Tengo un sosias, se llama Felisa,
trabaja conmigo y vive en mi barrio.
Un sosias es aquella persona que se te parece
tanto que la gente confunde contigo. Desde hace un mes no hago más que horas y
más horas, sin llegar a completar mi horario de trabajo. "No puede ser," le digo
a la de personal. "Que yo he entrado antes, que algo pasa, que esto es una
equivocación." Pero ella se encoge de hombros y me enseña el registro. Dice que
la máquina no engaña, que la electrónica está muy avanzada, que los ordenadores
son infalibles. “Será que te lo parece a ti, que cuando se trata de trabajar,
todo se os hace muy largo,” me dice, y luego se suena. Es su forma de decir que
ya no habla más y que está ocupada.
Hace días que me tengo que quedar
a comer un sándwich de máquina para completar las horas que se escaquea mi sosias.
Lo llevo fatal, la verdad, pero como no sé de qué forma desenmascararla, he decidido investigar por mi cuenta.
Lo de que vive en mi barrio, lo
descubrí el sábado cuando fui a la peluquería y me tiñeron de rojo. Pero oiga,
que ese no es mi color. Pues qué quiere que yo le diga. Mire su ficha. Y es que
no solo se llama como yo, sino que se hace mechas rojo bermellón, la muy
buscona. Conduce fatal. Ya he recibido dos
multas de trafico por exceso de velocidad en la carretera de la Coruña,
a las once de la noche, a las tres de la madrugada. Y es que ahora tráfico ha
puesto un radar que detecta la media aritmética de velocidad calculando los kilómetros
transcurridos desde que entras hasta que sales del túnel. Me lo ha explicado un
hombre que parece constipado. “Que no es mi coche, que yo a esas horas duermo,”
le explico. “¿Lo puede probar?,” me pregunta. "Pues…, verá, es que yo cuando
duermo carezco de testigos." "Explíqueme entonces cómo lo va a demostrar." “Es por
lo del sosias, sabe usted,” le cuento. Pero lo noto escéptico, como irónico. “Voy
a reclamar, le grito fuera de mí.” “Reclame,” me dice con retintín. “Que aquí
en cuanto uno se descuida, ya ni conduce su coche, ni se responsabiliza de sus
fechorías.” Luego me cuelga
Estoy muy afectada, me persiguen del
banco porque dicen que no hago más que transferencias y que debo un sin fin de
comisiones, la SGAE, porque no apago la radio ni de noche, los de Hacienda
porque no he declarado una supuesta vivienda en Torrelodones. Y lo que es peor,
el lunes me llamó un hombre con voz sugerente para decirme que no le importaba
mi edad, que lo único que buscaba era una mujer hacendosa y de su casa. “Y a mí
qué narices me importa lo que usted ande buscando,” le grité. Y es que mi sosias
se ha dado de alta en Meeting y busca pareja. Ayer descubrí el anuncio, ponía
mi nombre y mi dirección de correo electrónico. Dice que bailo tangos, que
canto boleros, que soy pelirroja y de buen conformar, que adoro la fauna y la
flora. Dice que me gustan las novelas venezolanas y los hombres con bigote. Que
me encanta la plancha y la cocina. Y el
que busca mujer hacendosa, no para de llamarme desde que le colgué. Está
encelado. Que yo te amo, me dice en susurros. Que por qué no quedamos, mujer, que
mira que eres arisca.
Hoy se lo he contado a mi hermana
y dice que lo que pasa es que me gusta engañarme, que bailo tangos y canto
boleros, que conduzco de pena y que siempre llego tarde al trabajo. Que soy
sonámbula desde que era pequeña. Y que siempre quise escapar de mi misma. Me ha
dejado muy preocupada.
Está sonando el teléfono, es el hombre que busca mujer hacendosa.
¿Lo cojo?, le pregunto a mi hermana. Qué sí, mujer, que es lo que siempre
estuviste buscando. Acuérdate cuando planchabas en la casa de Torrelodones y me
contabas ese deseo irrefrenable que sientes por los hombres con bigote.
Me tumbo en el sofá, expulso el humo muy, muy lejos, y cojo el teléfono.
¿Qué otra cosa puedo hacer?
3 comentarios:
jaja, está muy Carmen, he pasado un rato estupendo leyéndolo.
Recuerdo un corto de Hitchcock con algo parecido. El tipo original, para desenmascarar al otro, se cambia de corbata y se pone una que jamás se pondría.... y es su perdición porque el otro le acusa delante de su mujer de que esa corbata jamás se la pondría...y su mujer le cree, claro!
Qué horror.
No queremos sosias. Jo.
Ángel y Leo, un placer encontraros.
Da canguelo tener sosias ¿a que si?
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