viernes, 26 de julio de 2013

QUE ME PILLE VALIENTE





La tragedia de Santiago ha traído a mi memoria otra, la del 11 M. Recuerdo que aquella mañana, al subir al autobús, encontré a  un hombre que  hablaba compulsivamente. Había logrado escapar de aquel infierno  y todavía se encontraba en estado de shock.

“Cuando vi la dimensión de la valla, me pareció increíble que yo hubiera sido capaz de saltarla”, explicaba tembloroso a los pasajeros,” No sabíamos hacia dónde dirigirnos, Corríamos de un lado para otro porque en cualquier lugar podía explotar otra bomba”.

“¡Qué horror!”, repetía y se tapaba la cara con las manos.

El relato de aquel hombre se me  quedó grabado. Cuando vi la cantidad de gente que permaneció en los andenes para ayudar a los heridos, imaginé lo mal que lo pasaría al ver la TV, al darse cuenta de lo mucho que corrió para huir del caos, y a los muchos que dejó sin atender. Imagine también lo difícil que debe resultar en esos momentos   tomar decisiones. ¿Somos cobardes o valientes?  Pues quizá depende. Depende del momento, de la situación, de lo que veamos, del miedo.

La valentía en algunas ocasiones tiene que producirse antes, mucho antes de la tragedia, en frío.

En cierta ocasión, un conductor de autobús articulado, cargado de pasajeros, se picó conmigo porque lo adelanté, y él, para asustarme, me adelantó  por la derecha y luego por la izquierda, se acercó mucho, y luego se alejó. Así estuvo un buen rato. El autobús articulado se desplazaba peligrosamente de un lado para otro, pero él continuaba queriendo castigarme.

 Le tomé la matricula y lo denuncié a su  empresa, pero no me hicieron ni caso. Posteriormente escribí una carta al concejal de transporte, y otra a la empresa con copia a cada una de ellas. En las denuncias les decía  que un conductor no se comporta de esa forma  una sola vez en la vida, que esa actitud es el resultado de una forma de ser,  y que de su forma de conducir depende la vida  de un buen número de pasajeros, por lo que si en un futuro se producía un accidente por conducta negligente y temeraria de ese mismo conductor, la responsabilidad caería a cargo de la empresa y del concejal por no haber tomado medidas a pesar del aviso.

 Las cartas fueron entregadas por registro.  Y ahí, sí. La empresa acusó recibo y se deshizo en explicaciones. Había tomado medidas.

Quizá de no haber puesto el dedo en la llaga, es posible que ese conductor  hubiera seguido  transportando pasajeros de un lado para otro,  picándose con los conductores y asustándoles sin mirar las consecuencias. Hubiera podido ocasionar  una catástrofe similar a la producida en Santiago, y los responsables de la empresa se hubieran ido de rosita.

Y es que ser valiente en plena tragedia, tomar medidas cuando el horror ya ha llegado, parece ser más fácil que ser valiente antes,  adelantarse y evitar que se produzcan estos hechos.  

No es habitual, aunque pueda ocurrir, que alguien actúe de forma temeraria un solo día en su vida.   No es habitual que sus jefes no conozcan los malos hábitos de sus empleados, o sus desequilibrios. Lo que sí es habitual es mirar hacia otro lado a la hora de tomar decisiones.  Despedir  o dar de baja a un empleado, con las consecuencias familiares que eso conlleva, resulta difícil, no lo niego. Sin embargo, si  por evitar esos males se consiente la tragedia, la responsabilidad es del que la permitió.

Cuántas “doctoras Mingo”, habrá por los hospitales, cuántos pilotos haciendo vuelos transoceánicos con  desequilibrios diagnosticados,  cuántas personas con permiso de armas arrastran una enfermedad mental o una visceralidad preocupante, cuántos jefes han hecho la  vista gorda ante casos flagrantes por no comprometerse, por un…, que lo haga otro.

No sé si se trata de valentía o firmeza, pero hay empleados que no deberían tener la vida de otros en sus manos, y jefes que no merecen serlo.  
Por eso solo pido un deseo: que llegado el caso, me pille valien

2 comentarios:

Unknown dijo...

estupenda reflexión, Carmen.
Sí, yo también quiero que me pille valiente.
Besotes

carmen dijo...

Gracias Ángel.
Espero que pases un buen verano.