sábado, 4 de octubre de 2014

PASOTA


                                              




No estoy para nada desde que se me quedó el dedo tieso, ni siquiera veo la tele. La enciendo, eso sí, para que no digan, pero me da igual. Si los de Bankia se han quedado con 15 millones y medio de dinero negro  para alfileres, pues con su pan se lo coman. A Clara le indigna mi indiferencia y me grita. “Nosotros dimos 24.000 millones para rescatarlos. Yo he leído que entre pitos y flautas les hemos dado a las cajas 100.000 millones. Y eso ha salido de pensiones, comedores, despidos, becas,  desahucios, sueldos de hambre. Lo hemos pagado con nuestros impuestos y ellos, además de timarnos con las preferentes, con las hipotecas, con la restricción del crédito, se llevan el dinero crudo, sin siquiera trama, tía, que es que ni se curran el copia y pega para simular informes millonarios”. Para ella las formas también cuentan. “Es verdad”, le reconozco para que no me encienda más. Ella continua hablando de la trama Gurtel , la veo ansiosa y va de un lado a otro. Me habla del caso Urdangarín. Le pido que se aparte, que estoy viendo lo mona que está Carmen Martinez Bordiu en el funeral de Boyer.  “Te recuerdo”, insiste, que el caso  Gurtel se destapó en noviembre del 2007 y todavía no saben cómo hincarle el diente. El caso Brugal en marzo del 2006 y lleva la friolera de 9 cajas, 67 tomos  y 10.975 folios. Se nota que Clara está puesta en choriceos.  Se lo estudia todo y les sigue la pista. “El día menos pensado, dándole vueltas a la justicia, te cortas un brazo lleno de tendones  y vas a saber lo que es  bueno”, le digo para ver si la asusto. Se sienta en una silla a caballo y me dice que la culpa la tienen todos: los políticos, los banqueros, los jueces, los periodistas que se las dan de saberlo todo pero lo cuentan a toro pasado. Dice que lo de Pujol lo sabían desde hace 25 años y no soltaban prenda. Sigue tapándome la tele y me enfado. “Ya sé lo que te pasa, que quieres votar a Podemos y no sabes cómo confesármelo.” “Es cierto, lo he decidido” Se levanta, coge un kleenex, se suena y me dice que  ya no soporta vivir en un país tercermundista en el que lo único que salva al gobierno es saber que los otros son de la misma calaña. “De dónde Rajoy iba a mantener en su puesto a la alcaldesa de Alicante, con la cantidad de votos que está perdiendo,  si no fuera porque sabe que también hay corrompidos del PSOE chupando del tal Ortiz”. “¡Qué fuerte!”, grito. “Cari Lapique lleva los mismos zapatos para el funeral que…” “¿Acaso no te importa lo que está pasando en tu país?” me chilla. “No, me importa mi dedo. No puedo hacer nada, no puedo luchar yo sola contra un país sin principios, sin justicia y sin moral, pero lo peor de todo es que también se les ha quedado el dedo enhiesto y no lo mueven.” Clara me mira, se pasea de un lado a otro, se vuelve a sentar y me confiesa en un susurro, como si la casa se hubiese llenado de espías, por qué piensa votar a Podemos. No saben ya cómo quitárnoslo de la cabeza, lo llaman bolivariano, dicen que si le votamos nos quitará  hasta la manilla de la faja y se la darán  a los pobres para que coman, que no acabarán  con la corrupción pero nos dejará sin pan ni huevos, como Maduro.
Me enfurezco. Ya ha conseguido que me implique. Y como primera medida decido abrir la correspondencia abandonada a su suerte. Iberdrola me pide 82 euros por el gasto de luz del mes de julio en Madrid. Oiga, le digo a la de atención al cliente, si la casa ha estado cerrada a cal y cando durante tres meses”. “Pues lo siento por usted, el contador dice eso y no hay más que hablar”.
 Clara me mira y sonríe. “¿Y ahora qué me dices?” Que la manilla de la faja ya me la han quitado, el pan y los huevos están a punto. 

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