domingo, 6 de marzo de 2016

SUEÑOS GRIPOSOS



imagen. Chema Madof




Llevo una semana enferma. No sé si han coincidido las votaciones con una gripe suave o con un catarro intenso, pero esto no tiene pinta de salir, como no tiene pinta de salir un gobierno en este país.
Se instaló en mi cuerpo un frío que no venia más que de algún recóndito lugar de mis adentros. No sé si me lo contagió algún estornudo en el autobús o fue más intimo, más, cómo diría yo, inoculado desde cerca. Lo cierto es que no levanto cabeza. Los virus se esmeran en atacar mis articulaciones, mis huesos y mi entendimiento. Como hace mucho que no la padezco, resulta que el último termómetro que usé era de mercurio, sencillísimo. Lo ponías debajo del brazo y el mercurio hacía su trabajo. Ahora lo que se lleva es un artilugio al que aprietas un botón y, al ser digital, no hay quién lo entienda. Primero sale “Lo”, luego pita, luego te lo pones en la axila y no pasa nada. Cuando estás hasta el moño de no saber qué hacer, lo sacas y pone 97,30 ( a lo mejor se refiere a grados farenheim). En cualquier caso en mi tierra es: “articulo mortis”. Así que me entra un frío horroroso, me pongo una manta eléctrica y me acuesto mientras alguien me deja la tele encendida, un poco suave, pero encendida. Me desconcierto porque da como resultado un estar durmiendo y al mismo tiempo en el congreso de los diputados. Uno de esos desdoblamientos que contempla  la física cuántica.
 Duermo un montón de horas, tantas que ya no sé si es de día o de noche.
Tampoco tengo muy claro si esas sabanas alborotadas en el lado izquierdo de mi cama son porque ha dormido Pablo Iglesias y se ha liado a darme besos de tornillo o se los ha dado a uno de “En Comú Podem”. Abro un ojo febril y veo a Rajoy con esa ironía que gusta tanto a los suyos, y que yo la encuentro de película antigua. Habla del “Pacto de los Toros de Guisando” y a los suyos les hace una gracia tremenda. Prometo que en cuanto me espabile, analizaré el sarcasmo en plenas facultades mentales para ver si yo también me troncho como los del PP. Necesito tanto el ánimo.  Me vuelvo a dormir y sueño con Rivera, Pablo Iglesias le llama Maquiavelo, Borgia y miles de cosas más. Me entra la indignación, pero mi garganta escuece cada vez más y decido tragármela, me refiero la indignación, claro.
Yo a ese chico, ya ves tú,  lo comprendo perfectamente “Con que no metan  la mano en la caja y no desmiembren  el Estado, lo demás lo pacta todo”. Pues lo mismo que haría yo que soy de buen conformar.
En el duermevela que me encuentro, veo o sueño, que se levanta uno de Esquerra Republicana de Cataluña y dice que se marcha de España, que declara la Republica Independiente porque sí,  y que si alguien tiene lo que hay que tener, que saque los tanques a la calle o le envíe a la policía, que vendrán los europeos a sacarle. Toso para ver si con suerte lo contagio a través de ondas electromagnéticas. Mi tos ya no es solo perruna sino que le salen tintes lobeznos. No sé si es la fiebre o que el hombre ha tomado el congreso cual Tejero sin tricornio. Me despierto del todo, incluso subo el volumen. Nadie se altera, es una falsa alarma o una de tantas chulería que escuchamos últimamente. Dice que se queda con la  Hacienda, la Educación, los Pujol, y creo que algo más, pero como no puedo mantener la atención, pienso que con su pan se lo coma y me dejo llevar a la nube de donde salí, mientras él se mantiene en su arrebato.
No sé cuánto he dormido ni siquiera si lo he hecho, cuando veo salir a Pablo Iglesias en plan dicharachero, como si todo este lío de poderes no fuese con él. “Yo he venido aquí a fumarme un puro”, parece querer decir, “porque vuestro país vuestras leyes y vuestro mundo, me da mucha risa, tanta que si me dais unas pelotas os hago juegos malabares como si estuviésemos en un semáforo”. Debe ser por eso que se toma a pitorreo las cortes, los electores, al presidente y al pueblo entero. El hombre es de todo menos sencillo. De nuevo vuelvo a dormirme y escucho palabras sueltas que no sé si están en mi sueño o en el congreso.
A lo mejor es que me ha subido la fiebre porque todo me trae al fresco, como a Iglesias, si los españoles se quedan sin gobierno, sin viviendas, con los desahucios, con copago, arruinados… Oye, qué más da, con lo gracioso que está el chico, no se va a poder a hacer un esfuerzo para que salga un gobierno en condiciones.
En la bancada de los independentistas se levantan unos cuantos para quejarse del trato vejatorio que, según ellos, les ha dado el presidente de la cámara. Hacen gestos ostentosos para que todos sepamos que ellos son muy suyos y si no se les escucha se marchan. Me despierto del todo, a pesar del dolor de cabeza. Pienso que estoy ante un hecho histórico e imagino el titular de todos los periódicos nacionales e internacionales. “Los independentistas pierden su independencia por marcharse del Congreso y abstenerse a favor de Rivera” Me baja dos grados la fiebre. Pero en cuanto se dan cuenta de la que podían liar, silban, regresan a sus escaños y yo a mi demoledor sueñecito. Me derrumbo en la almohada y entro de nuevo en el desconcierto. El termómetro vuelve a sonar . Tengo ya 98,45 de fiebre pero todavía sigo tan viva y con tanto malestar como los de Esquerra en sus escaños.
De pronto todos le han cogido el tranquillo al presidente de la cámara, que como es novato, se aprovechan. Él corta el micrófono y solo se ve a parlamentarios gesticular indignados. Nada cambia. Los huesos  todavía no me duelen demasiado, por lo que fantaseo con poder ver otro canal aunque la peli sea vintage, pero es imposible porque todas las cadenas nos sacan el parlamento lleno de parlamentarios gesticulando “a cámara muda”, incapaces de llegar a un acuerdo.
Los egos se les salen por la chimenea, se montan a la grupa de los leones y capitanean a sus anchas por la Carrera de San Gerónimo. 
Algo así es más que un virus que viene de algún lugar de nuestra idiosincrasia, o sea de nuestros adentros. No sé si nos lo contagió algún estornudo en el autobús o fue más intimo, más, cómo diría yo, inoculado desde cerca. Lo cierto es que no levantamos cabeza.
Todos esos comentarios hirientes, desafortunados, esas miserables palabras con las que se han enfrentado en el congreso, no salen del fondo de los virus sino del fondo de nuestro odio alimentado día a día. Aunque para qué negarlo, a lo mejor lo he soñado todo. Llevo una semana enferma y quizá, cuando ceda la fiebre, descubra que todo ha sido un sueño y mañana empieza la investidura en plan serio y responsable.

Sería tan esperanzador. 

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