Hoy me han llamado por teléfono para decirme que había
sido seleccionada para un concurso, que me iban a hacer una pregunta, y que si
acertaba, ganaba ni se sabe cuánto. La avaricia me ha guiñado el ojo y no he
colgado el teléfono como debía haber hecho. Se trataba del Euromillón, o de la
Bonoloto o de Quinigol, o de … , yo qué sé, no juego a nada. Por no jugar no
juego ni a la lotería de Navidad. No creo en la suerte. Es como si me dijeran
que la posibilidad de salir mal de una operación fuese la misma que la de que me
tocase la loto. Pues me operaría ipso facto. ¿Quién no?
Sin embargo la voz empeñada en ilusionarme me ha hecho
una pregunta a la que solo cabían tres respuestas. Como no tenía ni idea, he
respondido a boleo, la última. Y mira tú por donde, era la correcta. “Enhorabuena, ha ganado usted mil seiscientos
euros” “Ah, vale” “Ahora tiene usted la posibilidad de jugar durante un mes a
muchos números del Euromillón, o de la Bonoloto, o de lotaturf.” (es que para
mí todos son lo mismo). “Estupendo”, he dicho para animar al interlocutor que se
había venido arriba. Luego ha matizado. “Es como si usted jugara mil
seiscientos euros durante un mes” ”Ya, pero ¿me van a dar los mil seiscientos
euros, o no? “No, vamos a ver, señora,
no me ha entendido. Apostamos por usted hasta esa cifra, pero debe pagar
cincuenta y nueve euros. Me refiero a que juega como si pagara mil seiscientos
pero paga cincuenta y nueve ¿Me comprende usted?” “Perfectamente. No me
interesa” “¿Lo está diciendo en serio? “Como lo oye” “Si no gana le devolvemos
los cincuenta y nueve” “En ese caso no me los pida“ “¿Pero usted se da cuenta
de lo que pierde?” “Buenas tardes.” “¡Eeeh, señoraaaa!” Piiii.
Y ahora me pregunto por qué no he llegado hasta el
final. Por puro morbo debería saber dónde se ingresan los cincuenta y nueve, a
qué cuenta y quién está detrás de todo ese rollo.
La crisis desarrolla la imaginación de una forma
desaforada y como me he vuelto una desconfiada recalcitrante, un día ganaré un
montón de pasta y me quedaré a dos velas. No se puede dudar de todo el mundo,
ya ni reenvio los correos que me mandan para que Santa Rita se apiade de mí y
me conceda “cienes y cienes” de
favores, o se me caiga una teja en la cabeza al salir de casa si no los reenvio.
2 comentarios:
Jo, qué suerte tienes, a mí nunca me llaman para esos chollos.
Y tú dejándolo pasar. Si es que nos falta ilusión ;-)
Mira que si algún día dejo pasar la suerte por desconfiada. Una vez me tocó una tele en ING y no sabes lo que les costó convencerme de que era verdad.
Lo que tú dice, Angel, nos falta ilusión.
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