martes, 10 de junio de 2008

DISGUSTOS

imagen: RAFEL OLBINSKI




Cuando me intervinieron me dijo el cardiólogo que no debía coger disgustos. Nada, nada, insistió, y ahora a no enfadarse por nada ni con nadie. Y se quedó el tío tan pancho, como si te acabara de aconsejar no revolcarte en el suelo, o no masticar chicle. Mi madre siempre lo decía. Hija, que los disgustos no se cogen, se dan. Ella lo sabía bien, y tenía un gran dominio al respecto. A mi me los daba continuamente y yo me acostumbré a recibirlos. No es fácil cambiar de golpe, cuando ya has aprendido a recoger todos y cada uno de los guantes que te echan. La verdad, es complicado. Por eso acudí con mi amiga Marta a un centro de relajación. Aprenda a ser uno con el universo, decía el prospecto. Identifíquese con la naturaleza. Todo eso ponía.
Un grupo de gente en pie rodeaba a la profesora que nos hizo abrir las piernas y afianzarlas al suelo. Luego nos pidió que cerráramos los ojos y nos dejáramos ir. Balancearos, dejad que vuestro cuerpo fluya. Si os apetece levantar los brazos o las piernas, no lo impidáis con la mente. Ella es vuestra enemiga. Luego puso una música suave con sonido al fondo de pájaros y de agua, y nos pidió que nos abandonáramos. Yo me abandoné. Mi cuerpo se balanceaba y me fui olvidando de todo. Estaba bien, hasta que se me ocurrió abrir un ojo. Fue solo uno, pero nunca debí hacerlo. Creo que si no lo hubiese abierto, la sesión hubiera sido un éxito, y yo hubiera salido de allí relajada y feliz. Pero no, tuve que abrirlo.
Mi compañera de enfrente hacía el molinete con los brazos, la de la derecha soltaba sonidos extraños por la boca, y el de la izquierda se tiró al suelo, porque según nos explicó después, le llamaba la tierra, o la moqueta, no recuerdo bien. Me aturullé, me puse tensa, y se acabó la relajación. Me sentí mal. Inapropiada, apuntó Marta. Ella dice que tengo tendencia a sentirme inapropiada, como fuera de lugar en todas partes, y quizá tenga razón. Pero lo peor fue cuando cada uno explicó sus experiencias, que si he visto una luz de colores en los halógenos, que si he escuchado voces de otro mundo, que si una mano me empujaba.
Salí corriendo, Marta me siguió, quería que le explicara mis sensaciones, pero a mí se me había secado la garganta y no podía hablar. ¿Nunca más me vas a dirigir la palabra? preguntó angustiada. Pero es que no sabía qué decirle.
La verdad, después de todo, creo que va a ser mejor cogerme disgustos.

3 comentarios:

leo dijo...

Jajajajajajaja.
Va ser mejor, sí...

Lispector dijo...

¡Me parto! y me siento de lo más identificada. Una vez estuve en una relajación de esas y la que tenía al lado salió diciendo que veía las auras ¿¿¡¡!!?? Y no me quiso decir cómo era la mía, y me quedé mosca, claro. Tú si que nos quitas los disgustos,Carmen.

carmen dijo...

Leo, no. No te lleves disgustos. Es menjor fluir aunque sea haciendo el molinete.
Daniela, tú ni caso a la de tu lado. Yo he visto tu aura y es superbrillante. (pero no se lo digas a nadie)
Besossss a ambas