Mi hermana Miranda se había quedado como pocha cuando su marido se marchó con otra. Yo la veía aburrida, sin
alicientes. Pero enseguida alguien le habló de las páginas de contactos, le
dijo que allí encontraría a un hombre para compartir su vida. “Un hombre a tu altura”,
le explicó. Y ella me lo cuenta atusándose el pelo, un pelo seco, sin brillo y desparramado. Dice que no se lo lava desde hace una semana, que
para qué, que lavarse el pelo con frecuencia lo estropea.
“Lo bueno del
ciberespacio es que no tienes que vestirte, ni ponerte zapatos de tacón, ni
siquiera pintarte las uñas”, me explica con sus zapatillas rotas por el dedo
gordo, sus uñas mordidas y sus enormes greñas.
Ha puesto una foto para su perfil de cuando tenía veinte
años, pero no ella sino Sharon Stone. Está muy mona.
“Ya veras cómo me salen muchas propuestas”, me
explica.
No come ni se levanta del sillón. Dice que está enamorada de varios. Siempre
está tecleando en el ordenador, ya ni se alimenta ni duerme, y las rodillas se
le están quedando anquilosadas por la artrosis.
Desde la calle se ve
su silueta iluminada por la luz azulada del ordenador.
Ramses, el faraón, es el que más le gusta, la llama “hermoooosa” y le pregunta constantemente
si quiere “gozag”. Ella le dice que
bueno y sonríe al contármelo. Me explica que es muy hombre, que tiene músculos de acero y que baila rap. “¿Quieres conocerlo?” me pregunta como
si estuviéramos en un pub de moda. “Mira, Ramses, te voy a presentar a mi hermana,
se llama Claudia y es enfermera”. Él teclea: “Encantadoooooo”. Ramses es que todo lo alarga mucho. Me pregunta
que si yo también quiero “gozag” y le
digo que no, que mejor otro día porque mañana tengo que madrugar. Lo entiende y
me llama “hermosaaaa” a mí también. Es
parco en palabras.
La foto que ha colocado en su perfil es la de Brad Pitt
cuando salió en la película de Thelma y Louise.
Miranda me explica que es ingeniero, arquitecto y un poco
cirujano. Que habla varias lenguas pero casi todas muertas, desde el latín al
aquitanio pasando por el Árabe andalusi
Busco una excusa para largarme sin ser descortés y la dejo
con su amante virtual en esa realidad sin aristas. Me marcho a la cama. Ella no
dormirá, y si lo hace, despertará temprano, volverá a teclear una y mil veces su
vida inventada, y yo me iré a trabajar para que no se encuentre sin nada a la
hora de comer.
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