Mi vecino era un poco bestia y le hacía ilusión que sus hijos
también lo fueran. Compraba un juguete para sus cuatro vástagos, y lo echaba al aire a ver quién era capaz de
cogerlo. Valía todo, la vida era así y era conveniente aprenderlo desde
pequeñitos, y ¿con quien mejor que con los hermanos? Podría haber sangre y puñetazos, nada estaba
prohibido, pero debía ganar el más fuerte. Los hijos salieron así, ¿cómo diría
yo?, pelín violentos. “Nadie podrá con ellos”, le contaba el vecino a mi padre la
mar de orgulloso. A mí, la verdad, me
daban un poco de miedo, porque el pequeño me llamaba por la galería a toda
hora, y sabía que cualquiera de ellos sería capaz de lo que fuera por conseguir
sus objetivos.
Todo esto ha venido a
mi memoria porque se está poniendo de
moda convocar concursos literarios basados en los que más amigos tengan en Facebook
para pedir votos. Lo que menos importa es la calidad literaria de las obras, lo
importante es la resistencia. El jurado valorará a los diez más votados en las
redes, dicen las bases. De los 700 presentados y los dos mil que pueden votar
por el morro, saldrá la excelencia literaria. A mí se me ocurrió presentarme
sin haber leído muy bien las bases, lo reconozco. Mi sorpresa fue descubrir que
nada más publicar mi cuento ya tenía a un grupo de expertos en votaciones
leyéndolo y pidiéndome encarecidamente que leyera los suyos y los votara sin
dilación. Educada yo, me los leí sin pérdida de tiempo y descubrí que, mira tú
por dónde, eran los que más votos tenían. Leí y leí hasta descubrir que todos
los relatos presentados habían sufrido las mismas alabanzas. “Que bueno, tía,
pero lee el mío que ya verás". Cuando
ellos, los que pedían tu lectura, iban por seiscientos votos, la mayoría no
contaba ni treinta. Todavía el jurado no ha decidido, se espera para mañana o
pasado, pero lo hará en base a los diez más votados, que coinciden con los más
furibundos lectores y pedigüeños, en facebook y en donde se tercie.
Haga usted lo mismo, me dirá alguien. Pues no, que se lo
curre el jurado, que se lea todos los
relatos y decida el mejor, porque de amigos y luchas no está hecha la
literatura. La literatura y la calidad no se miden por los amigos que tenga
uno.
Lo dicho, los vecinos
estaban en lo cierto, un caramelo al aire y que lo coja el más resistente y
espabilado.
¿Calidad? ¿Pero qué dice?
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