martes, 23 de diciembre de 2014

YO NO HE SIDO





Lo que está pasando en España en este momento, tan cerca ya de las elecciones, me recuerda a lo que ocurría  en el colegio cuando aparecía, por ejemplo, un huevo espachurrado en el asiento del profe. “¿Quién ha sido?”, preguntaba el director. Pero no había respuesta, solo miradas a ambos lados. “Repito ¿Quién ha sido?” De nuevo silencio, caras angustiadas, miradas acusadoras pero cobardes. “Pues si en dos horas no sale el responsable, toda la clase tendrá que venir el sábado a limpiar”.  Algunas veces el autor o autora, ante la vergüenza de ver castigados a sus compañeros inocentes, salía a la palestra y confesaba. Siendo él y solo él, el que limpiaba los residuos del desastre. Pero era perdonado por valiente y responsable.
Los máximos responsables de nuestros partidos mayoritarios ven cada día más cercano lo de tener que venir el sábado a limpiar porque no dan la cara. Si la diesen, si reconociesen todas las tropelías que han consentido y perpetrado. Si por una vez recuperaran la vergüenza y dejaran de mentir descaradamente,  a lo mejor ellos sí tendrían que ir el sábado a limpiar lo machado, pero su partido, aquellos que todavía tienen vergüenza y han trabajado de verdad porque creen en la política y no en el trapicheo, serían perdonados y podrían incluso reforzar su credibilidad. Es posible que “Podemos”, el temido, “Podemos”, recogiera los votos de los que comparten su ideología y no los de todo el País, de los cansados, de los que hemos sido tomados por tontos, de los que piden justicia. A España volvería la democracia, pero para eso habría que empezar a confesar, a saber dejar el puesto a otros, a poner las cartas sobre la mesa, a reconocer los papeles de Bárcenas, y los ERES de Andalucía, a poner nombre a todos aquellos que miraron hacia otro lado, a dejar de una vez por todas que los jueces  hagan su trabajo, y a mil cosas más que el pueblo pide a gritos.
No vale que se proteja la cúpula para no caer, porque de seguir así nos van a hacer caer a todos.  Caerán los culpables y los inocentes, caerá el pueblo entero. Perderemos todos. Tendremos que limpiar los desaguisados de unos pocos. Ellos prefieren morir en compañía, a mogollón,  a dejar que otros cojan las riendas y empujen hacia adelante.

Los perdedores, al final, seremos nosotros, los ciudadanos, como siempre.

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