lunes, 14 de marzo de 2011

SELECCIÓN NATURAL







He leído en el periódico “Sentirse bien” que la manzana suiza Spatlauber contiene factores epigenéticos similares a los de las células madres humanas. Y como a mí todo ese tema de células madres y eterna juventud me tiene emocionada, he ampliado. He leído todo lo que ha caído en mis manos en el último trimestre. Y he llegado a la conclusión de que en breve nos mantendremos jóvenes para siempre. Si se nos estropea el hígado, pongo por caso, pues hígado nuevo. Si es el riñón, pues a crearte otro en el laboratorio. Será algo así como meter los zapatos en la horma. Hasta las patas de gallo nos quitaremos en un santiamén, en el tiempo que duran una toallitas relajantes para los párpados. “No estropee una cita por unas inútiles patas de gallo”, nos dirán en la tele. Toda una revolución. Ni siquiera sabremos si el potente del cuarto tiene veinte o setenta años. Pero dará igual. A ver, a quién le importará eso con los abdominales y la testosterona tan a flor de piel.
Además si cada siete años renovamos las células en su totalidad y continuamos con las mismas manías y obsesiones, qué más dará lo que nos quede genuino después de tanto cambio.
“¿Y de qué nos vamos a morir?” me pregunta Sebas que le gusta ponerme en aprietos. Miro las horribles imágenes del terremoto de Japón y le contesto sin pensar. “De catástrofes naturales”. “No hay tantas como para equilibrarnos”. Continúo mirando el telediario y le digo. “Pues de un Gadafi cualquiera”. “Ahí está el meollo”, grita. “Volverá la ley del más fuerte. La selección natural ya no será por salud sino por desgraciados sin escrúpulos”.
Lo pienso bien y deduzco que no podemos venir de un Homo Sapiens generoso, de uno que dio su vida para salvar a sus congeneres.
“Si dio su vida por salvar a otros no es nuestro ancestro, desengáñate. Esa alma candida y generosa se extinguió como los dinosaurios”, me dice como si leyera mis pensamientos. “Nuestro ancestro fue el que se escondió, el que dejó a todos empantanado y se salvó, el que se lió a pegar puñaladas traperas a diestro y siniestro. En una palabra; el que logró sobrevivir”.
“Si la selección no está en la salud, estará en la trapichería, en el engaño, en la ruindad”, insiste.
Continúo mirando la tele, pero ya mucho más desganada, como sin fuerzas. Una locutora rubia que cierra los ojos al acabar cada párrafo, dice que los bancos empiezan a tener beneficios. El país se va a pique, los parados proliferan, las empresas se cierran. Pero ellos no descuentan una letra ni si los torturan. Aunque eso sí, no hacen más que pedir dinero al Estado, o al Banco Central, o a quién se tercie. Pero no para reactivar la economía, sino para aumentar beneficios y repartirlos entre los consejeros.
“¿Y si el estado se queda sin dinero por tanto prestar, y se acaba la Seguridad Social, el paro, las prestaciones sociales?” Sebas asiente. “La ley del más fuerte. El menos solidario, el más ruin”, dice mientras se mesa sus cuatro pelos.
“Ya no quiero células madres. Que me dejen envejecer a gusto con los de mi generación, que me dejen con la selección natural, el hígado escacharrado, el colesterol por las nubes. “Es mejor el deterioro físico que la ley del más fuerte”, le confirmo, pero se ha dormido, aunque la que ya no logra pegar ojo soy yo.

2 comentarios:

leo dijo...

Qué rollo envejecer. :-(
Bien pensado, la selección natural es un descanso.

carmen dijo...

Leo, y más efectiva por lo que estamos viendo. Como sigamos así, no necesitamos rejuvenecer, se nos cargan en dos días.