
La verdad es que me cuesta entender todo este caos económico que nos envuelve. Me levanto por la mañana pensando en los griegos. Enciendo la radio y escucho a un locutor que sin aspavientos, con el mismo tono que nos da el parte meteorológico, nos cuenta que el gobierno griego no va a poder pagar las nóminas de los funcionarios, ni de los pensionistas el mes que viene. Me entra un frío que me tengo que echar un edredón a pesar de que el termómetro marca treinta grados. Imagino a padres de familia, ancianos, enfermos. Todos ellos sin paga, deambulando por las calles. Toda una vida trabajando para eso. No se pagarán los alquileres, ni las hipotecas, no se fiará en el súper. Pero el locutor lo dice así, sin más, como si nos contará el partido del domingo.
Me asomo a la ventana, la gente se dirige a su trabajo como todos los días. Todo continúa igual. Las emisoras no emiten música sacra. Nos hablan del tráfico en la carretera de La Coruña, del calor tan enorme que va a hacer a medio día, de la llegada del otoño. Nos cuentan lo indignados que están los catalanes con las corridas de toros, con el tribunal constitucional, los maestros con el recorte. No se han enterado todavía de que nos vamos a pique en catalán, en castellano y en euskera, que no importa las horas que trabaje un maestro porque no le piensan pagar. No importa lo que deban a un laboratorio farmacéutico, ni a un profesional, porque tampoco le piensan pagar.
No hay dinero, oiga, que nos lo hemos gastado, nos dicen. Y se fuman un puro.
Nos gusta pensar que Grecia es otra cosa, algo lejano, como Mozambique.
Me pregunto si todavía estoy dormida, si estoy soñando que vivo en un juego de ordenador, algo virtual en el que pasan cosas horribles pero que puedes apagarlo cuando quieras. Y en mi sueño virtual escucho una voz en off que sale de una empresa de calificación, una Moodys cualquiera, y dice que la prima de riesgo en España va de ala. Y como consecuencia de esa frasecita, se desploma la bolsa. ¿Por qué no hacen callar a esos “gaforros”, esos calificadores de pacotilla que no hablaron cuando debieron hacerlo?
Nos riñe Merkel, nos riñe Obama, pero no pasa nada porque parece ser que nos van a ayudar los chinos. Dicen que para qué quieren fabricar tanto si no va a quedar nadie para consumir.
Tiene que haber un culpable, miles, millones. Personas que no tomaron las medidas adecuadas en el momento adecuado, seres responsables de la que se nos viene encima.
Entro en el metro, miro las caras de la gente; unos leen, otros juegan con el móvil, otros duermen.
Pocos miran las caras de la gente, pocos piensan en Grecia. Es mejor no pensar.