Llamaste
para decirme que querías beberte la última botella de Vega Sicilia "Único" con
nosotros, que era del año 65, que no sabías si estaría picada, pero que
probaríamos. Me pillaste de vacaciones y te dije que aún íbamos a tardar en volver.
No importa, la tengo guardada para cuando regreséis. Y regresamos, y cumpliste
tu promesa. Fue la última vez que te vi. Nos reunimos para degustar ese vino
considerado como uno de los mejores del mundo. Dicen que todo amante del vino
debería probarlo una vez en la vida. Y es que gracias a ti he probado el mejor
vino, el mejor caviar y el mejor jamón. Incluso podría haber cenado en el mejor
restaurante porque me lo propusiste. Fue uno de esos junios en los que nos
reuníamos para ayudarte a hacer la declaración de la Renta y me decías que se
me ponía cara de Hacienda. “O te invito a ti sola a Horcher o nos vamos los
cuatro a un restaurante más normal.” Pero ambos éramos de compartir, de
disfrutar, de discutir. Todavía recuerdo cuando regresaste de tu viaje a Rusia
con autentico caviar, y quisiste compartirlo con nosotros, tu segunda familia. El
apartamento que habíais alquilado parecía el camarote de los hermanos March: mis
hermanos, mis padres, mis cuñadas, Sol...
“Hoy
nos reunimos en casa de Falo porque ha traído caviar del bueno,” se rumoreaba
desde primeras horas de la mañana. Creo que salimos a granito por barba, pero nos
supo a cariño, a generosidad, a familia.
Nos supo a ti.
Y
recuerdo tus llamadas al cercarse la Navidad porque te habían regalado un buen
jamón y lo querías compartir. Compartir, siempre compartir. Eras como un
hermano más y, para no desentonar con el resto, un autentico “polemista”. Nunca supe si eras de derechas, de izquierdas,
independentista, falangista o legionario. Todo dependía de la persona que tuvieses
delante para llevarle la contraria. Largas noches de sábado enzarzada en peleas
sobre cualquier tema, con mi taquicardia en bandolera. “Compréndelo”, te justificabas. “Si tu dices una cosa y te
doy la razón, se acaba la tertulia”
Te encantaba estrujarte la mente para
argumentar, para hacer de abogado del diablo. Cuántos arrebatos, cuántos
panchitos degustados en noches de
sábado.
Mi
sexto hermano, el único que tenía en Madrid, el que paseaba por el Retiro y
escribía versos preciosos, el que mandaba cartas al director para quejarse de
lo mal que se ponía todo. El que jugaba a pala y era tan fuerte, el que envejeció
sin aparentarlo, el que dormía mal por culpa de las dichosas piernas inquietas,
el que construía barcos y camiones para sus nietos, el que les contaba cuentos
preciosos, el que cenaba esa pera dentro del yogur que le preparaba Sol noche
tras noche. El hombre profundamente religioso, el abuelo, el esposo, el hermano,
el padre.
Adiós,
mi querido primo poeta. Espéreme en el cielo cargado de argumentos, que yo ya
empiezo a preparar los míos para rebatírtelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario