viernes, 1 de febrero de 2013

CUANDO EL UNIVERSO SE EXPANDE








Son  difíciles de  distinguir las agresiones del “amigo”; las perdonas, las pasas por alto, las minimizas, sientes una difusa incomodidad, pero no sabes detectarlas.  Te sientes inadecuado en su presencia, como si te olieran los pies o tuvieras rodales de sudor debajo del brazo, pero no sabes darle un nombre a ese malestar. Recibes una puya tras otra, doble intención. “Es una broma, mujer.” Y vas soportando, día tras día. Hasta que de pronto dices: “Basta.” No sabes a ciencia cierta qué ha provocado ese abracadabra tan espontaneo porque la ofensa es parecida a las de siempre, pero lo has dicho con tanta fuerza y has expulsado tanto aire de tus pulmones que sabes que se acabó de verdad.
Y aunque al principio te quedas como vacío y extraño, poco a poco notas que la habitación se agranda y que el parque donde paseas tiene más arboles o más bancos. Tus pulmones se vuelven esponjosos, notas subir y bajar el diafragma. Y hueles a verano, y a menta, y a rebujito de El Rocio, y a tantas cosas que te gustan. Y es entonces, en ese instante,  cuando te das cuenta de que el espacio que se ha abierto a tu alrededor es inmenso, que el universo se ha expandido aunque nadie se haya dado cuenta, y de que te sientes tan ligero que hasta podrías pilotar el Meteosat por la órbita geoestacionaria y mirarlo todo desde el cielo.
 Y ese amigo que crecía tres palmos cada vez que te corregía, “por tu bien, mujer.” O esa amiga que no paraba de hablar de sí misma o de su dinero o de sus importantes reuniones, ya no están, se marcharon por fin  como sombras macabras dejando una esplendida expansión en el cosmos y a tu alrededor.

1 comentario:

Lispector dijo...

Qué buen texto. Me siento identificada.