domingo, 22 de abril de 2012

LA PRIMA DE RIESGO


Al despertar Gregorio Sánchez una mañana, tras un sueño tranquilo, encontróse en su cama convertido en una monstruosa prima de riesgo.
-¿Qué me ha sucedido?
No soñaba, no. Su habitación de verdad, aunque excesivamente reducida aparecía como de ordinario entre sus cuatro harto conocidas paredes. En principio pensó que todavía estaba soñando, que había dormido mal y que esa sensación de estrechez se desvanecería en cuanto se levantara y echara agua a su rostro. Pero algo le impedía levantarse, notaba como un gran pie apretaba su extraño cuerpo, transparente, inasible y sin embargo fuerte. Logró llegar hasta la cocina dando traspiés aunque carecía de extremidades. Por el camino encontró a su hermana Felisa que horrorizada se apartó de su camino al verlo.
-Felisa ¿qué es lo que está pasando?
Ella no contestó, salió corriendo y Gregorio encendió la cafetera. “Seguro que una taza de café me despeja” pensó. Y mientras lo calentaba, puso pan en la tostadora.
-¿No irás a comer, verdad? –le espetó su padre desde la puerta
-Tú estás loco –dijo su hermana Concepción.
-Pero…
-Si comes, engordas y si engordas creces.
-¿Y?
-Pues que si creces nuestra casa disminuye y nosotros nos ahogamos.
Gregorio comprobó que efectivamente las paredes se le iban viniendo encima cada vez que daba un mordisco a la manzana del frutero.
-No es solo alimentos, son medicinas, son billetes de metro, son tasas de matriculación. Todo, absolutamente todo lo que ingieras te agranda y empequeñece nuestra casa.
-¿No ves cómo las paredes se nos vienen encima?
-Eres un glotón, Gregorio.
- Te estás poniendo como un tonel a nuestra costa.
Gregorio no entendía por qué de pronto tenía que dejar de ingerir alimentos, tasas, transporte. Qué podía haber sucedido mientras él dormía para que su mundo se viniera abajo. Iba a llegar tarde a trabajar y su familia le impedía alimentarse.
-Llamaré al medico, esto tiene que ser una infección vírica.
-Ni siquiera tenemos médico. ¿No ves, so cabeza de chorlito, que no podemos permitírnoslo. Tenemos la casa embargada, tenemos que pagar intereses para que nuestro dinero siga en el banco.
-Pero si tenemos dinero en el banco ¿por qué no puedo comer?
-Por que no es nuestro, es del banco. Quiero decir que el mercado lo ha engullido.
-¿Y han metido en la cárcel a algún responsable?
-Qué cosas se te ocurren, Gregorio.
-Tengo hambre.
-Cállate, egoísta. Todo ha sido por tu culpa.
Gregorio Sánchez salió de la cocina sin desayunar, algo había adelgazado por su ayuno, y la familia se lo agradeció. Pero en cuanto llegó a su habitación en cuanto metió un pie por el camal del pantalón, escuchó golpes en la puerta.
-¿Qué haces Gregorio? ¿Has comido alguna galleta a nuestras espaldas?
-Tan solo me he estaba vistiendo–, dijo, pero era cierto, las paredes de nuevo se acercaban, la cama disminuía y él se elevaba inflado como un globo.
-No tengo la culpa, os lo juro.
Y fue entonces cuando Gregorio Sánchez se dio cuenta de que cualquier cosa que hiciera por adelgazar iba a ser inútil. Se dio cuenta de que alguien insuflaba aire en su extraño cuerpo sin que lo pudiera evitar. Unos hombres jugaban al Monopoly en el salón de su casa ajenos a su tormento. Primero lo negó, luego maldijo al aire que inflaba su cuerpo, porque no sabía a quién maldecir, luego lo aceptó, se tumbó en la cama y se dejó llevar. Su cuerpo aumentaba y disminuía al azar, a la buena de Dios. Su familia le gritó desesperada que se estuviera quieto de una vez, Gregorio, por al amor de Dios. Pero él ya se había dejado llevar por los vaivenes de los mercados.
Al fin, vencido ya, se acurrucó en la cama.
-¿Cómo puedes dormir, Gregorio? Vamos a morir de hambre todos.
Y él lo sintió. La verdad es que lo sintió, pero no podía hacer otra cosa.

No hay comentarios: