jueves, 22 de diciembre de 2011

CUESTIÓN DE MARKETING







Cuando veo la foto en el periódico de un exultante padre que para conseguir una muñeca Monster high, hace cola desde las seis de la mañana, que alza orgulloso su trofeo como si hubiera conseguido el santo grial para su retoño, sin pararse a pensar que le va a durar a su hija menos que el tiempo que él se mantuvo en espera.
Cuando observo las colas inmensas que se forman día tras día desde principios de diciembre para comprar un décimo de doña Manolita, sin pararse a pensar que el porcentaje de que les toque es tan mínimo, que si de un cáncer se tratara dormirían a pierna suelta.
Cuando veo coreanos llorar hasta la extenuación por la muerte de alguien que no es de su familia, ni comparte su mesa, a quien ni siquiera conocen íntimamente.
Cuando me entero de que para comprar un libro de Harry Potter, se duerme en la calle. Igual que para dar el último adiós a cualquier artista o famoso. Me pregunto ¿Y yo de dónde vengo? ¿De qué guindo caí? ¿Por qué no asciendo en cuerpo y alma, y dejo este mundo que no es el mío?
Desde que me siento tan a desmano he estudiado mucha sociología, y psicología, he aprendido que se trata de un proceso algo complicado. Primero se crea la necesidad, después la Monster high, después la hija peñazo, y por último el padre solícito. Todo responde a un armazón finamente elaborado que se llama marketing, con el que yo no trago por alguna extraña desviación de mi gen borreguil.
La explicación es que al ochenta y cinco por ciento de la población no le gusta pensar. Que se les hace muy cuesta arriba, vaya. Si le dicen que hay una cola se ponen y luego preguntan.
Los estudios sociológicos dicen que es una suerte que a la mayoría de la gente no les guste plantearse las cosas porque de no ser así, haríamos demasiadas preguntas y esto sería un caos ingobernable. Así que por cada ochenta y cinco por ciento que hacen lo que les mandan, hay un quince o quizá menos, que se lo cuestionan.
Ese mínimo porcentaje que piensa y pregunta pone su granito de arena para que no sigamos siendo los neandertales de antaño y vayamos evolucionando, una “miajita”
Ya sé que no es agradable que después de hacer una cola desde las seis de la mañana por amor fraternal le llamen a uno zopenco.
Pero es así, oiga.
Y ahora que lo sé todo, ahora que sé que primero es el huevo y luego la gallina, voy a apuntarme a un curso de marketing para ver qué puedo crear para conseguir una cola en condiciones.

3 comentarios:

Sir John More dijo...

Tuve esa misma sensación ayer por la tarde noche, porque cansado como estaba accedí a quedarme ante la televisión, con mi hijo mayor al mando del mando, para tragarme anuncios comerciales, de series, de películas navideñas, incluso noticias sensacionales o sensacionalistas... No lo podía creer. Y me di cuenta que pensar duele, y que al final es como aquel concurso de Les Luthiers: ¡El que piensaaaaaaa... pierdeeeeee! Que pensando duele la barriga, oye... Cuando des con una buena agencia de viaje que te lleve al mundo de los tiquismiquis cascarrabias, me avisas, porfa...

leo dijo...

Muchas veces la gente se pone en la cola y, si acaso después de un rato, pregunta que para qué es. Y a menudo resulta que no es la que necesitan y se tienen que marchar en busca de la suya... Semos miméticos, qué se le va a hacer.
Lo de las Monsters esas es un misterio impenetrable para mí.
Feliz Navidad, Carmencita. Un beso mu fuerte.

carmen dijo...

Que más quisiera yo que encontrar esa agencia de viajes para cascarrabias inadaptados, Sir.
Leo, yo tampoco sabía que existían las Monsters, pero por la alegría del padre deben ser" lo más".