sábado, 11 de noviembre de 2017

OTRA VEZ LOS RUSOS







Los que me traían a mal traer en mi infancia eran los rusos. Durante un tiempo, me refiero a la guerra fría, uno estaba siempre temblando por si la guerra pasaba de fría a caliente y el planeta se hacía añicos. Los mandatarios de una y otra potencia, tenían un  teléfono rojo en el despacho y a poco que se les calentara el dedo índice, desaparecíamos. En cuanto salía un ruso en la tele, mis padres se ponían muy serios, y mis hermanos y yo nos escondíamos tras un sillón. Hablaban raro y parecía que al hacerlo te escupían. No eran hombres afables, por lo menos esa era la imagen que nos trasmitía el telediario.
Entonces estaban de moda las películas de espías que atravesaban el muro de Berlín y ya nadie volvía a saber de ellos. Se les distinguía porque iban con gabardinas y sombreros incrustados a la cabeza, hablaban de forma desapacible y te podían secuestrar por cualquier nimiedad. Aquello era un sin vivir.
A mí no se me aparecía en sueños el coco, ni el hombre del saco, ni tonterías de esas,  sino algún ruso con la bomba atómica en bandolera que escuchaba todo lo que había dicho durante el día y me mandaba a Siberia.
 La niñez de los sesenta fue escalofriante. En los ochenta cayó el muro y fue un respirar, la verdad. Cuando estuve en Berlín lo que más me impresionó fue la foto del último que murió intentando cruzar el muro. Unos días que hubiese esperado y lo hubiera saltado sin problemas. La suerte es así, caprichosa y ajena a nuestro dolor. Hacía tanto tiempo que habían desaparecido los rusos de mis sueños, que los veía en la costa, paseándose en sus yates millonarios, con mujeres enjoyadas y rubias, que se me había pasado el miedo. Pero, cuando esta mañana he leído en el periódico que habían regresado, que estaban de nuevo dispuestos a montarla, casi me muero. Han regresado pero no con gabardina sino en las redes sociales, inmiscuyéndose en tus correos, o en los de los otros, para lavarnos el cerebro, contar verdades a medias, desestabilizar a Europa y a EEUU, con mucha tecnología y muy poca vergüenza.
Ahora te comen el coco sin encerrarte en una habitación con un flexo dirigido a tus ojos, sino con el simple roce de sus dedos, tecleando, manipulando información, diciendo verdades a medias, haciéndoles al juego a Carles, Junqueras, Jordis y policía autonómica.
Nuestros gobernantes, que son muy suyos y no quieren estar mal vistos en el resto de Europa, pues dejan que los manifestantes campen a sus anchas por las calles, salten encima de los coches de la policía, encierren a secretarios judiciales y guardias civiles, que los insulten de palabra y de obra. No vaya a ser que se crean en el extranjero que no somos demócratas. Y por esa regla de tres nos han abandonados a nuestra suerte, han hecho dejación de sus deberes judicializando el problema, y se está imponiendo la ley del más fuerte, la de la calle.
Todo eso lo han logrado los rusos con sus lavados de cerebro patrios y foráneos.
Pues vistas las cosas así, los nuevos rusos se han espabilado muchísimo desde los tiempos de la guerra fría. Ahora sin mancharse las manos han logrado que los gobernantes están muertos de miedo; los partidos políticos, enfrentados; la economía, de pena; la gente, en plena lavada de cerebro on line; Puigdemón, en Bruselas; los de la CUP encantados con su huida; Junqueras y el resto de los parlamentarios, en la cárcel por sedición pero haciendo propaganda electoral porque van  a prometer que ya no lo harán más y se presentan de nuevo a las elecciones, y nuestra policía paralizada ante las amenazas de unos y de otros para que no digan.
Estando las cosas así, esta noche fijo que  vuelvo a soñar con un ruso. 





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