Carrefour
me engaña. Descubrí que dos peras dentro de una bandejita y envueltas en
plástico costaban 1 euro. Vale. Y lo ponía dentro de un círculo rojo como si te
las estuvieran regalando, como si te diesen un golpecito en el hombro y te
dijeran: Fíjese, compradora mía, de lo que somos capaces los de Carrefour. Pero
desde que los consejeros de la CAM, de Bankia, Blesa, Fernández Ordoñez, Bárcenas,
las preferentes y demás hierbas, han timado a media España sin que se haya despeinado ni la justicia, ni los políticos, ni nadie, pues lo compruebo todo, hasta la letra pequeña de los chupa chups. No
salgo de casa sin una maquina calculadora, ni siquiera sin el Boletín Oficial de la Provincia
por si en el ínterin salgo publicada y me embargan(necesitan tanto dinero). Cogí dos peras del montón
de igual tamaño y textura y las pesé. El posit con el precio de ambas salió de
la ranura para confirmar mis sospechas, salían a 0,60 céntimos. O sea que la
oferta era un timo. La obsesión comprobatoria me dirigió a las ofertas de cerveza. Dos cajas de doce
latas salían a 14,88 euros, que divididas por veinticuatro daban a 0,62 céntimos
la lata. Pero si las compraba sueltas salían a 0,57 céntimos. De nuevo me
estaban timando. Entré en una vorágine comprobatoria con maquina de calcular en ristre que me hizo recorrer las estanterías descubriendo patrañas aquí y allá. Acabé desmelenada y furiosa
pidiendo el libro de reclamaciones a todo el que me encontraba por los pasillos. Los empleados me miraban con sorna, pero no
me amilané. Pedí las sartenes de cerámica que me habían ofrecido por comprar
dos jamones la semana anterior, me explicaron que ya no quedaban.
Pedí las medias descanso por la compra de siete docenas de huevos pochos. Se
habían terminado unos minutos antes. Exigí la Nívea Milk y dos cajas de
Lacasitos a 2 euros por ser jueves. Me
exigieron cantar dos sardanas y una chirigota de Cadiz pero no me las dieron.
Desperté sudorosa y agotada. Gracias a Dios todo había sido un sueño. Bueno,
todo no, porque lo de Blesa, Barcenas, las preferentes, los sueldos de los
consejeros y las pensiones millonarias todavía estaban allí cuando me desperté,
como el dinosaurio de Monterroso.
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