Lo
que está pasando en España en este momento, tan cerca ya de las elecciones, me
recuerda a lo que ocurría en el colegio
cuando aparecía, por ejemplo, un huevo espachurrado en el asiento del profe. “¿Quién
ha sido?”, preguntaba el director. Pero no había respuesta, solo miradas a
ambos lados. “Repito ¿Quién ha sido?” De nuevo
silencio, caras angustiadas, miradas acusadoras pero cobardes. “Pues si en dos
horas no sale el responsable, toda la clase tendrá que venir el sábado a limpiar”. Algunas veces el autor o autora, ante la
vergüenza de ver castigados a sus compañeros inocentes, salía a la palestra y
confesaba. Siendo él y solo él, el que limpiaba los residuos del desastre. Pero
era perdonado por valiente y responsable.
Los máximos
responsables de nuestros partidos mayoritarios ven cada día más cercano lo de
tener que venir el sábado a limpiar porque no dan la cara. Si la diesen, si
reconociesen todas las tropelías que han consentido y perpetrado. Si por una vez recuperaran la
vergüenza y dejaran de mentir descaradamente,
a lo mejor ellos sí tendrían que ir el sábado a limpiar lo machado, pero
su partido, aquellos que todavía tienen vergüenza y han trabajado de verdad
porque creen en la política y no en el trapicheo, serían perdonados y podrían
incluso reforzar su credibilidad. Es posible que “Podemos”, el temido, “Podemos”, recogiera los votos de los que comparten su ideología y no los de todo el País, de los cansados,
de los que hemos sido tomados por tontos, de los que piden justicia. A España volvería la democracia, pero
para eso habría que empezar a confesar, a saber dejar el puesto a otros, a poner
las cartas sobre la mesa, a reconocer los papeles de Bárcenas, y los ERES de
Andalucía, a poner nombre a todos aquellos que miraron hacia otro lado, a dejar de una vez por todas que los jueces hagan su trabajo, y a mil cosas más que el pueblo pide a gritos.
No
vale que se proteja la cúpula para no caer, porque de seguir así nos van a hacer caer a
todos. Caerán los culpables y los inocentes, caerá el
pueblo entero. Perderemos todos. Tendremos que limpiar los desaguisados de unos
pocos. Ellos prefieren morir en compañía, a mogollón, a dejar que otros cojan las riendas y empujen
hacia adelante.
Los
perdedores, al final, seremos nosotros, los ciudadanos, como siempre.
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