lunes, 26 de agosto de 2013

FACEBOOK Y PAQUITA





Paquita no me quiere. Y lo más triste es que nunca lo hubiera imaginado de nos ser por Facebook.
Una vive feliz en su mundo pequeñito, merodea entre familiares, amigos, compañeros, gente que comparte aficiones, y algún otro que pasaba por ahí. Cuando de pronto alguien te pregunta si estás en Facebook, y como te da vergüenza preguntar qué es eso, lo buscas en internet, te informas por encima, y decides que por qué no probar, si es de lo más inocente.
Entonces vas y te apuntas. A partir de ese momento la pantalla de tu ordenador se llena de preguntas, se interesan hasta por tus más ocultos pensamientos, que si donde naciste, que si a que colegio te llevaron, que si la universidad, el master y el trabajo. Año de nacimiento, color de tus primeros zapatos. Qué sé yo, una insistencia malsana  a la que tu vas contestando de forma automática más que todo por estar en la honda. “Hija, es que no socializas”, te dice Adriana con cuatrocientos amigos y una foto en la que solo se le ve un ojo y el dedo gordo del pie. Como si de pronto le hubiese dado por pasar desapercibida. Y tú que no tienes ni idea a qué se refiere con eso de socializar, vas y continuas dado información reservada sin encomendarte a nadie.
Pones la foto de un caimán para pasar desapercibida como Adriana, y cuentas hasta la talla de sujetador de tu tía Angelita. A partir de ese momento aparecen en tu muro nombres, no solo de algún amigo despistado del colegio, sino de todos y cada uno de los primos, parientes, conocidos, o vecinos de cada uno de los amigos de tus amigos. “Quizá conozcas a…” “Pues no, oiga pero ya que estamos en plan social, lo aceptaré” ¿Quiere ser amigo de Allegro Torres?, él la quiere. Y tú que al ver la foto te has quedado un poco, como diría yo, fría, ves feísimo desairar a Allegro por mucho bigote y tatuajes que enseñe,  y lo añades a tu lista.
“Ya tienes ciento tres amigos” pone en la parte superior derecha de la pantalla. Y dejas de salir a tomar cañas con los de siempre porque te has venido arriba y ahora vas sobrada.
Tener ciento tres amigos  sin necesidad de calzarte los tacones para verlos, es cómodo.
Pero enseguida descubres que Allegro tiene mil trescientos y además va loco por las paginas buscando más. “De eso nada”, decides. “Si allegro tiene más de mil, yo el doble”.
Y te vas enganchando. Un día abres Facebook y resulta que unos han compartido tu enlace, a otros les encanta tu foto, y algunos hacen comentarios a tus comentarios o te enseñan a guisar una lentejas a la marinera hediondas. Te invitan a eventos en Chile y Ecuador, te animan a que visites Afganistán con burka, te enseñan fotos de cómo era Patones allá por el siglo de oro. En una palabra, te seducen. Y una vez seducida te dispones a curiosear y buscar a tus amigas del colegio porque están todas en las redes. Y mira tú por donde,  encuentras a tu amiga Paquita, la de toda la vida, a la que dejaste de ver sin acordarte por qué, y te pones las mejores galas para pedirle amistad. Pero pasa un día, y otro, y otro.  Paquita se hace la sueca . ¿Qué le habré hecho yo a Paquita?, te preguntas desasosegada. ¿Por qué dejó de hablarme allá por los años ochenta? Y a partir de ahí baja tu autoestima una barbaridad, tanto que ni mil, ni trescientas mil fotos de ojos, mascotas o pies consuelan el verte rechazada, precisamente, por Paquita.
Desde entonces pierdes el sueño y el apetito, tratas de recordar todas y cada una de las palabras u ofensas que pudiste haber infringido a tu otrora amiga.
Mi vida desde entonces se ha tornado solitaria y sin sentido. Con lo feliz que yo había logrado ser hasta que llegó Facebook.
Malditas redes sociales.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Qué retrato más genial! He disfrutado leyéndolo.
Besos

carmen dijo...

Gracias, Gloria. Ya estas en el curro?