Ahora
resulta que tenemos que tener manía a los catalanes, y la verdad, a mí, así de
golpe, no me sale. Para tener manía, para odiar, se necesitan años de machaque.
Se necesita que alguien te haya estado dando la vara sobre esto o aquello, como
pasaba con la tía Felisa. “Estábamos muertos de hambre y no fue ni para
abrirnos las puertas de su casa.” “Fue por su culpa que se cayó el abuelo y se
quedó cojo para los restos”. “Ella nunca nos miraba a la cara…”
Son
cosas que contadas así, poco a poco, van haciendo mella, creándote un
resentimiento. Pero a mí, que jamás se me había ocurrido pensar en los catalanes
como seres perversos dispuestos a hablarme raro para que no los entienda, enemigos
del alma, no se me puede poner a mal tan de hoy para mañana.
Nunca
he visto en ningún super un letrero: “productos catalanes, no compre” Ni me
habían dicho que gritara enarbolando la Bandera de España: “Fueraaaa” .
Y
qué quiere que les diga, se me hace cuesta arriba menospreciarlos.
Ahora
no solo tenemos que ir al super con lupa para que no nos cuelen productos
caducados, sino que también debemos tener claro si son catalanes, si los
distribuye un catalán o si los envasa un tío de Tarrasa. De verdad ¿es
necesario que nos enfrenten de esa forma? La pregunta no es por qué, sino para
qué. ¿Quién gana con eso?
Ojala
un día desaparezcan los manipuladores y podamos mirarnos a la cara con respeto,
ojala podamos caminar de la mano, ojala nos ayudemos en vez de darnos de
bofetadas, ojala la enseñanza no sea un arma arrojadiza para desunirnos, para
crear adictos a su causa, para doblegarnos. Ojala sirva para abrir nuestra
mente, dejarnos pensar por nosotros mismos. Ojala dejen de crear consignas que
nos posicionan y etiquetan. Ojala la escuela nos enseña a caminar y opinar, con
nuestro raciocinio. “Imagine”
2 comentarios:
ay, Carmen! Si yo dijese lo que pienso alguien pensaría que en qué mundo vivo y que soy un caducado.
Cada día veo el mundo desde más lejos aunque cualquier día me lío la manta a la cabeza y reivindico mi derecho a chapotear en la cloaca yo también.
Mientras tanto guardaré silencio pno vaya a ser que me pongan la camisa de fuerza y me lleven al cuarto blanco.
Te comprendo perfectamente, Ángel, y que el fin del mundo te pille bailando.
Un besazo
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