jueves, 15 de noviembre de 2018

RAFAEL


                                               



Llamaste para decirme que querías beberte la última botella de Vega Sicilia "Único" con nosotros, que era del año 65, que no sabías si estaría picada, pero que probaríamos. Me pillaste de vacaciones y te dije que aún íbamos a tardar en volver. No importa, la tengo guardada para cuando regreséis. Y regresamos, y cumpliste tu promesa. Fue la última vez que te vi. Nos reunimos para degustar ese vino considerado como uno de los mejores del mundo. Dicen que todo amante del vino debería probarlo una vez en la vida. Y es que gracias a ti he probado el mejor vino, el mejor caviar y el mejor jamón. Incluso podría haber cenado en el mejor restaurante porque me lo propusiste. Fue uno de esos junios en los que nos reuníamos para ayudarte a hacer la declaración de la Renta y me decías que se me ponía cara de Hacienda. “O te invito a ti sola a Horcher o nos vamos los cuatro a un restaurante más normal.” Pero ambos éramos de compartir, de disfrutar, de discutir. Todavía recuerdo cuando regresaste de tu viaje a Rusia con autentico caviar, y quisiste compartirlo con nosotros, tu segunda familia. El apartamento que habíais alquilado parecía el camarote de los hermanos March: mis hermanos, mis padres, mis cuñadas, Sol...
“Hoy nos reunimos en casa de Falo porque ha traído caviar del bueno,” se rumoreaba desde primeras horas de la mañana. Creo que salimos a granito por barba, pero nos  supo a cariño, a generosidad, a familia. Nos supo a  ti.
Y recuerdo tus llamadas al cercarse la Navidad porque te habían regalado un buen jamón y lo querías compartir. Compartir, siempre compartir. Eras como un hermano más y, para no desentonar con el resto, un autentico “polemista”. Nunca supe si eras de derechas, de izquierdas, independentista, falangista o legionario. Todo dependía de la persona que tuvieses delante para llevarle la contraria. Largas noches de sábado enzarzada en peleas sobre cualquier tema, con mi taquicardia en bandolera. “Compréndelo”,  te justificabas. “Si tu dices una cosa y te doy la razón, se acaba la tertulia”
 Te encantaba estrujarte la mente para argumentar, para hacer de abogado del diablo. Cuántos arrebatos, cuántos panchitos degustados en noches  de sábado.
Mi sexto hermano, el único que tenía en Madrid, el que paseaba por el Retiro y escribía versos preciosos, el que mandaba cartas al director para quejarse de lo mal que se ponía todo. El que jugaba a pala y era tan fuerte, el que envejeció sin aparentarlo, el que dormía mal por culpa de las dichosas piernas inquietas, el que construía barcos y camiones para sus nietos, el que les contaba cuentos preciosos, el que cenaba esa pera dentro del yogur que le preparaba Sol noche tras noche. El hombre profundamente religioso, el abuelo, el esposo, el hermano, el padre.
Adiós, mi querido primo poeta. Espéreme en el cielo cargado de argumentos, que yo ya empiezo a preparar los míos para rebatírtelos.


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