber que andaban cerca... De mayores ya no hay nada de eso, ¿verdad? Al contrario: cuántas compañías espeluznantes.
Un besote.
Gracias, Leo. Pero de mayores también encontramos presencias salvadoras. Menos mal. Y si no te lo crees mira la entrada del 14 de junio, anda.
Beso gordo a pesar de la gripe.
Ayyy que bonito, gracias a Dios siempre encontraremos "Rosas" en nuestro camino. Un besazo y mejórate, que he leído que estás pachucha.
¡No la había visto! Ay, madreeeeeeeee, que has hecho que se ma caiga la lagrimilla y tó.
Eres un sol. Muchas gracias.
Y tienes razón: siempre hay presencias salvadoras. No sé por qué a veces una se empeña en pasarlo todo sola, con las orejeras puestas.
¿Gripeeeee? ¿Aaaaaaa? ¿Gripe A? Cuidate mucho, ¿eh? y ponte bueniña pronto. Mil besos.
Pero ¿qué gripè, ni qué A? Por ahora estoy como un pincel. A lo mejor como nombro a mi cardiólogo que lo tengo presente a toa hora Daniela ha pensado...No, por ahora la cosa va bien. Está tarde tengo revisión. Ya os contaré. Besote a las dos, mis presencias salvadoras.
Por fin he entendido a Daniela. Lo de la gripe lo dije porque ahora no nos van a dejar besarnos por la gripe. Pero estoy la mar de bien, mujé.
¡qué bonito!
Me estaba dando miedo, pero el final le he cogido cariño a la nena.
Muy chula también la reseña de tu libro. Que sepas que llevo más de la mitad y me está gustando mucho :-)
Besos
ay! jaja! a la viejita, he querido decir jaja!
hola carmen que bueno que ya estes por estos lares, tu relato me hizo recordar a mucha gente buena que conoci hace tiempo ellas siempre viviran en nosotros quizas lo recuerde ahora con nostalgia por una fiebre que no me quiere dejar je je pero bueno espero que todo este bien por alla
cuidate un abrazo!!
Hola Angel. Yo también me estoy cabreando mucho con los tercios de Flandes. Menudo traidor. Bueno, bueno. Te dejo que tengo que seguir porque esto no puede quedar así. Los aguerridos soldados sabrán qué hacer, estoy segura.
Me alegro de que te guste la viejita, debe ser un fantasma más de los que pueblan mi retorcida mente. Pero...,tan entrañable.
Nike, me has dejado preocupada con esa fiebre que no cesa. Confío en en que te estés refieriendo a tu interesante relato. Menuda confusión de temperatura, ensoñación y recuerdos.
Un beso
Se me ha puesto la piel de gallina...
Hola, soy Francisco Martínez, alias Carpocrates, el autor de la foto.
Te agradezco que la hayas utilizado para tu blog, que por cierto me gusta mucho.
Un cordial saludo
Gracias, Francisco. Me gusta mucho tu foto y espero que no te importe que utilice alguna más. Siempre costará tu seudonimo, y si lo prefieres tu nombre.
Me alegrará que me visites. Yo también lo haré.
Un abrazo
Publicar un comentario