domingo, 18 de marzo de 2018

¿POR QUÉ ABUELAS?

Si hay algo que no puedo soportar es la condescendencia con los inferiores que se utiliza cada vez con mayor frecuencia en nuestro país. Lo comprobamos en los hospitales, cuando se llama al enfermo: “Ramón, cariño ¿cómo hemos pasado la noche?” “Pues ni la hemos pasado juntos, ni soy tu cariño.” Ramón, en este caso, es un ser en inferioridad de condiciones respecto a la enfermera que le inquiere. Está ingresado en una clínica, jorobado y a merced de la “melosa” sanitaria que así lo trata. Si Ramón fuese el jefe de sección, de cardiología, pongo por caso, dudo mucho que la enfermera se dirigiese a él en esos términos. Tampoco hablaría así un cliente cuando se dirigiese al interventor del banco, no ya para hacer una gestión del tres al cuarto, sino para pedir una hipoteca. “Lorenzo, cariño, que me habéis cobrado un cinco por ciento de intereses por una monda y lironda transferencia.” No, claro que no, ni se le ocurriría, y no se le pasaría por la cabeza porque a lo mejor al cariño, pichurri, chiquitín de Lorenzo, le parece una falta de respeto que se dirijan a él en esos términos y le sube el interés a sus máximos permitidos. Tampoco le dirías al inspector de hacienda que esta inmerso en tus ingresos y gastos de cuatro años; “¿Cielo, qué tal si me quitas la cuota, la sanción y los intereses de demora? ¿Por qué, entonces, nos dirigimos a los enfermos y a los mayores como si fuesen niños a los que se les puede dar una bofetada en cualquier momento? “Cariño, no te muevas que te doy un mamporro si me doblas la aguja.” Es una costumbre odiosa, por eso mi amiga Clara advierte a sus hijos de que por muy mayor que se haga y por muy mal que esté, no se les ocurra ingresarla en un geriátrico, de los que te llaman “bonica” Pues tiene razón, ni Excelentísima Clara, ni bonica, sino una cosa intermedia, como lo harías con el inspector de hacienda, el policía o el interventor de un banco; con respeto. La verdad, no lo veo tan difícil. Y todo este rollo viene a cuento, además de porque estoy harta del dichoso “cariño” del “bonica” y del “cielo mío”, porque he leído esta mañana (domingo 18 de marzo) un artículo en El País firmado por Iñigo Domínguez, en el que bajo el título “Abuelas gritando bajo la nieve” se despacha a gusto con sus lirismos humillantes “...Entre olor a puro, a colonias de señor mayor, a cremas hidratantes de las abuelas, se veía gente de todo tipo...” Pero vamos a ver, ¿cuantas abuelas del señor Domínguez se habían sumado a la manifestación? ¿A qué huelen las colonias de señor mayor? ¿Cómo ha conseguido percibir que todas sus abuelas llevaban cremas hidratantes? ¿Eran cremas Nívea que gran textura y untuosidad, de las que dejan la cara blanca, o se lo imaginaba? ¿Se atrevería el periodista a hablar de las colonias y de las abuelas si de un jefe o un alto ejecutivo se tratara? Se puede pensar que soy susceptible porque me toca de cerca, pero lo he visto así desde que tengo uso de razón. Nunca me han gustado las palabras condescendientes, humillantes y descalificadoras dirigidas a los que consideran inferiores por edad o coyuntura.

1 comentario:

Pilar González López-Briones dijo...

Enhorabuena por tu publicación. Te sugiero que envíes una carta al director del periódico; creo que ha de estar al tanto de que el insulto y el menosprecio hacia nuestro colectivo no tiene el silencio por respuesta.