El martes quería
aprovechar las rebajas para comprarme un biquini. Y como siempre, en cuanto
entro en el vestidor de luces espectrales y me observo con frialdad, acabo
echando unas lagrimitas y jurando, al contrario de Scarlett O´Hara, que a
partir de ese momento lo único que iba a pasar durante el resto de mi vida iba
a ser hambre.
Si los libros de
autoayuda dicen que lo importante no es cómo seas sino cómo te veas. Digo yo,
qué les cuesta poner un espejo que adelgace, o uno con “photo shop”, para que
lo adecues a tu imagen virtual e idílica. Cualquier cosa menos dejarte
desalentada y en manos de revistas que
te comen la moral. Y es que nada más
salir de la tienda con un bañador que me llegaba hasta las rodillas, encontré
en un quiosco de prensa la revista “Muy interesante” de julio, que rezaba en
titulares,” Guerra a la obesidad”. Era como si me lo estuviera diciendo a mí,
como si me cogiera por las solapas y me zarandeara.
Decía cosas terribles,
cosas como que engordar no solo te deja hecha un adefesio, sino que además es como
si te faltara un hervor. Bueno, ellos no lo llaman así porque proceden de
diferentes universidades y son más rigurosos al exponer. Lo que dicen es que pierdes conexiones neuronales y esas cosas.
Debe ser cierto porque desde que volví del crucero con unos kilitos de más,
tardo un montón en recordar la palabra
“berberechos” Estoy un poco obsesionada con ese asunto, la verdad.
Parece ser que todo
empieza con la leptina, una hormona que te quita el hambre. Un tal Jefrrey
Friedman, bioquímico de la universidad de Rokefeller de Nueva York, logró
detectar el gen de la voracidad insaciable. Dice que la leptina te induce a que
comas o dejes de hacerlo, dependiendo del grado de saciedad del organismo, pero que si te pones como una foca, la leptina como que se desentiende y deja de
avisar de que ya estás saciado. Es una gran faena porque cada vez comes más y
cada vez tienes menos leptina para controlarte. Una relación causa efecto que
no solo te hace subir de talla sino que también afecta a las conexiones
neuronales y te deja como empanada.
Dice que las
propiedades del ayuno terapéutico aumentan sobremanera si se combina con la práctica de ejercicio
físico. Los científicos del instituto tecnológico de Massachusetts probaron que
bastaba poner a los roedores tres meses a dieta hipocalórica para que mejorasen
los resultados en pruebas de memoria y aprendizaje.
En resumen, que
atiborrarse no solo obliga a comprase un bañador de la talla XXL sino que aumenta el riesgo de
perder memoria.
Lo dicho: Se pueden
cocer al vapor o comprarse enlatados,
pero… ¿cómo se llamaban?
2 comentarios:
Buenas Carmen, te sigo desde la ventana. Me gustan mucho tus relatos, con el tiempo ya iré leyendo todo lo que tienes por aquí, me ha parecido ver entradas que no están publicadas en la ventana.
Hola. Me alegro que hayas entrado en mi blog. Efectivamente no están todas las entradas publicadas en la revista, solo las que escoge el director. Le di el nombre para que sacara lo que quisiera.
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