jueves, 26 de marzo de 2009

LA RUPTURA


La separación de los seres queridos tiene algo de mutilación propia. Una grieta se abre a tus pies y al hacerlo siempre te coge en uno u otro lado. No quieres elegir pero estás allí, cayendo escorado, sin proponértelo. Triste por la pérdida que se avecina. La razón acaba siendo del que más cerca te encuentres, porque quieres justificarlo, porque lo quieres. Todo se puede comprender, hasta el engaño. Y tomas partido por cercanía, por afecto, por ceguera. Aseguras que no lo harás, que te mantendrá imparcial, pero la imparcialidad no existe, ni la verdad, ni siquiera la razón total. La vida está hecha de extremos. No hay existencia sin contrarios. Todo tiene doble cara. Los griegos inventaron la tragedia cuando el mundo se empeñó en juzgar. Llegó la ley, sus normas frías, la abstracción. Y llegaron los trágicos para mostrarnos casos particulares, con sus agravantes y atenuantes. Subieron al escenario a un hombre frágil, cargado de deseos, vencido por sus pasiones, incontrolable, solo e indefenso. Y explicaron a todos esos que querían hablar de justicia, que era muy difícil juzgar. Y mostraron a una Antígona luchando por enterrar a su hermano, aún a pesar de infringir las leyes de la ciudad, las que habían dictado los hombres. Y a una Medea capaz de asesinar a sus propios hijos, enloquecida por el engaño y la humillación. Y así, una obra tras otra, mostraron al hombre con sus frágiles resortes para sobrevivir. No hay verdad, nos dijeron, no existe lo justo universal porque el humano es sujeto y subjetivo. La verdad, aunque en la distancia se perciba como tajante y clara, al acercarnos se distorsiona. Y cuando vamos desbrozando los hilos de esa madeja de confusión, dejamos de ver la verdad tan clara, tan nítida, tan transparente. Se vuelve opaca, y esa opacidad la cargamos de sentimientos. El hombre, sus instintos, sus ambigüedades, la dificultad para ser justos. Eso nos mostró la tragedia.
Las leyes existen porque son necesarias, por nuestra convivencia pacifica, pero cuando tenemos que decantarnos, nos sentimos identificados con los fracasos o debilidades de aquellos a quienes amamos, y nos inclinamos hacia su lado, acabamos siendo injustos, nos rompemos con ellos. Y su sufrimiento se hace nuestro.

4 comentarios:

NIck dijo...

hola!!!!!!!
el mundo no es justo, nunca lo fue, en el siglo de la luces aparecieron los oscurantistas que desechaban la razón y sobreviven hasta hoy, teneís razón en la tragedia, me ha gustado mucho este escrito, en un café hablar de esto sería hermoso.
cuidate mucho
p.d esto tira para rato

Lispector dijo...

Hola Carmen, en tus palabras está la historia de muchos. Es verdad que cuando alguna pareja que queremos rompe, todo cambia, nos vemos afectados también. Y siempre es rara esa nueva realidad:unos por acá, otros por allá; gente nueva que aparece, recomenzar la relación de amistad con "La nueva" o "El nuevo". Y en momentos como esos ves muy de frente los dos lados de la misma moneda, y es complicadísimo poder ser certero, justo. Un abrazo, tengo cartas nuevas, ¡Más chulas!, tenemos que volver a hacer una tertulia literaria-esotérica con los compis noveleros.

carmen dijo...

Sí, Nike. La realidad se vuelve demasiado confusa y aunque lo discutieramos hasta la saciedad, acabaríamos como Socrates: "Solo sé que no sé nada". Así que mejor no perder amistades por diferentes perspectivas.

carmen dijo...

Daniela, cómo me gusta lo de la tertulia esotérica. A penas vuelva de vacaciones, nos ponemos en marcha.Estoy deseando saber de vosotros
Besote