lunes, 22 de noviembre de 2010

PERRA VIDA






Qué preocupada me tienen los mensajes. Enciendo el ordenador y me avisan de que si por la noche me cruzo con un coche que lleva las luces apagadas, no se me ocurra hacerle señales. Se trata de una banda de rumanos, cuya prueba de iniciación para poder entrar en la susodicha banda consiste en matar a todos los ocupantes del primer vehiculo que les haga luces.
Consejo; si ves un coche en esas circunstancias, llama a la policía y huye.
Decido no salir de casa a partir de las seis de la tarde en invierno, nueve y media en verano. Sin embargo, el siguiente mensaje me hace pensar que no por eso voy a librarme.
Si lanzan huevos al cristal de tu vehiculo, no enciendas el limpiaparabrisas porque se te formará una plasta que te dejará invidente, y ayudará a los rumanos (se supone que a los ya iniciados) a entrar en tu coche y robarte mientras tú no sabes qué está pasando.
Decido apagar el ordenador y contratar una cabina antipánico para el coche, pero mi vecina me cuenta que cuanto más segura te sientes encerrada en el bunker, los ladrones les prenden fuego y te achicharran. Comprendo que es mejor los huevos. Dentro de todo es lo menos agresivo.
El ordenador parpadea de nuevo. Que no, que no lo abro, me digo. Pero mi voluntad flaquea y lo abro.
No se te ocurra bajar sonidos de llamadas al móvil porque te pillarán la cuenta, llamarán a partir de ese momento desde tu número de teléfono a cualquier lugar del mundo. Y que sepas que ni telefónica, ni vodafone, ni orange, te darán razón de las facturas millonarias que a partir de ese momento recibirás.
De nuevo pienso en la cabina antipánico, me veo achicharrada y me entran unas ganas enormes de vomitar. Otra vez el parpadeo. Un nuevo mensaje:
No dejes la tarjeta de la habitación que te den en los hoteles al marcharte. Tienen todos los datos de tu vida, la cuenta bancaria, el número secreto, tu santo y seña, los informes de tu jefe. Saben hasta cómo se llaman tus seres queridos y dónde encontrarlos. En fin, tu vida y milagros en una tarjetita. ¿Qué cómo han logrado meter toda esa información en la llave de la puerta? Pues ni idea, pero el mensaje es muy claro, dice que destruyas la tarjeta en cuanto te marches.
Apago el ordenador y me tumbo en el sofá a hacer respiraciones profundas con la tripa. Noto como si fuera a tener una crisis de ansiedad.
Todavía no han llegado los rumanos, ni los ladrones, ni los de telefónica, ni los empleados del hotel, y yo ya estoy híper ventilando como una loca.
Suena el teléfono, es del banco, que dicen que me han embargado la cuenta por una multa publicada en el boletín oficial de la provincia cuyo término municipal es “Cuculina de la sierra” lugar donde excedí la velocidad. Cometí la supuesta infracción en un día y hora que ni recuerdo. Por no recordar no recuerdo qué hacía yo en “Cuculina” a la hora de la siesta y a toda pastilla.
No puede ser que me embarguen, si no me lo han comunicado, pienso inocente. Llamo a “Legalitas” o a “Devuelta”, que ya ni me acuerdo. Me dicen que ahora no tienen por qué comunicármelo a mi domicilio. Que todas esas seguridades legales son muy antiguas, del jurásico, señora. Me explican que lo de embargarte la cuenta sin comerlo ni beberlo, es la mar de legal, ¿o es que vive usted en Babia?
La multa, que fue publicada en el boletín oficial de “Cuculina de la sierra” no ha recibido alegaciones, ni descargos, por lo que procede cobrarse sin reducción, con sanción, e intereses de demora.
Lloro amargamente agarrada al teléfono, y ellos, me refiero a los de Legalitas o Devuelta, me dicen que por una módica cantidad se encargan de recurrir y todo lo que necesite, faltaría más.
Pues dígame si tengo alguna multa, le pregunto para probarles, porque ya sé que soy objeto de embargo y escarnio. Me dicen que no, qué suerte ha tenido usted. En los archivos a nuestra disposición no consta multa a su nombre. Lo dice y queda tan pancho, el tío. O sea que ni ellos han logrado encontrar el boletín que avala el despojo de mi efectivo.
Lloro más y cuelgo.
Decido coger el coche al anochecer, hacer luces a todo bicho viviente que se tropiece conmigo por la carretera. Busco rumanos en proceso de iniciación para ver si dejo esta perra vida de una vez. Pero de pronto me acuerdo de que ni tengo coche, ni sé conducir.
Qué mal rollo.

1 comentario:

Lispector dijo...

Upppsss ¿Será que ya había dejado esta perra vida y no lo sabía? Besitos.