Ya
no sabe una por quien decidirse, si por el ecce homo de Borja o por el pequeño
Nicolás de todas partes. España tiene eso, que en cuanto te encariñas con un
personaje te sale otro y, como es natural,
te dispersas. Ya me había apuntado yo a un curso de pintura por correspondencia para aprender a rehabilitar frescos de iglesias de pueblo, cuando
se presentó el pequeño Nicolás para tentarme. Desde que me enteré de que en
Borja no se requería un permiso especial para retocar frescos, que bastaba con pasar por allí cargada de pinceles, botes de pinturas, y alguna rasqueta, para
ser bienvenido, decidí ponerme manos a
la obra. Me hallaba la mar de ilusionada con los colores básicos al cinto,
pinceles, rasqueta y disolvente, cuando Cecilia me señaló mi esquina, que en eso
hay que ser serio, como los mendigos de la puerta. Nada hacía presagiar esa
mañana de martes que tras echarle un poco de disolvente a la imagen de un ángel
San Gabriel, me iba a encontrar con el
rostro del pequeño Nicolás en toda su grandeza.
Dejé los pinceles, los botes de pintura, la
rasqueta y el disolvente. Agarré las Ray-Ban
y salí de allí sin siquiera despedirme de Cecilia. La oportunidad algunas veces
llama a tu puerta disfrazada de fresco y no se puede ir perdiendo trenes así como
así. A partir de ese momento el pequeño
Nicolás se fue haciendo fuerte en mi mente. Veía la tele embobada. Seguía su
trayectoria minuciosamente, y decidí apuntarme a un curso por correspondencia
para ser como él: “Como hacer amigos y meterte en el CNI sin ser detectado.” Todo
un clásico.
Necesito
acercarme a los poderosos, colarme en el pentágono, visitar a ministros,
ministrables, alcaldes, alcaldables, Santa Sede, tribus tuareg y amazónicas, chamanes
del Machu Picchu. Lo que sea. Lo importante es la influencia, tener la
información necesaria y jugar con ella.
Cecilia
me pregunta todos los días si voy a volver, si le echaré una mano con los
frescos, dice que se le echa el tiempo encima con tanta obra de arte, pero es que me he emborrachado de poder, de Rivera
del Duero, de chalés en La Finca. “No puedo, Cecilia, continua tú, que esto da
para más, para mucho más”.
Tengo
que organizar eventos, ser aforada, conseguir tarjeas black o whit incluso
yellow, mientras sean opacas no importa la calidez de los colores. Necesito pelearme en los platós de TV con Inda o con
Carmona, qué más da. Lo que sea. Necesito
la gloria, el reconocimiento, el poder y los dinerillos, porque si tengo que esperar a que el del bar
de abajo me regale un decimo premiado, lo tengo crudo. Menudo es el tío. En mi
barrio es que son muy suyos, y en mi país todavía más, muchísimo más
2 comentarios:
Carmen, como siempre genial. Ya echaba yo de menos que "lidiaras" con Nicolasín. Qué país!!! un abrazo fuerte.
Es verdad, Carmina. Si parece un relato de terror.
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