No estoy para nada desde que se me
quedó el dedo tieso, ni siquiera veo la tele. La enciendo, eso sí, para que no
digan, pero me da igual. Si los de Bankia se han quedado con 15 millones y
medio de dinero negro para alfileres, pues
con su pan se lo coman. A Clara le indigna mi indiferencia y me grita.
“Nosotros dimos 24.000 millones para rescatarlos. Yo he leído que entre pitos y
flautas les hemos dado a las cajas 100.000 millones. Y eso ha salido de
pensiones, comedores, despidos, becas, desahucios,
sueldos de hambre. Lo hemos pagado con nuestros impuestos y ellos, además de
timarnos con las preferentes, con las hipotecas, con la restricción del
crédito, se llevan el dinero crudo, sin siquiera trama, tía, que es que ni se
curran el copia y pega para simular informes millonarios”. Para ella las formas
también cuentan. “Es verdad”, le reconozco para que no me encienda más. Ella continua
hablando de la trama Gurtel , la veo ansiosa y va de un lado a otro. Me habla
del caso Urdangarín. Le pido que se aparte, que estoy viendo lo mona que está
Carmen Martinez Bordiu en el funeral de Boyer.
“Te recuerdo”, insiste, que el caso
Gurtel se destapó en noviembre del 2007 y todavía no saben cómo hincarle
el diente. El caso Brugal en marzo del 2006 y lleva la friolera de 9 cajas, 67
tomos y 10.975 folios. Se nota que Clara
está puesta en choriceos. Se lo estudia
todo y les sigue la pista. “El día menos pensado, dándole vueltas a la justicia,
te cortas un brazo lleno de tendones y
vas a saber lo que es bueno”, le digo
para ver si la asusto. Se sienta en una silla a caballo y me dice que la culpa
la tienen todos: los políticos, los banqueros, los jueces, los periodistas que
se las dan de saberlo todo pero lo cuentan a toro pasado. Dice que lo de Pujol
lo sabían desde hace 25 años y no soltaban prenda. Sigue tapándome la tele y me
enfado. “Ya sé lo que te pasa, que quieres votar a Podemos y no sabes cómo
confesármelo.” “Es cierto, lo he decidido” Se levanta, coge un kleenex, se suena
y me dice que ya no soporta vivir en un
país tercermundista en el que lo único que salva al gobierno es saber que los
otros son de la misma calaña. “De dónde Rajoy iba a mantener en su puesto a la
alcaldesa de Alicante, con la cantidad de votos que está perdiendo, si no fuera porque sabe que también hay
corrompidos del PSOE chupando del tal Ortiz”. “¡Qué fuerte!”, grito. “Cari
Lapique lleva los mismos zapatos para el funeral que…” “¿Acaso no te importa lo
que está pasando en tu país?” me chilla. “No, me importa mi dedo. No puedo
hacer nada, no puedo luchar yo sola contra un país sin principios, sin justicia
y sin moral, pero lo peor de todo es que también se les ha quedado el dedo
enhiesto y no lo mueven.” Clara me mira, se pasea de un lado a otro, se vuelve
a sentar y me confiesa en un susurro, como si la casa se hubiese llenado de
espías, por qué piensa votar a Podemos. No saben ya cómo quitárnoslo de la
cabeza, lo llaman bolivariano, dicen que si le votamos nos quitará hasta la
manilla de la faja y se la darán a
los pobres para que coman, que no acabarán con la corrupción pero nos dejará sin pan ni
huevos, como Maduro.
Me enfurezco. Ya ha conseguido que
me implique. Y como primera medida decido abrir la correspondencia abandonada a
su suerte. Iberdrola me pide 82 euros por el gasto de luz del mes de julio en Madrid.
Oiga, le digo a la de atención al cliente, si la casa ha estado cerrada a cal y
cando durante tres meses”. “Pues lo siento por usted, el contador dice eso y no
hay más que hablar”.
Clara me mira y sonríe. “¿Y ahora qué me dices?”
Que la manilla de la faja ya me la han quitado, el pan y los huevos
están a punto.
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