
La Nochebuena está muy bien cuando todavía no falta nadie, cuando eres niño o adolescente, cuando estás deseando que se acabe la cena para salir a ver a tus amigos y pasártelo de miedo. Cuando te importa un pimiento que tu madre se haya pasado la noche trufando un pollo o cociendo cebollitas dulces. Cuando llega el tío lleno de regalos y dice que es papá Noel. Porque ese olor a turrón de Jijona, ese sabor a sopa de almendras, esos adornos que tu no has puesto, y ese mantel de hilo que tu madre planchará, te dejarán una huella imborrable.
Y es posible que ya nunca olvides el olor de la Nochebuena, y que el primer villancico del año te trasporte al olimpo .
Pero los años pasan, y de pronto, casi sin darte cuenta, como de la noche a la mañana, la madre serás tú, y también la que trufará el pollo, y la que se matará comprando adornos y regalos. Porque no solo querrás que la Nochebuena siga siendo la de entonces, sino que también querrás que tus hijos recuerden tu recuerdo, y sean tan felices como lo fuiste tú aquellos días.
Pero lo que no sabrás hasta entonces es que tu madre no había sido tan feliz como habías pensado, que cuando ya todos os habíais marchado a ver a vuestros amigos, a dormir la mona, o a lo que fuese, ella se había quedado fregando los platos y recogiendo los restos con una congoja terrible, y recordando todos los malos rollos que se habían creado en el aperitivo, y en los langostinos, y en el pollo trufado.
Y tú ahora, mientras recojas los restos de la cena, recordarás que el tío Sebastián, tan alegre él y tan dicharachero, el mismo que habrá tenido la gran idea de traer regalos para todos, se habrá pasado la noche soltando a tu padre que mira tú por donde nuestros padres te pagaron a ti una carrera y a mí no. Y la tía Pepa que ya se habrá achispado un poquito, habrá ironizado con lo pija que siempre fuiste. Y es que en ese momento, ante la fuente del salmón ahumado con cebollitas dulces y el Rivera del Duero, el tío Sebastián habrá olvidado por completo que no le pagaron una carrera porque siempre fue un zopenco y lo demuestra Nochebuena tras Nochebuena, y la tía Pepa que es una zafia impresentable. Pero eso ya no importará porque tú lo que percibirás es la tensión que se ha creado en la mesa. Y servirás el cava para quitar hierro al asunto. Pero tu hija te recriminará indignada que le has puesto a Gustavo dos langostinos más que a ella porque siempre fue tu preferido. Y un poco después, tu hijo Pedro dirá que no piensa abrir los regalos porque le parece una tontería, y que total cada uno sabe lo que le ha traído su amigo invisible porque para eso se han escrito cartas. Y así, a golpe de brindis y de puñaladas traperas transcurrirá la noche que ya no parecerá tan “buena” ni tan llena de “paz” ni de “amor”.
La prima Almudena se levantará con un polvorón en la mano porque han llamado a timbre y será su novio, que vendrá a recogerla. Y a ese saludo del novio de Almudena seguirá la despedida de todos, que aprovecharan para largarse cada uno a lo suyo llevándose ese recuerdo a Nochebuena y a Trufado.
Será entonces, en ese mismo instante, cuando tu marido recriminará la cara tan larga con la que has pasado la noche, hija, que parecías en un funeral. Notarás que todavía no has digerido el pollo, ni los langostinos y que quedan burbujas de cava en tu nariz .
Un poco antes de acostarte buscarás tu cuaderno de notas y escribirás en la N de “Nochebuena” una reseña para no olvidar la nochecita que te han hecho pasar entre todos. Escribirás con letra gótica que es el último año que lo celebras, y que el próximo, te largarás a Panamá o a Cabo verde con el primer macizo que encuentres.
Pero lo malo es que cuando lo abras por la N de Nochebuena, descubrirás que ese propósito ya lo habías hecho el año anterior, y el otro, y el otro. Así que aprovecharás que tienes el cuaderno abierto por la N para copiar la receta de “Naranjitas a la sidra” para la próxima Nochebuena, que seguro que los hace a todos la mar de felices.