Mi amigo Ramón se empeña en que debería ofrecerme para ver vídeos
caseros. Dice que llegaría a alcanzar una gran fortuna si me anunciara en las redes. “No solo eres
capaz de aguantar un video de bodas o comuniones sin pestañear, sino que además te interesas por
los invitados, las mesas, el vestido de la novia y los zapatos de la madrina.
Quizá
tenga razón. No es normal que me interese saber tanto sobre los demás; cómo
sienten, cómo fue su parto, si tuvo muchas o pocas contracciones, si su hermano
Casimiro aprobó las oposiciones a la primera o si su hermana come algas secas
para no envejecer o para que se le quite el dolor de muelas. Son asuntos de los
demás que a mí no me deberían importar, pero no puedo evitarlo: me importan y mucho.
Ya tuve un gran chasco cuando descubrí que, mientras yo no me ponía biquini a los doce años porque eso era un indecencia,
un pecado mortal e incitaba al pecado a ni se sabe cuántos, había hippies despendolados a unos
pocos kilómetros de mi casa, en Ibiza, nada menos, y a los que les traía al
fresco todas las normas que yo creía a
pies juntillas.
A lo mejor es por eso por lo que tengo una curiosidad
enfermiza por saber de los demás. "¿Que hay que estudiar para ser cura de
confesionario?", le preguntaba a mi madre de pequeña. "Tú lo que pasa es que eres una cotilla", me
decía. Pero no era cierto. Creo que si me hubieran dado la lámpara de Aladino,
no se me hubiese ocurrido pedirle oro, ni un casoplón en “La Finca” rodeada de
futbolistas y millonarios. Le hubiese pedido que me dejara meterme dentro de los
otros y sentir lo que ellos sienten, aunque fuese tan solo un ratito. Lo que
siente el tío que se sube al Everest, ese que duerme con ventisca y constipado, o el que bucea
entre tiburones, así, por el gusto de ver cómo no se lo comen. Me gustaría saber
qué piensa la viejecita que reza el rosario durante horas en la primera fila de
la iglesia, o la prima de Águeda que se ha liado con su ex marido para
pegársela a la otra y luego volver a ver como él se la vuelve a pegar a ella con
cualquiera, en ese eterno retorno de infidelidad.
Es tan difícil encontrar el por qué de los otros. ¿Por
qué mi primo Germán casi se quemó con un cigarro mientras leía el periódico sin
darse ni cuenta de que las llamas había prendido en su pantalón? “Notaba un
ligero picorcito”, dijo extrañado cuando vio que le echaban una manta encima.
No somos iguales, no sentimos el dolor de la misma
forma, ni la valentía, ni siquiera la envidia. El mundo es extraño, porque a
nuestro alrededor pasean seres a los que nunca entenderemos ni aunque saquemos
las oposiciones para cura de confesionario.
Creo que puestas las cosas así, le daría la absolución
sin penitencia a todo el mundo. A ver ¿qué culpa tienen los que siguen votando
a un partido corrupto aunque se lo repitan una y mil veces? Pues son inocentes
porque les ocurre como cuando nos enamoramos, que no ven, que están en una
nube, que dejan de analizar.
Que España
roba a los catalanes, pues puede. Que los que nos roban son los catalanes al resto de España,
pues también puede. Que es peor lo de los EREs que lo de Bárcenas y la Gurtel, pues a
lo mejor,. Que lo del tres por ciento es
casi una globalización de España entera y
mejor que se lo queden los míos que los otros, pues quizá.
Un mundo difícil de entender y yo sin encontrar la
lámpara maravillosa que me permita meterme dentro de las personas y poder
sentir de otra forma, diferente, como ellos.
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