jueves, 27 de febrero de 2014

LOS INGENUOS, EL 23F, LA MARCHA VERDE...








Sería interesante saber en qué momento del programa de Jordi Évole sobre el 23F empezamos a oler a chamusquina.
Reconozco que debí ser una de las más ingenuas pues me mosqueé solo cuando contaron que reunieron a los diputados en el Colegio Médico para el ensayo general. Ni siquiera Garci, dirigiendo el asunto, consiguió sacarme de mi error.
Menos mal que para el gasolinero de mi barrio todavía fue peor, porque aguantó hasta el final. Y que conste que eso me consoló bastante, no porque fuese un honoris causa de la gasolina,  sino porque fue el primero que me lo reconoció.
Luego me enteré de los atolondramientos en Twitter. Que hay algunos que no se paran a pensar ni un momento con tal de salir en los medios y opinar antes que nadie.
Hay que ver lo que algunos se rieron de mí. “Mira que creerte eso”.
Sin embargo, los que tenemos ya algunos añitos, recordamos que un día hubo una Marcha Verde programada a nuestras espaldas, muchísimo más increíble y sin embargo cierta. Nos hicieron creer que entrabamos en una guerra (en esa época hacía la mili todo el mundo y podían ser movilizados muchos jóvenes). Todo estaba pactado con Marruecos, y sin embargo nos vendieron la historia de una marcha dispuesta a todo, que avanzaba contra el Sahara español y que nuestros soldados, profesionales o no, debían defender. Nos engañaron a los españoles, a los saharauis y a todo el mundo. Y lo más duro es que entonces era verdad, Garci no fue el artífice pero algún iluminado debió proponerlo.
No nos llegaba la camisa al cuerpo porque la guerra y esas zarandajas nos daban miedo: somos así. No nos reunieron en ningún colegio médico porque no hubiéramos cabido, pero no nos ahorraron ni un solo susto. Entonces sí hubo ingenuos, pero a patadas. Y además nadie salió al final a contarnos que todo era una broma, que estaba pactado, que era una forma como otra cualquiera de salir del Sahara con la frente alta.
Cuántas cosas nos quedarán todavía por saber y además ciertas.
No me llaméis ingenua, ni a mí ni al gasolinero, que hay más que motivos para tener la mosca detrás de la oreja. 

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